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viernes, 17 de mayo de 2019

Y TÚ QUÉ PIENSAS

MUNRO: Fuimos a la entrada de la cueva, pero nos quedamos a la misma. Teníamos miedo. La oscuridad y los ruidos que oíamos en el interior nos asustaban. Los alrededores de la cueva eran agrestes y el bosque de robles comenzaba a hacerse más espeso. Cerca había una cabaña y a la puerta de la cabaña había una vieja que tocaba una flauta.

CLEPA: Vale. Hay una cueva. Tengo miedo a las cuevas, pero en caso de tormenta o nieve espesa la cueva puede ser un refugio. Un buen refugio si puedes hacer fuego. Pero una cueva en pleno atardecer cerca de un bosque ofreciéndote oscuridad y ruidos raros, te mete miedo. Oscuridad. Incógnita. Algo desconocido. Necesitamos luz para ver en la oscuridad. No tropezar. No caer. Quién sabe hasta donde puede llegar una cueva. Te puedes perder. Pero podríamos descubrir algún mundo subterráneo. O viajar al centro de la tierra como Julio Verne. O conocer a algún brujo misterioso. O a algún loco. O empezar a ver visiones o crear fantasías. ¿Habrá mundos ocultos que se llega a través de cuevas como esa? ¿Qué mundos podrían ser? Quizás cuando te metes en una de esas cuevas comienzas a despertar a un mundo de sueños o entrar en otra dimensión nunca jamás descubierta y de repente todo cambia. Nunca sabes lo que te puede deparar una cueva. Y además cerca de un bosque de robles. Que comienza a ser espeso. Hum.

MARLO: Hablas de un bosque. Los niños solíamos ir a jugar al bosque. Lo pasábamos muy bien. Nos imaginábamos todo un mundo nuevo. Había aventuras. Malos y buenos. Brujas y hechiceros. Guerreros invencibles y reyes malvados. Pero llegado el atardecer el bosque se convertía en oscuridad. Y era un bosque muy grande. Así que había dos bosques: el de día que estaba a nuestro alcance y hasta ciertos límites, y el de la noche que evitábamos a toda costa y que además nos estaba prohibido entrar. Nuestros padres nos lo prohibían. Una vez se perdió una chica del grupo en la profundidad del bosque por ser más atrevida que los demás y cuando la encontraron después de dos días se había vuelto loca. Loca para siempre. Nunca recuperó. Además había muchas historias sobre ese bosque que nos ponía los pelos de punta. Otras eran hermosas historia. Todo dependía de quién contaba las historias.

GRENFILDA: No hablemos ya de esa vieja que toca la flauta a la puerta de la cabaña. Además cerca de una cueva y ya en medio de un bosque que comienza a ser espeso. Por favor. Esa vieja sabe cómo entrar en los mundos de ultratumba y despertar almas ciegas y confusas con esa flauta del demonio.

BURMEL: O todo lo contrario. Podría ser un hada bonachona oculta con ese sayón y ese rostro que luego al acercarte se va trasformando en una cara sonriente y hermosa. Y la música de la flauta te va llevando a unas verdes montañas y unas aldeas pobladas de gente inocente, gente buena que te ofrece todo lo que tiene....

(Sigue en comentarios)