Buscar este blog

sábado, 23 de agosto de 2014

EN COCHE POR LA BARRACA MÁS ALLÁ DE LES CUBES

Se lo dedico a mi primo José Aurelio.

Venía de Sotrondio de ver a un amigo y decidí volver pasando por la antigua carretera general de El Entrego. A veces lo hago porque evoca en mí recuerdos de la infancia cuando venía a esta villa desde Sama a ver a mis primos. Al llegar al final de la carretera general y a la altura de Santana, decidí torcer a la izquierda por la carreteruca que se dirige a La Barraca. La tarde era gris y a medida que subía por la ladera del estrecho valle formado por un arroyo, el paisaje iba presentando tonalidades de verde
más oscuro. Había bosques densos de robles, de castaños, plantas de avellanos, maleza espesa, etc. Pronto llegué a la aldea de La Barraca y me fui fijando en las casas a mano derecha, pues en una de ellas había vivido mi primo José Aurelio cuando éramos chiquillos. Recuerdo que la última vez que había estado allí José Aurelio me enseñó todo lo que coleccionaba de Karina, pues era un fan de esta cantante. Hablo, claro está, de los años sesenta. Mi tía Menchu nos dio a beber una taza de chocolate con bizcochos y luego creo que fuimos a dar una vuelta con los amigos de mi primo.

Efectivamente, la casa de mi primo allí estaba. Ahora era una casa muy vieja de un piso, que ahora estaba cerrada a cal y canto y dejada al abandono más absoluto. Seguí conduciendo por la carretera estrecha, pasé la Barraca y en seguida entraba en Los Fornos, otra aldea más arriba. Pasé Los Fornos y seguí metiéndome en las profundidades de la ladera derecha del valle, pero subiendo más y más. De pronto, en otra aldea de cuatro casas, la carreteruca se cierra a la circulación con una señal de tráfico y veo que hay que torcer por una pendiente bastante pronunciada y ensanchada. Era como una especie de atajo o nuevo paso quizás por el deterioro o derrumbe de la parte cortada. Puse la segunda y veía que no era suficiente, entonces puse la primera y subí el repecho. No cabe duda que la pendiente era respetable.

Seguí entonces subiendo y la densidad del paisaje verde oscuro bajo las nubes grises lo hacía un tanto depresivo. las pocas casonas que se veían parecían algo destartaladas. En una parecía que vivía una familia o familias gitanas a juzgar por la chatarra y el burro afuera atado. Luego, al cabo de 10 minutos llegaba a Les Cubes. No obstante la carretera parecía seguir aunque ya más estrecha. Me animé a seguir porque estaba todavía asfaltada y a lo mejor me podía dar salida a otra carretera más importante en dirección Mieres o Turón. La Peña el Carbayu no debía estar muy lejos y allí yo sabía que se unían dos o tres carreterucas de valles estrechos con la antigua carretera de Sama a Mieres. pero no era así. A un kilómetro de Les Cubes la carreteruca se convertía en un camino y aunque seguía estando asfaltada con asfalto más suelto; decidí desistir y dar la vuelta.

Di la vuelta, fui bajando. Pitaba en las curvas. Pasé de nuevo Las Cubas y al cabo de unos minutos he de subir la pendiente ya descrita pero por el otro lado. A medida que iba subiendo parecía que iba subiendo hacia el cielo y, en un momento dado, una vez llegado arriba, en el cambio de rasante, la vista hacia el valle me pareció terriblemente dramática. Parecía que si seguía unos metros más me arriesgaba a bajar una pendiente que ahora me dejaba asomar a tumba abierta hacia la profundidad del valle que se
ensanchaba dejando ver a lo lejos y en lo profundo Santana. Tal era la sensación de vértigo y pánico que me entró que paré el coche ante el mismísimo cambio de rasante que ahora parecía más bien el borde de un abismo. Tiré para atrás y sentí que me ponía blanco de terror, creí que me iba a desmayar. Salí del coche con miedo y revoltura. Me sentía mal. Caminé un poco. Me calmé. ¿Quién demonios iba a bajar aquello? ¿A quién voy a llamar? pensaba yo.

Una vez calmado volví a mirar la pendiente al otro lado del rasante. La examiné con más detenimiento. Vi que sí la podía bajar y que no era para tanto. El efecto de la subida hacia el cielo y el cambio de rasante abruptamente hacia las profundidades del valle me había hecho saltar las alarmas del organismo a punto casi de desmayarme de pánico y vértigo y posiblemente, de haber seguido, de perder control del coche y tener un serio accidente. Baje despacio en primera y frenando y al final logré superar la prueba sin más problema. Volví a pasar La Barraca y la casa de mi primo José Aurelio y así llegué a Santana y luego dirección a Sama y Gijón.       

2 comentarios:

  1. Jajaja. Prestóme leer esti relatu. Ye verdá que esa carreterina tien repechos que te ponen los esos de corbata. Bien narrao y bien expuesto en matices.

    ResponderEliminar
  2. En el mundo existen, no cabe duda, estas exploraciones hacia el pasado, más de lo que quisiéramos. El futuro de ese pasado era, pues, la decrepitud y el abandono. Ahora lo vemos y lo sabemos, però siempre nos queda la confortable carretera moderna que, en pocos minutos, nos pone en el presente y en Gijón, gracias a los dioses, dando fin al juego siniestro.

    El Posaderu

    ResponderEliminar