Buscar este blog

martes, 31 de enero de 2012

NELSON Y KARLA ANTE UNA ASOMBROSA PERCEPCIÓN

Nelson: Ya vemos el plano. El plano es infinito. Tu mismo te extiendes por el plano en esa infinitud. No es posible. Has visto los pliegues, los repliegues, las curvas, los remolinos. Has visto también los agenciamientos, las relaciones, los ensamblajes que se producen entre los modos en el plano. ¿Has visto los centros gravitatorios y sus atracciones fatales? ¿Has visto las líneas de fuga? Creías ser una especie de bolsa o globo o centro transparente a tu esencia, pero ves; sin embargo ves, que te extiendes por una superficie infinita en un presente absoluto. Careces de la dimensión temporal, de las secuencias en el tiempo, para ver todo como un infinito espacio en su eterno instante. ¿Qué ha pasado?

En ese plano infinito están todos los relieves de la vida y sus estratos, sedimentos, cortes. He ahí todos los acontecimientos en ese presente absoluto. Pero he ahí tu instante en la vida, tu caminar, tu existir; tu hablar, tu pensar. He ahí todo y todo se puede ir allanando en una sola e unívoca superficie. Increíble.

Karla: Sí, lo veo lo percibo, lo siento. Pero percibo también cómo el plano infinito de inmanencia se torna en un haz infinito de planos. Es algo así como si cada plano me permitiera extenderme en una modalidad de ser. Puedo ser esa pasión o ese pensamiento o esa evocación de mi infancia, o ese mundo imaginario producto de una canción, de un poema, de una aventura, de una pesadilla, de multitud de acontecimientos en mi vida que reclaman su extensión infinita, su plano de inmanencia. Decíamos que en nosotros habitaban muchos yos, pero que uno de ellos era el funcional, el real, etc. Pero ahora veo que no eran yos, sino planos de inmanencia que giran en torno a un mismo haz y podemos agenciar uno de ellos y crear, escribir, imaginar, experimentar. ¿Cómo has llegado a descubrir esto Nelson?

Nelson: Tranquila. No tomo drogas ni nada de eso. Todo lo contrario. Lo que has percibido ha estado siempre ahí. Pero ahora necesitamos de una ética que nos ayude a avanzar en alegrías y saber alejarnos de las tristezas, de los agujeros negros y sus gravitaciones fatales, sus neurosis, sus pesadillas; sus dominios y servidumbres.

Karla: Es increíble. Necesito acostumbrame.

sábado, 28 de enero de 2012

LOS INDECENTES COLGAJOS QUE USAN LOS HUMANOS

(Continuación del epígrafe anterior)
Así hablaba Xrtnw-Glutg, habitante de las profundidades de la Tierra. 

¿Qué hago por este cementerio saliendo de este agujero inmundo donde vivo comunicándome con las entrañas de la tierra? Vivo en la tierra, y penetro por ella a través de las grietas y las cuevas. Soy una criatura que ha de luchar o convivir con otras criaturas parecidas a mí, pero que me presentan batalla y guerra continua en las oscuridades del suelo. Mi pueblo y mi ciudad son algo oculto para los hombres de la superficie y sería deseable que nunca nos descubrieran. Los hombres son seres horrorosos que caminan con las patas traseras y sus otras patas delanteras le cuelgan como indecentes colgajos. Sus pezuñas son inquietantemente prensiles y las mueve con la siniestra inteligencia que le provee esa masa encefálica enfermiza desarrollada en cientos de miles de años. Su cuerpo está desprovisto del pelo necesario para vivir en el frío y la humedad. En su lugar la piel se presenta casi desnuda con un color pálido enfermizo u oscuro como el carbón.

Cada vez que veo a un humano me da cierta repulsión, pero a veces los he de ver por necesidad. Es muy raro que ellos nos vean, y; si nos ven, nos confunden con cualquier bestia de las montañas. Cuando tenemos guerra entre nosotros y lanzamos nuestros aullidos de terror y desesperación; ellos a veces los oyen a través de cualquier grieta u oquedad en el suelo. Es raro que lo relacionen con nuestro mundo; suelen creer que se trata de cualquier fenómeno natural o animal. Los humanos pueden ser los animales más cobardes y supersticiosos de este sistema solar; o, por lo contrario, pretenden ser fríamente objetivos desechando cualquier explicación que se salga de sus parámetros de inteligencia y observación. Sea por uno o por otro jamás llegarán a saber quienes somos realmente. Es mejor que no lo sepan y que sigan en esa bendita ignorancia pretenciosa.

Porque si por casualidad llegan a saber quienes somos todo su mundo se trastocaría. No podrían soportar los horrores y las viscosidades que se esconden en lo profundo del planeta que compartimos.

jueves, 19 de enero de 2012

UN AULLIDO PUEDE DESCONCERTARNOS, QUIZÁS ROMPERNOS LOS ESQUEMAS.

Nos pusimos a caminar por la senda angosta de Nuhns plenos de energías atravesando montañas. Hay veces que uno se siente con ganas de vivir, de estar rodeado de naturaleza, de tierra, de plantas, de aves que te sobrevuelan. Había nubes en el cielo, pero no eran amenazadoras. Sin darnos cuenta ya llevábamos varias horas de camino. Parábamos a beber en algún riachuelo. Descansábamos a veces y comíamos parte de unos frutos secos que llevábamos en la mochila.

Cuando estaba anocheciendo llegábamos a Nuhns. Era un pueblo tranquilo. Unas pocas personas estaban fuera de sus casas y se nos quedaron mirando. Poco a poco fueron saliendo más. Había chiquillos que se nos fueron acercando. Sabían a qué veníamos.

Nos llevaron rápidamente a la cueva cerca del cementerio. La cueva había surgido después de intentar cavar una tumba para uno de los vecinos que había fallecido. Todo se había hundido y quedaba en evidencia que la razón había sido una cueva que parecía coincidir con la excavación de la fosa. Nos mostraron enseguida los caracteres tan extraños que estaban grabados sobre las paredes de la cueva. Nos enfrentábamos con un enigma. Aquello representaba algo, pero ese algo pertenecía a otra época y a otra mentalidad posiblemente. Karlog nos dijo que todo parecía tener más de mil años. ¿Quiénes habían excavado la cueva y por qué? ¿Qué decían aquellos caracteres?

Para Milah todo habría de ser muy prosaico. Estaba siempre muy segura que nada que se descubra del pasado remita a nada que no sirva fines muy profanos. Podría haber sentidos religiosos o místicos, pero nada de misterios inalcanzables con la razón y el sentido común. Todos compartíamos esa postura. Después de todo, todo tiene siempre una explicación muy humana. Cenamos en la taberna del pueblo y pronto nos fuimos a la cama. Unas familias nos ofrecieron habitaciones que tenían desocupadas.

Y a las tres de la mañana oímos aquel sonido espantoso. Nos levantamos sobresaltados y salimos a la galería de la casa. Nuestros compañeros hacían lo mismo desde la casa de enfrente.
--¿Habéis oído?
Sí, claro que habíamos oído. Pudo haber sido un animal que había dado alaridos ante cualquier ataque de otro animal.
--No--, dijo Úrsula, --eso no es el alarido de ningún animal. Eso ha de ser otra cosa.

Otra cosa, pensé yo. Otra cosa. ¿Qué cosa?
--El sonido viene de la cueva abierta por la tumba. Las galerías de la cueva han hecho de resonancia. No hay porqué asustarse;--dijo Karlog.

Y volvió a sonar. El pueblo entero estaba aterrado. No era un sonido fácil de calificar ni clasificar. Bajamos todos a la plaza del pueblo. Quizás la única plaza ya que más que pueblo Nuhms se trataba de una aldea. Fue allí donde un señor ya muy mayor nos advirtió:
--Han vuelto otra vez. Mi abuelo me había hablado de lo que sus abuelos y tatarabuelos le habían contado. Me decía que durante la monarquía Kench unas gentes de costumbres nómadas habían acampado por los alrededores del pueblo, entonces algo más grande. Estuvieron unos meses y su contacto con los habitantes de Nuhms había sido mínimo. Hablaban una lengua rara que nadie entendía, pero que a base de gestos y de alguna palabra de nuestro idioma mal aprendida, lograban comprar o intercambiar cosas. Por las noches hacían una gran hoguera y cantaban cánticos muy extraños. Tan extraños que a las gentes del pueblo les inquietaban. Un día sin saber por qué desaparecieron. Se fueron. Pero a los dos días de irse, se oyó un sonido como el que ahora hemos oído. Era un aullido, según mi abuelo, horrorosamente lastimero. Un sonido que parecía surgir de las entrañas de la tierra. Al día siguiente no vieron nada raro. Bueno, si vieron el terreno aplastado del campamento de aquellas gentes errabundas; y, si vieron como una especie de agujero en el suelo donde posiblemente se había clavado una estaca de sujeción de alguna tienda. Pero uno de mis tatarabuelos comprobó que aquel agujero era demasiado profundo para tal menester, aunque nadie pareció darle importancia. A la semana siguiente volvió a sonar el aullido, pero esta vez parecían varios aullidos. Pero no eran los aullidos de un animal cualquiera, ya que alguien notó que había una singular cadencia que indicaba inteligencia. No se volvieron a oír más, pero el acontecimiento quedó transformado en leyenda que solo unos pocos conocemos como leyenda. Nada más que como leyenda.

Bueno. Aquello nos dejó un tanto confusos. Nos sentamos en los escalones del templo sin saber qué hacer.
(Continua arriba)

martes, 17 de enero de 2012

¿ POR QUÉ SE RÍEN DE NOSOTROS?

Leemos y leemos. Buscamos respuestas. Observamos cómo se nos va la vida sin encontrar las respuestas definitivas. Las ideas nos sirven por momentos. Luego se agotan. Cada vez se agotan más deprisa. ¿Qué demonios hacemos en este mundo?

Pero hay un alma que nunca se rinde. Un alma que no renuncia a ser absorbida. Un alma que sigue reivindicando su derecho a conocer la razón de esta existencia.

Se pueden oír carcajadas en algún sitio del Universo. Se ríen de nuestras interrogantes y de nuestra indagación. Hay algo o alguien o algunos que se ríen de nosotros.

¿Qué demonios hacemos en este mundo?

domingo, 8 de enero de 2012

OJOS NÓMADAS

Iba paseando por la calle Corrida de mi ciudad de Gijón, cuando de repente me fijé en un rostro. Tal rostro me devolvió la mirada y me di cuenta de que era alguien o algo que recordaba desde hacía muchísimo tiempo. La mirada era la misma mirada de aquel lobo en las áridas y frías estepas de Mordotrw. O quizás era la mirada de aquella vieja de las montañas de Rusmakil cuyos ojos parecían reflejar los escalofriantes cataclismos de los comienzos de nuestro planeta. Sí, pero también podía ser la mirada seca y turbia de aquel hijo de puta en el saloon de Blowsmindville antes de matar al viejo Herman. Quizás, quizás; pero también me vino a la mente la mirada asquerosamente hipócrita y cínica de aquella sacerdotisa del Templo de los dioses-serpiente en el poblado de Kwerlsf cerca de los pantanos húmedos y enfermizos de Nok.

Pero quizás eran también los ojos de Miltra que me enseñaron a ver los misterios de las cosas aparentemente opacas y aburridas. O También los ojos de Remalkoj quien me enseñó a ver las ideas en su más extrema lucidez y pureza espiritual. Creo que también podían ser los ojos del mismo Dios encarnados en mi propia cara y mirando al mundo en un Presente Absoluto.

Presente Absoluto.

Donde ya todo está en su sitio y nada falta.

viernes, 6 de enero de 2012

LAS EXTRAÑAS E INEXPLICABLES COSAS DE NUESTRA VIDA (2)

Comíamos el chocolate en la mesa y éramos críos inocentes. Después del chocolate nos íbamos a la calle a jugar. El mundo de los mayores era algo serio, grave y difícil de entender, pero era la verdad.

Llegamos a Dallas a últimos de diciembre. Fuimos un día a la Dewey Plaza a ver el escenario de la muerte de Kennedy. Era un día triste y frío. Un día gris. Vimos el pequeño e informal museo con el fusil utilizado por Oswald. Y allí estaba el edificio del Dallas County Police Department donde Jack Ruby disparó a Oswald a bocajarro. Todo había ocurrido 17 años atrás.

Subí hasta la cumbre de Peña Mea, pero una vez arriba no veía nada. La niebla lo cubría todo. Grité para saber donde estaba el grupo. No estaban lejos, pero la niebla confundía las distancias y el peligro era inminente. Poco a poco llegué al grupo. Había pasado miedo.

Nos sentamos en la terraza de una de uno de los hoteles que dan a las playas de Tel Aviv. El psiquiatra nos hablaba de sus experiencias en su profesión. También daba a entender que había explorado el conocimiento místico de la Kabbalah. A mi me parecía más un gesto por su parte que una realidad. Su mujer parecía más interesada en nuestra vida particular. Había dos personas más o tres. Hablaban de Israel como un país clave en el futuro del mundo. La noche era tranquila y templada. Unos jóvenes se divertían en pandilla con música techno no muy lejos de allí.

En aquel taller de coches de ciudad asturiana no ganaba nada. Tenía 17 años y me parecía que estaba perdiendo el tiempo miserablemente. La gente que allí trabajaba eran muy informales. Era un taller de una familia y allí estaban dos hermanos y el cuñado de los hermanos y a veces pasaba el padre y hasta la madre y una hermana casada con el cuñado que venía con un niño pequeño. No había autoridad y se trabajaba un poco al capricho de cada uno. Tenían la costumbre de robar gasolina de los coches de los clientes. La conducta de uno de ellos rayaba en la delincuencia, ya no solo robaba gasolina, sino que también cambiaba las baterías nuevas de los coches por otras más viejas o estropeadas . Algunos clientes eran chulos de putas de famosos burdeles de la ciudad.

En aquel pueblo extremeño de 1958 había una escuela que eran las escaleras de un portal. Allí se sentaban los niños descalzos y abajo se sentaba la maestra. Creo que recitaban la tabla de multiplicar. Hacía mucho calor y el paisaje de los alrededores era un tanto inhóspito y seco. La gente era muy amable con nosotros. Por la noche jugábamos todos los chiquillos al escondite. Eran noches mágicas de luna llena y algo calurosas. Cuando llegó la hora de volver a Madrid me costó mucho trabajo salir. Sentí tristeza abandonar aquel pueblo extremeño.

En toda la música de los años sesenta había un trasfondo de frescura imaginativa. Era una música que nos creaba o reforzaba la ilusión de un mundo diferente, de comunas, de gente maja, de desinhibición, de juegos, de sexualidad libre. Había canciones que nos llevaban al mismo paraíso. Cuando salía un disco nuevo de The Beatles o de The Rolling Stones era todo un acontecimiento. Algo especial que oíamos en grupo o lo bailábamos en nuestros guateques de gente ya iniciada. La gran mayoría no estaba iniciada. Seguían siendo gente corriente de Manolo Escobar, de Raphael, o del Pop nacional suave. Nosotros leíamos algo de política y filosofía. Creíamos ser la vanguardia del mundo futuro.

Desde la carretera se podían ver las luces de las caserías de una aldea situada en las laderas de la colina de enfrente que limitaba el pequeño valle. Era de noche. Estábamos tranquilos, relajados. Veíamos la vida con mucha frescura y optimismo. Habíamos luchado mucho por salir adelante y habíamos conseguido cosas. Soplaba un aire de sur templado. Parecía que la vida iba a comenzar de un modo diferente. Una noche de magia. Una noche para el recuerdo.