Es cuestión de hacerse preguntas. Al hacerte una pregunta abres la posibilidad de descubrir lo que permanecía oculto o medio oculto o visible, pero sin ver las raíces. ¿Por qué hay momentos en que uno parece encontrar sus territorios propios donde es reconocido como tal y entonces siente una
fuerte afirmación de lo propio, de lo singular de su ser y encuentra a las personas y las vibraciones y los misterios que lo reconocen y lo hacen resonar y vibrar en un baile de alegría? He ahí un territorio reconocible, pero que es difícil de dibujarlo, esquematizarlo, codificarlo; y sin embargo ahí están sus ciudades y pueblos y senderos y caminos y bosques y montañas y terrenos de cultivo y su ganadería y sus industrias y comercio y sus barcos de pesca y sus medios de transporte; pero todo tan diferente en su tonalidad, en su esencia, en su apariencia. Ya vamos avanzando en algo. Quizás toda realidad posee un arquetipo de perfección siempre existente, pero jamás apresado por nuestros sentidos, pero al mismo tiempo nos alumbra como un faro; un faro; volvemos al faro. Un faro que nos señala. Las señales del faro. La luz que nos señala que hay una mayor plenitud en esa dirección y que si te alejas de tal luz o no la tomas en cuenta entonces te extravías, te pierdes, te confundes.
Te olvidas de decir que esos territorios se despiertan con más viveza cuando surgen los problemas, las fricciones que provocan mayor violencia en el existir. Es como un refugio que se abre y te enseña a redescubrirte, a encontrar equilibrio, a reforzarte en los lugares que realmente perteneces. No somos simples mutantes que desaparecen en una evanescencia que acaba en nada. Esa existencia sería la locura y quizás la locura ya sea generalizada: locura que ha logrado
encarnarse como normalidad y entonces podemos hablar de la locura normalizada o la normalización de la locura. Una realidad sin arquetipos, sin fuentes de energía creativa, sin la seguridad de estar anclada en una posibilidad de verdad, de posible objetividad, de posible destino y crecimiento y aventura; es una realidad loca, loca en su ceguera, loca en su sinsentido, loca en su inseguridad y desorientación. Y se puede vivir esa locura como una normalidad, una normalización, una normativa: la imposición de la locura como verdad. Que gran contradicción. Siempre hay una verdad que nos hace diferenciarnos. Hasta la verdad de la locura generalizada es un valor incondicional.
Vamos avanzando. Los territorios se abren y aparecen personas que nos conocen, que nos quieren, que nos invitan a hacer un largo viaje.