Buscar este blog

viernes, 30 de julio de 2010

CAFERNAÚN, NAZARETH: JESÚS Y ALÁ


Me metí en el Mar de Galilea descalzo y con los vaqueros remangados. Quise caminar sobre las aguas como lo había hecho Jesús, pero fracasé en el intento y me mojé. Las leyes naturales desafían con absoluta arrogancia y seguridad el anhelo de la fe. El agua estaba caliente al principio. Demasiado caliente. Luego a medida que fui entrando, fue enfriando hasta llegar a ser agradable. La temperatura del momento era 40 grados a la sombra y la evaporación del Mar de Tiberíades formaba una frágil neblina. Al fondo estaban las montañas del Golán. ¿Qué sucedió en estos escenarios? ¿Qué sucedió REALMENTE en estos escenarios en vida de Jesús? Porque Jesús tuvo que haber sido un personaje conocido en la zona como lo hubiera sido cualquier personaje peculiar en un puerto de mar como Luanco o Candás, por poner un ejemplo. Si Jesús era de la aldea de Nazaret, cuando bajaba a Cafernaún que era donde se movía, era como si Pachu Fernández, el chaval ese tan listo y tan religiosos de Sariego bajare a la Pola. Es decir, todo el mundo lo debía de conocer, conocerían a su padre, a su madre, sus circunstancias personales como se suele hacer en los sitios pequeños; y Cafernaún no dejaba de ser un sitio pequeño en aquella época. Jesús se encontraría con la gente de su edad: con Pedro, con Jacobo, con Felipe, etc. Iría a la plaza del pueblo a pasear y a charlar y gastar bromas o sufrir las bromas de algunos, porque Jesús debía de ser algo peculiar. Jesús posiblemente se preocupaba de las cosas religiosas con más seriedad que los demás chavales de su edad, y, eso; aunque los rabinos o maestros de la sinagoga lo considerasen bueno, no dejaba de mosquear a los chavalotes y las chavalas que seguro que alguna andaba detrás de él. Y no solo a los chavales, sino a los mayores también. Ya sabemos cómo es la suspicacia de los pueblos o lugares pequeños.

Todo esto me lo podía imaginar después de haber visitado Nazareth y los pueblos o aldeas de la alta Galilea y más viendo las ruinas de Cafernaún. No tiene nada que ver la Galilea actual con la de entonces, pero uno puede imaginarse lo que pudo suceder en aquellos lugares tan nuevos pero familiares al mismo tiempo. El mito se encarna en el paisaje. La realidad vuela por algún sitio. Cuando piso las ruinas de Cafarnaún y veo el lugar donde estuvo situada la sinagoga y los cimientos de las casas de piedra y el Mar de Galilea allí mismo y el quiosco que vende Coca-Cola y camisetas y gorras de Israel y Tierra Santa o suvenires de todo tipo; pienso que la realidad está a la altura de la mano. Jesús curó a la suegra de Pedro aquí mismo, en alguna de esas casas, y la señora tenía una fiebre alta. Jesús era una persona con cierto carisma de profeta o hombre santo. Me imagino cuando sale de la casa, las calles bulliciosas de gente que lo saluda: “Ahí está Jesús el hijo de José y María otra vez. ¡He Jesús! ¿Cómo está tu padre? Dile a tu hermana Mariam que Elisabeth la de Jonathan Ben-Eliu quiere darle el vestido que le prometió. Dales saludos a Yohakim de mi parte cuando vuelvas al pueblo, etc… ¡Jesús, ¿Te tomas un trago de buen vino antes de partir?, etc.

Hay un lugar cercano a Cafernaún que la tradición dice que fue el monte del famoso sermón. Lo he visto y contemplado y es posible que allí sucediera algo. Me imagino a Jesús con unas ideas muy claras sobre lo que ha de ser el judaísmo correcto, el judaísmo de los profetas, de los hombres como Juan el Bautista. Es un Jesús ya maduro, con sus treinta años encima, y con ganas de predicar aquello que sus intensas experiencias con el Bautista o con algún maestro esenio le impulsan a pregonar. Hay que imaginarse las corrientes contraculturales y críticas del momento que tenían como blanco la corrupción del Templo de Jerusalén, las connivencia del establishment saduceo con los romanos, la cultura gentil griega de ciudades como Escitópolis y otras con influencia y población griega. Jesús es un hombre contestatario que cree que la religión debe de ser más seria e ir al corazón de la gente en lugar de las apariencias y el formalismo o como pretexto para vivir bien y lavar la conciencia de los hipócritas.

Podría seguir imaginándome cosas y más cosas porque cuando miro el paisaje galileo, las montañas cercanas o lejanas, los caminos, la población actual, el cielo; las nubes y el Lago de Genesaret, creo que veo la realidad: estoy viendo lo que Jesús pudo ver cuando miro a las montañas lejanas: eso es algo que puedo compartir con él, cuando miro al Mar de Galilea, me lo puedo imaginando mirando también a este lago tan familiar y prosaico hasta cierto punto: lugar de pescadores amigos, de gente conocida, de meditaciones calladas. Luego la sinagoga y la lectura de los rollos y la seriedad de Yavé o Yah o lo impronunciable.

Nazareth hoy día es una ciudad de 40 mil habitantes que junto a otros pueblos de los alrededores forma una zona urbana algo densa y con tráfico intenso. En Nazareth saqué dinero de un cajero y bebimos agua mineral Nestle. Nazarteh es una ciudad que vive del turismo, que tiene una población árabe importante y que al lado mismo de la iglesia de la Anunciación hay un anuncio bastante grande y visible en inglés que dice: “No hay más camino que Alá y todos aquellos que buscan otra cosa que no esté escrita en el Corán están perdidos.” Un mensaje de verdadera tolerancia islámica precisamente en el pueblo donde mejor podrían demostrar su “tolerancia”. Pero no es así y la gente del buen rollito progre española o de otros sitios deberían de tomar nota: Esta gente no miente, dicen lo que realmente siente y sin miedo o inhibición alguna, aunque sea en el mismo Israel tan “represivo” y tan “fascista”, según ellos; aunque sea en Nazarteh. Pónganse señores a escribir algo parecido en un anuncio publicitario y en clave cristiana en Medina, La Meca, Fez, Teherán. Estamos muy ciegos.

Vital /Nesalén
Tel Aviv

No hay comentarios:

Publicar un comentario