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domingo, 29 de junio de 2014

LA VENTANA Y EL SILENCIO

La ventana y el silencio. Una habitación completamente nueva. Hay un tocadiscos de plástico duro o pasta y color gris encima de una mesa pequeña. Hay dos pegatinas pegadas al tocadiscos. Son algo así como huellas de pies en colores. El tocadiscos tiene los altavoces incorporados formando una sola pieza. La cama es de colchón más duro al que se estaba acostumbrado, pero no resulta incómodo dormir en él. Lo que más llama la atención es el silencio.
Demasiado silencio para una mañana de día de diario. Al bajarse de la cama los pies tocan la textura de una moqueta verde que imita el césped de un jardín. Se siente el aire acondicionado como una leve corriente de aire que mantiene la habitación a una temperatura cómoda y conveniente. La cama es estrecha y su cabecera son barrotitos de madera tipo reja pintados de blanco. De nuevo llama la atención el silencio. Al mirar por la ventana todo está soleado. El cielo brilla más de lo que uno está acostumbrado. La calle está tranquila, no circulan coches. En frente se ven casas-chalet elegantes con jardines abiertos y pasos de entrada a los garajes. Hay árboles bien cuidados. También se ve el césped y algunos arbustos mismamente pegando a la ventana. La ventana es de guillotina y los cristales están entrecruzados con listones metalizados. Está bien ajustada y enganchada con un cierre giratorio en la parte inferior. Es evidente que no se espera que se abra la ventana, pues el clima interior ya está controlado y abrir la ventana no parece lo adecuado. El armario es tipo closet, empotrado y está lleno de ropa femenina. Hay una sensación de interioridad hogareña cómoda, entrañable: pero al mismo tiempo una radical invitación a un mundo privado de intimidad plena. Y de nuevo llama la atención el silencio.

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