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miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA BANDA SIEMPRE AVANZA POR NUEVOS TERRITORIOS

En realidad a cualquier sitio que intentamos ir nunca llegamos a descubrir el verdadero corazón de ningún pueblo. La banda proseguimos hacia el territorio que conocíamos como Kshdgtye y allí nos encontramos con algo que nos atrajo y nos hizo despertar afectividades mil y llegamos hasta copular entre los árboles de uno de los bosques para intensificar el placer que el sitio nos producía. Pasaba un río mediano de orillas llenas de maleza subtropical y  bichos que saltaban de un sitio para otro. Si nos fijábamos un poco hasta podíamos ver alguna serpiente venenosa zigzagueando: y si seguíamos mirando las tortugas salían a tomar el sol y además los árboles hacían unas sombras muy curiosas sobre el agua; pero  todavía si seguíamos mirando al río podíamos dejarnos llevar por la corriente y perdernos río abajo hasta posiblemente llegar al territorio de la tribu de los Asewrtyer. Pero no. Era mejor seguir recorriendo y explorando entre rocas y penetrar las cuevas y correr hasta llegar a una especie de cabaña abandonada antes de que la tormenta que arreciaba nos pillara de lleno. Una de las hembras, Bvsfatyopa, se acercó a mí y me susurró que uno de los machos, Bshvafrts, estaba muy caliente y quería copular con ella. Yo le dije que a mi no me importaba, pero posiblemente a otro de los machos sí. Le hice una señal en dirección a Hsbgatr, un macho muy celoso que sabía que la deseaba. Era mejor que esperara a un momento más apropiado cuando fuere posible escabullirse entre la vegetación de Kshdgtye. Ella asintió.

Cuando la tormenta cesó, vimos a lo lejos a un macho desconocido que vestía una especie de túnica de tejido rojo muy sucio. Nos hizo señas para que nos acercáramos y además nos hizo la señal de la paz con lo cual allá fuimos. Nos dijo que se llamaba Trsdjkop y que le había sorprendido que una banda como la nuestra se hubiera adentrado al territorio de Kshdgtye. Nos fijamos y vimos que era un macho envejecido prematuramente pues sus arrugas no correspondían con la textura de la piel; quizás era un tomador de gatruow, ese líquido apestoso que producía alucinaciones y que dejaba  las entrañas desgastadas como un cuero. Trsdjkop se fijaba en las hembras de la banda y se le notaba un deseo contenido, pero pudo controlarse y nos dijo seguidamente que si queríamos caza lo mejor era meterse por el bosque de la derecha. Sacó un extraño odre y nos ofreció vino de su poblado. Era costumbre por estas tierras ofrecer vino o sidra de la tierra. Así que bebimos sin miedo y ¡por los dioses huidos a los cielos!, qué gran bebida era aquella que nos hizo ponernos locos de contentos y así fuimos perdiendo un poco el control de las cosas aunque siendo nosotros mismos la banda, la misma banda; pero el cabronazo de Trsdjkop estaba metiendo mano a Bvsfatyopa mientras nosotros bailábamos. Le pegué con mi bastón sin más intención que para darle un aviso. Todo quedó entonces reducido con el paso de los minutos a un silencio y nos pusimos a asar carne de onagro joven al fuego. La noche se acercaba y una vez acabada la cena Trsdjkop se puso a entonar cánticos de gran evocación que penetraban en la oscuridad buscando quizás algo que siempre retrocedía por mucho que quisiera alcanzarlo. Pronto era hora de dormir y la banda establecimos nuestra vigilancia.

sábado, 1 de diciembre de 2012

EL GRAN ÉXODO A TIERRA DE NADIE

El éxodo ha de comenzar. Hemos de cruzar el desierto. Hemos de preparar los carros con los animales, las tiendas de campaña. Hemos de rebuscar las cuevas, las fisuras, las grietas y colarnos por ahí para escapar. Se trata de escapar a un lugar de nadie, a un territorio de nadie. ¿Dónde está ese territorio?

Quizás en la imaginación. ¿Pero hasta qué punto nuestra imaginación no ha sido ya dañada, invadida, allanada, codificada; destruida, aletargada, enloquecida? Quizás podamos vislumbrar el desierto en la imaginación y con esa visión poder avanzar y escapar. Quizás sea ya demasiado tarde. Quizás ya nadie pueda pensar en ese desierto, descubrir ese desierto preludio de un territorio de nadie.

Podemos ver los grandes montes de Akaloptrw allá a lo lejos. Podemos ver la gran ciudad de Hbsgfrtq ardiendo en la lejanía. Ha llegado el Apocalipsis y todo amenaza ser destruido. Mi hermana se había dedicado toda una mañana en destruir una farmacia y con una porra de hierro había roto, destruido, hecho añicos, dispersado; miles de frascos, miles de medicinas; cientos de cajones, cientos de cajas pequeñas y grandes. Mi tío Gsvhay se había dedicado a romper cristales de los escaparates de los bancos; había entrado en el banco del barrio y roto con un motosierra todo lo que pillaba delante; luego había dejado la motosierra y con una desbarbadota trifásica que había enchufado en la pared descerrajó todo lo que pudo: máquinas, ordenadores, cajas fuertes, etc.. ; todo hasta que una bala le atravesó los pulmones y allí paró todo.

La Gran Ciudad de Hbsgfrtq ardía por los cuatro costados. Se quemaba todo lo que se podía. Las hordas sin orden avanzaban por la ciudad. Los perros estaban hambrientos y mordían en manadas. La policía y el ejército disparaban a discreción.

Pero nosotros habíamos recurrido al Éxodo, un nuevo éxodo; un nuevo desierto; una nueva Ley: lejos, lejos, fuera de toda jurisdicción jurídica y política. Fuera de la política.

He ahí la gran cueva de Rtsfduiox. Ella nos llevará a otro pleneta en otra dimensión.

EL PEGASO Y EL CIELO

Salíamos de trabajar de diferentes fábricas y talleres. Nos juntamos en la esquina de la Avenida Perturroñosa y allí entablamos la discusión. Genaro Guirmaldeno era un católico empedernido y decía que la salvación era por obras, también Lucila Bracamontiana que era testiga de Jehová decía que la salvación era por obras. Pero Eulogiatero Munaskilón que era calvinista sacó su Gran Biblia de tapas negras de piel y abriendo por una página y por otra demostraba que la salvación era por pura gracia de Dios que escogía a los suyos y entonces dijo algo que ahora después de 80 años todavía me acuerdo. Eulogiatero Munaskilón acercó su bici al tráfico pesado de aquella infernal avenida Perturroñosa y dijo:

“SI AHORA ME PILLA UN CAMIÓN PEGASO IRÍA AL CIELO DIRECTAMENTE”

“No, no irías al cielo directamente Eulogiatero Munaskilón, irías al Purgatorio ya que no eres perfecto y tendrías que purgar tus pecados.” Le respondió Genaro Guirmaldeno con angustia.

“Qué narices de Purgatorio” le respondió Lucila Bracamontiana “No hay tal purgatorio. Moriría y tendría que esperar a la resurrección de los muertos para ser juzgado y si fuere encontrado infiel pues sería destruido”.

También se juntaba Nitrocelaterio Jamaskulka que era adventista del septimo día y una tal Clamatonia Incerbuta que era atea. Yo era judía y prefería escuchar. Nuestra ciudad era una triste ciudad provinciana de una región húmeda norteña en un país dominado por una dictadura. Pero nosotros discutíamos casi todos los días nuestras diferencias con pasión. Aquellas antiguas y ancianas y reverentes palabras del Santo Libro sonaban de nuevo cerca de la avenida Perturroñosa. Aquel corro que formábamos era un oasis de misterio en medio de la más absoluta mediocridad del mundo que nos rodeaba.

Ha pasado mucho tiempo y ahora en mi ancianidad recuerdo que era allí entre todos ellos donde existió alguna vez la posibilidad de que se abriera cualquier puerta extraña a otro mundo. Desde aquellas páginas de las biblias surgían las voces de milenarios profetas que se exasperaban para hacer creer inutilmente algo importante a su pueblo. Y nosotros las discutíamos con pasión e inocencia. Más tarde el mundo también nos empezó a ser gris, triste, mentiroso, criminal, hipócrita, cruel, demasiado cruel con todos cuando se desencadenó la guerra y las horribles venganzas.
 
Y yo ahora, desde mi casa de Tiberíades mirando al Mar de Galilea, digo, una vez que todos aquellos mis amigos han muerto en aquel lejano país:

Te maldigo perro mundo por lo que eres y porque no no nos has dado NUNCA a nadie NINGUNA razón del porqué eres así tan CRUEL, loco y despiadado. Maldición y desprecio a todo lo que representas, yo Mikaliverta Levisafrán, libre de tus miserables garras y desde la más plena y absoluta independencia de mis facultades .

miércoles, 7 de noviembre de 2012

PRISIÓN INDEFINIDA POR RAZONES INESCRUTABLES


Llegué a la prisión por un caso del cual no podía recordar. Solo sabía que era una especie de trámite que había de seguir pero sin más importancia y que además mi salida era segura en poco tiempo. Pero no había manera de recordar la razón objetiva por la cual entraba en prisión. Así que fui poco a poco habituándome al ambiente de aquella cárcel que en principio no sabía ni donde estaba situada. Pero era una cárcel antigua y las instalaciones resultaban desagradables. Fui poco a poco conociendo las instalaciones, las celdas, los sitios comunes y siempre con la sensación de que era muy provisional mi estancia allí. Pero por muy necesariamente provisional que fuera volvía a experimentar el agobio de estar bajo un cuidado, bajo una tutela, bajo un control. Esa sensación de que mi vida no me pertenecía; de que otros eran los que dirigían y planifican mi persona.

Fui habituándome a los mandos; a los reclusos que me parecían gente muy normal y no malos compañeros. Temía por las personas peligrosas y que de alguna manera habría de chocar o rozar con delincuentes agresivos. Pero no sucedía nada. Cumplía con mis obligaciones y sorprendentemente casi siempre estaba en salas comunes. Pero era una vida un tanto irregular; sin una continuidad en el tiempo normal: era más bien un tiempo discontinuo que me hacía cambiar de espacios y de personas y situaciones de forma. Y como trasfondo de mi experiencia siempre la idea de estar muy provisional, aunque la provisionalidad no sabía a qué obedecía, ni en base a qué razones se justificaba. No sabía el motivo de mi estancia. Seguía caminando, moviéndome por las galerías y entre enrejados que separaban zonas de la prisión. Y el sentimiento de agobio ante mi indefinición. Indefinición, esa era la palabra que lo “definía” todo.

Esperaba correo de afuera, quizás alguna visita, pero no llegó más que una carta de mi familia a quien recordaba con intensidad en ocasiones. Mi padre, mi madre, hermanos, etc. Cuando llegó la carta de mi familia pude reconocer la letra de mi padre, pero no podía entender lo allí escrito. Había un membrete relacionado con algo que no tenía razón de ser y que no era capaz de recordar una vez intentado leerlo. El resto del texto era la letra de mi padre que evocaba mi familia, mi casa familiar; pero sin ser capaz de descifrar las letras. Todo el texto flotaba en una especie de vapor borroso que evocaba buenos deseos, un deseo de gran afecto; pero no transcribía nada legible.

En un momento de aquel tiempo discontinuo me dejaron salir a las partes externas de la prisión. Los guardas eran majos y me indicaron una especie de jardín donde paseaban presos; más allá había piscinas y campos de tenis para los reclusos y muchos de ellos las usaban, se bañaban o tomaban el sol. Caminé algo más hasta llegar a la cima de un montículo del parque y desde allí pude contemplar la ciudad, mi ciudad; pero una ciudad alegre y bañada por un sol intenso; unas avenidas amplias; un paseo marítimo alegre y lleno de colorido. No podía creerlo. Pero surgía en mi la aprehensión de una falta de libertad y de seguir bajo un total desconocimiento acerca de mi provisional estancia en aquella cárcel.

sábado, 3 de noviembre de 2012

BUENO, ENFÍN. QUÉ CHUNGA ES LA VIDA


No hace falta estirar mucho la mente para sentirte extraño en un mundo que al mismo tiempo te resulta tan aburridamente familiar. Ocurre a veces que ese momento de rutinaria actividad en cualquier día de diario te sorprendes de haber visto algo sorprendente. No sabes qué ha pasado exactamente, pero algo te ha parecido fuera de encaje, desencajado del contexto ordinario en que normalmente aparece. Quizás ese coche, esa acera gris mojada, ese árbol; ese pájaro; esa persona y su rostro tan enigmático. Ha habido una señal de extrañamiento que no ha durado más que un segundo, quizás dos o tres. Algo que te ha hecho recordar un aspecto lejano de tu infancia. Una cierta mirada inocente sin más interferencia que lo que tu libre imaginación te ha permitido dejar ver. Se ha abierto una puerta misteriosa en tu mismo ser, en tu misma conciencia. ¿Cómo ha sido posible?

Joder, Ploturio, pásame la garlopa que tengo que acabar estos bancos para la semana que viene. Mira qué tía más buena pasa por ahí. Cago en la madre que lo parió ¡dónde coño pusiste el martillo! Estoy hasta los mismos güevos de esos rompecojones de la chatarrería esa de enfrente que no paran de ensuciar la calle y llenarla de viruta metálica. Tengo un lumbago de mil pares de cojones, así que ten cuidao que no te caiga una hostia por hacer tanto el pijo, chaval.

No intentes abrir aquello que jamás podrás abrir por ti mismo. Desde la caída del Edén tan solo nos queda la esperanza de recobrar el paraíso perdido. Acércate de vez en cuando al sacrosanto lugar de un templo y busca recogimiento. Lleva siempre tu libro sagrado en algún bolsillo de tu vestimenta. Medita en las infinitas interpretaciones del texto revelado. Puede que la puerta se vuelva a abrir ocasionalmente.

Si me vuelves a dar el pescao podrido te denuncio, cabrona  de mierda. ¿Crees que soy una gocha que tienes que alimentar? Y a todo esto ¿Sabes que el cornudo de tu marido intenta vengarse contigo con el putón ese del supermercado? Venga dame otro kilo de sardinas y procura que estén frescas.

Pero has de estar siempre agarrado a la realidad terrenal. Apegado a la vida sin miedo a ser eso que tu eres y sientes. No dejes que otros te invadan sin permiso. Lo que hayas de ser lo serás por ti mismo y con voz propia. Tan solo ese desplazamiento inesperado podrá “sacarte de quicio” por algunos momentos para recordarte que vives en un misterio al que habrás de volver.

Mira chaval, o me trabajas las horas que te digo o vas a la puta calle. ¿Quién te crees que eres güevón de mierda? No ha habido hijo de madre todavía que me haya intentado soplar la polla que no lo haya mandado a tomar por el culo sin contemplaciones. ¡A rascarla! Venga, cabrón,¡ a rascarla! Ahora sí que me calentaste. A la puta calle sin más. ¡¡Coge los bártulos y las herramientas y a la puta calle!!

domingo, 28 de octubre de 2012

EXCESO DE CONCIENCIA


Salía de casa con ganas de ir al centro cultural del barrio de Gsfdtrw. Me estaba pudriendo en casa y los nervios me estaban llevando a una situación maníaco-depresiva de increíbles consecuencias. Mis cuatro mujeres no me dejaban en paz con sus celos y sus manías. Mis trece hijos hacían demasiado ruido con sus televisiones particulares y sus videojuegos y no digamos los ordenadores siempre en páginas guarras sin control alguno. Decidí ir al centro cultural de Gsfdtrw a recobrar mi dignidad, mi propia identidad perdida hacía ya muchos años; mi sentido de la historia y del arte mundial. Dos de mis mujeres eran también socias pero nunca les apetecía venir conmigo a ningún acto. Las otras dos eran más de centro estético-deportivo y allí cultivaban sus cuerpos con el mayor placer narcisista.

Pero a la salida de casa me encontré con una pandilla de macarras dispuestos a robarme cualquier cosa. Al principio trataron de intimidarme y de tantearme qué tipo de arma llevaba. Dos vecinos más salían al mismo tiempo por otros portales portando dos lanza-gases tipo Yud-23 y eso sirvió para despistar la acción de la pandilla que tan solo llevaban puñales y escopetas de caza. Yo llevaba conmigo, bajo el sobaco, una pistola Megrad-X-09 capaz de despedazar al primero que se acercara. Salimos los tres vecinos y nos dirigimos corriendo a las paradas del urbanón; una especie de autobús flotante. Atravesamos así los malditos barrios de Hgstralop y Mcbnsfasw donde sus habitantes practican el canibalismo y adoran diosecillos dementes que llevan a cabo los deseos de enfermiza venganza de estos habitantes. El urbanón abrió entonces su escudo protector transparente y sobrevoló los tejados de los edificios de estos barrios mientras podíamos ver cómo allá abajo sus habitantes viven una vida propia al margen de cualquier ley civilizada. Al cabo de un tiempo llegamos al Centro Cultural de Gsfdtrw y allí me dirigí a la sección de libros impresos. Me gustan los libros impresos ya que con ellos toco todavía la materia portadora del saber milenario.

Pero al centro Cultural venimos todos cuando nuestra ansiedad familiar o personal nos hace la vida imposible y entonces hemos de disminuir el volumen de conciencia a base de charlas con laberínticas teorías francesas sobre nuestra civilización; o exhibiciones de cuadros y esculturas que nos adormecen los espacios ociosos y malignos de nuestras conciencias. Allí veo a mi vecino Hsgfat que ahora es el quinto marido de Kagaftalia, mi antigua compañera de universidad, que comparte así mismo su matrimonio plural con dos mujeronas y dos boxeadores profesionales. Y allí está el solitario misógino-misántropo de Zaposrtaw que odia todo lo que ve y así dice ser el hombre más feliz del planeta. Iré antes a la cafetería a tomar mi tercer café del día.

jueves, 11 de octubre de 2012

LA HUIDA


Partimos por la noche en burro. Nos metimos por caminos iluminados por la luna hasta llegar, después de muchas horas, a Palnhsut. Nadie nos conocía en este pueblo. Todos dormían. Lo cruzamos sin tan siquiera lograr que un perro nos ladrara. Fuimos subiendo por la carretera del monte Jksbhl y pronto pudimos divisar el Gran Valle de Mbxcastw bajo la luz de la luna llena. Un paisaje fantasmagórico. La niña Hgstar lloraba de cansancio pero enseguida logró dormirse a lomos del burro y sujetada por su madre.

Huíamos del mundo que habíamos conocido. Huíamos del peligro. ¿Qué sería de nosotros? Mi padre nos decía que más allá del Gran Valle de Mbxcastw vivían gentes de nuestra tribu que nos ayudarían a empezar una nueva vida. Mi madre quería olvidar nuestro pasado en el territorio de Csdfop, donde habíamos nacido todos; pero Csdfop casi nos extermina. La persecución había sido brutal. Nos libramos por casualidad. Era hora de empezar una nueva vida en otros territorios donde nuestra tribu no fuera perseguida.

Fuimos bajando poco a poco por la carretera hacia el Gran Valle de Mbxcastw. Mi padre comenzó a cantar una antigua canción de nuestro pueblo que todos sabíamos. Pronto todos susurrábamos la canción mientras mi hermana Hgstar dormía.

BACKWARDS IN TIME

Logré abrir una puertuca metálica que me conducía al interior del viejo edificio. Habían pasado muchos años. Demasiados. Pasé al interior y allí pude ver el espacio ya abandonado de lo que había sido mi escuela. No parecía que el edificio se había dedicado a otra cosa a lo largo del tiempo de su abandono. Pude encontrar mi aula. Podía ver a mi maestra con cara de cocodrilo y siempre malhumorada arrastrando las zapatillas por el pasillo intermedio que separaba dos hileras de pupitres. Podía ver el sitio donde me sentaba, vacío, sin nada. El cuarto olía a humedad y aire viciado.

El mismo barrio donde estaba la escuela era un lugar abandonado. Todas las casas estaban abandonadas o medio derruidas. Pero la antigua ciudad también estaba abandonada; tan solo habitada por tribus nómadas ocasionales que hacían fuegos por la noche aprovechando la madera abundantemente existente.

Había llegado allí después de cruzar los territorios agrietados y desérticos de la región a través de una carretera llena de baches y medio cubierta por hierbajos medio secos. Reconocía montañas lejanas, pero lo demás me resultaba un lugar inhóspito, casi desconocido. Salí de la escuela y rodeé el viejo edificio. De repente oí que alguien me gritaba a cierta distancia. Miré y vi a un hombre bajo de estatura y vestido con ropa sucia que me estaba apuntando con una escopeta de caza. Me dijo que me fuera, que me podía matar tranquilamente y llevarse el coche. Se conformaba con que dejara mi cartera en el suelo. Así hice temblando de miedo; seguidamente me subí al coche y me fui por donde había venido como una centella.

Nunca más volvería a las ruinas de mi pasado. La decadencia de un pasado fantaseado. Las traiciones de una mente que cree encontrar anclaje en los fantasmas.

Apreté el acelerador y fui descubriendo las enigmáticas sensaciones del presente a través de la desolación.

sábado, 6 de octubre de 2012

TERRITORIO INDEFINIDO


Lo desconocido siempre nos produce miedo e inquietud. Aquella muchacha me había invitado a ver a sus amigos. El país era muy extraño. Nunca había estado en aquel país; ni siquiera sabía que existía. A veces descubrimos cosas sorprendentes cuando dejamos que la mente vuele hacia lo ignoto. La muchacha era de una belleza sencilla. Su mirada inspiraba absoluta confianza.

Un par de horas antes me había sentado entre un círculo de gente que cantaba rodeando una pequeña hoguera. Alguien tocaba la guitarra y los cánticos eran tristemente alegres. Luego todos nos quedamos callados y fue circulando una jarra de cerveza. Alguien comenzó a recitar un largo poema épico de épocas remotas. Me sentía muy a gusto. Hacía tiempo que no me sentía tan a gusto. Luego alguien comenzó a narrar una historia que se iba enlazando con otras historias en diversos tiempos y espacios. Luego fue de nuevo la guitarra y los cánticos. Extraño país aquel. Gente muy peculiar.

Me había decidido a visitar aquel territorio desconocido porque mirando los mapas me llamó la atención una gran mancha sin ninguna población en uno de los países más extensos de la tierra. Era un lugar fronterizo. Una frontera indefinida quizás. Indefinición. Territorio indefinido. ¿Incodificable?

Una vez acabada la velada del círculo la gente se disolvía, se desparramaba por el bosque que nos rodeaba. Una muchacha que vestía con una falda larga de diversos colores se me acercó y me dio la bienvenida en inglés. Al ver que estaba confuso y que no sabía qué responder me dijo que la acompañara. Me preguntó por mi nombre, pero nada más. Luego me dijo que fuera con ella a ver a sus amigos. Su expresión era de una sinceridad trasparente. Alguien que automáticamente inspira confianza.

Después de caminar por una media hora llegamos a una especie de campamento. Me cogió entonces la mano y me fue presentando gente. Todos sonreían. Todos me daban la bienvenida. La muchacha me llevó a una gran cabaña. Había varias personas: hombres y mujeres de distintas edades. Había también niños. Pero ya era tarde y cada pareja o familia se retiraba a su cama. La muchacha me invitó a compartir el sueño mágico de aquella noche con ella.

Al día siguiente me levanté. No oía a nadie. Miré afuera y no había nadie. La cabaña estaba vacía y parecía que había estado vacía por muchos años a juzgar por las telarañas y el olor rancio. Me vestí y me di cuenta que estaba en medio de un bosque absolutamente desconocido en un territorio indefinido.

jueves, 4 de octubre de 2012

IMPISH WORSHIP


Ruidos. Más ruidos. Voces. Más voces. Abrí los ojos y me vi en medio de una marabunta humana en medio de un estadio de fútbol. Volví a cerrarlos. Silencio. Más silencio. Abrí los ojos y me vi sobrepasando las antiquísimas montañas de Rtsdfgwekl, cerca del templo del asquerosos diosecillo llamado Kropporkorr. He decidido  a partir de ahora permanecer siempre con los ojos abiertos. No obstante, antes de marcharme, he de ofrecer mi sangre al malvado Kropporkorr. Solo un poco de sangre a este maligno ente viscoso de poderes inauditos.

Luego sobrevolé el pavoroso lago de Bnmsd.

LA TRIBU


La luna está roja y hace un viento gélido en la tundra. La tribu sigue caminando hasta llegar a la hondonada. Allí levantan sus tiendas de piel de oso rodeados de lobos blancos. Dentro de un año llegarán al desierto tórrido tras pasar por la civilización de los humanos. Ningún humano sabe detectarlos. Tan solo los perros y los gatos huelen e intuyen su origen.

También la vieja bruja de Gorlicklop

lunes, 1 de octubre de 2012

SUBIR EL TRAMO DE ESCALERA

Subir el tramo de escalera. Un cuerpo que sube un tramo de escalera en dirección al ático. Un cuerpo que se mueve. Piernas que se doblan e impulsan hacia arriba. Esfuerzo. Paredes. Peldaños. Una puerta que se abre. Luz de neón. Congélese todo en un instante eterno. Todo ello congelado en un instante eterno. Así eternamente. La pierna apoyando sobre el escalón y el cuerpo impulsando hacia arriba. ¡Congelen! La vista. Los ojos que ven lo que pueden ver. Los oídos que oyen siempre algo. Perciben los sonidos. Siempre hay algún sonido. Algo se mueve, algo vibra. Pero congélese todo. Ahí un instante congelado para toda una eternidad.

domingo, 30 de septiembre de 2012

LA NIÑA HA SUBIDO AL ÁRBOL


La niña ha subido al árbol. Desde el árbol puede ver el jardín entero. Hace sol y los demás estamos sentados en una mesa de madera. La niña nos llama. Dice que es un pájaro que puede volar y que desde allí lo puede ver todo. Nosotros miramos hacia las montañas y vemos que día es precioso. La niña baja del árbol y corre por el prado verde. Hay un gato que la mira desde el seto. Hay una aldea a medio kilómetro. Más tarde iremos a la aldea. Quizás cuando ya oscurezca. ¿Por qué estamos aquí?

El instante alguien lo puede percibir en todo su devenir. Y ese alguien ya tiene todo en su presente eterno. Y ese presente eterno necesariamente abarca todo lo infinito. Hay una fuerte seguridad en que ya todo está en su sitio.

Pero desde nuestra perspectiva persiste la ansiedad por lo desconocido. Hay un futuro. Hay un devenir que se desenvuelve. Sin embargo en ese momento podemos sentirnos parte de ese viaje hacia el infinito y la eternidad.

La niña viene hacia nosotros y nos dice que ha descubierto un camino que se interna hacia el bosque. Nos coge de la mano y la seguimos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

MY BRIAN JONES'S DARK YELLOW CORDUROY JACKET

Many, many years ago, when I was a teenager; I bought a jacket. It was a dark yellow corduroy jacket and I was about seventeen years old. One day I saw a picture of the Rolling Stones on a magazin in which Brian Jones wore a dark yellow corduroy jacket.  "That is a jacket I like", I thought. After that I always wanted to wear a jacket like that. And one day my father saw beautiful corduroy jackets on display and on sale at a downtown clothing store in our provincial town. The owner of the store was a friend of his and he thought it would be a good idea to buy one of those jackets as corduroy was becoming the fashion in those days. He asked my older brother and I if we would want to buy a jacket too. “Well,” I said, “Let me see those jackets first. I'll walk by that clothing store and check what they have on the shop window." So, next day I was walking by the street where the clothing store was and lo and behold, the corduroy jackets were there in full display on the shop window, but what really got me thrilled was a dark yellow corduroy jacket that looked almost exactly like the one Brian Jones wore in that Rolling Stone’s picture. “Yeah! I like that jacket; I’ll tell my father to buy it for me." So my father and I went to the store on Saturday afternoon and after trying on several Brian Jones’s style, I ended up finding the one that fitted me perfectly. I couldn’t even wait to arrive home to put it on. I left the store wearing my good-looking jacket, and I felt my fantasy was coming true.

I wore that dark yellow corduroy jacket everywhere. I wore it in church; at the youth club, in the dancing halls. I felt very proud with my Brian Jones’ jacket everywhere I went. And the thing is I wore that jacket  three winters on a raw. It was a timethey were the sixties when apparently young people began to feel free about dressing the way they like it, which was just a mirage: young people have never escaped from the tyranny of fashion. I knew it wasn’t the normal jacket I was supposed to wear in a provincial town, but I made myself the commitment of wearing those clothes I felt happy with regardless what other people thought about my jacket. My sense of personal integrity was very strong, even knowing that it was always a risk in a provincial town to show such disregard for conventionalism. I enjoyed my Brian Jones’ corduroy jacket until I felt tired of it. It was many years later, perhaps thirty years later when I realized what other people thought about my jacket.

Coming back from the United States after fourteen years living there, I started meeting old friends or acquaintances in town. And, oh surprise! I realized my elegant Brian Jones's dark yellow corduroy jacket was one of the few things some of these people could recall as an identity sign of my past as a teenager, even the ones I thought they were quite liberal and open minded at that time. Thirty years later some of them dared to confide me,thinking that I was already mature enough to look back on time—and recall what a funny and silly jacket I wore. At a get together party some of those “good old friends” spent time recalling my yellow corduroy jacket as a weird eccentric taste; kind of ridiculous piece of clothe I wore which made them something to laugh at. All those supposed friends of mine were at that time struggling to stick to the normative fashion of the time as they were still doing. Being really free to dress as you liked took too much psychological pressure for young people in that provincial town in the past as well as in the present. Regardless how unusual or outrageous is the fashion of the moment, they must remind you this world is a world of enforced uniformity.

Looking back at those times I felt proud of myself for being able to wear my Brian Jones’ yellow corduroy jacket as long as I damn well like it. But thinking things over I also realized how easy is to become the target of prejudice, or if somehow it wasn't a stupidity by my part not being aware that my good-looking jacket served as a pretext for provincial jerks to laugh at my back. I guess we all shared our part of the prevalent stupidity. 

martes, 28 de agosto de 2012

Y ASÍ CONCLUYE ESTA HISTORIA DE AMOR ADOLESCENTE (IV) FINAL


Para leer toda la historia id para abajo hasta el primer relato; luego id subiendo hasta este final 
 
Llegaba el final de la historia y ahora Ardano daba rienda suelta a sus recuerdos. Ya era de noche y pronto tendríanos que irnos. Ardano siguió.

Uno de los amigos de la Escuela de Oficialía era miembro de la Capilla Evangélica de Gijón y alguna vez asistía a sus cultos. Me resultaba interesante la experiencia religiosa protestante; sus himnos, sus lecturas de la Biblia, su seriedad moral. Incorporé así la Biblia como libro de lectura y aprendí de alguna manera a practicar la libre interpretación; el placer de saber que tu fe religiosa depende de la lectura de un libro; el mundo de Revelación contenido en un libro. Pero esto no era lo normal en un chico de 15 años en una ciudad como Gijón. Lo que para mi resultaba adecuado y de acuerdo con mi forma de ser y de crecer no era lo que otros juzgaban lo correcto. Mi personal reforma protestante chocaba con mi familia y hubo algún roce que otro con mis padres y mi hermano mayor. Mi tía Chinda era católica ferviente, no así el tío Cormarán y mi primo Nervo a quien le daba igual si iba o no iba a la iglesia y menos a qué iglesia. Yo era su primo con quien salía y se lo pasaba bien los domingos y punto. Estas experiencias las iba comunicando en francés a Mavi; le hablaba de mis lecturas, de mis amigos, de mis paseos solitarios pensando en ella. También de mis exploraciones protestantes y mi lectura de la Biblia. Mavi me decía que había un templo protestante en Caen y que tenía alguna amiga que lo era. También me hablaba de la sinagoga judía de la ciudad y de las persecuciones que habían sufrido. En sus cartas a veces venía también alguna postal de Caen y me parecía una ciudad curiosa, una ciudad que anhelaba visitar, que ejercía cada vez más atracción sobre mí. Por lo demás su vida era lo que era la vida normal y corriente de una chica francesa de su edad: instituto, amigas, diversiones, deportes, etc.


Durante este tiempo dibujaba diferentes tipos de mándalas en diferentes formas. Los mándalas son dibujos simbólicos contenidos en espacios circulares, triangulares, cuadrados, etc. Había dibujado varios con diferentes simbolismos y representaciones que me resultaban curiosas. Yo no era consciente de la importancia que los mándalas tenían en las culturas budistas e hinduistas; o, más tarde en la psicología de Jung; pero para mí eran una forma de expresión que me hacía descansar la mente. Uno de ellos lo utilizaba a manera de sello personal. Estaba formado por dos triángulos—uno de ellos contenía a otro colocado de forma inversa que de esta forma se lograban crear cuatro triángulos internos. Dentro de ese triángulo interior central invertido dibujaba una especie de montaña por la que subía un camino hasta alcanzar el sol brillante. En los otros tres triángulos internos colocaba tres letras simbólicamente importantes para mi. TPD. Le envié a Mavi el mándala y se lo expliqué. Tenía una curiosa explicación. Luego lo utilizábamos los dos al final de nuestras cartas como un sello sagrado. Cual fue mi sorpresa visitando Caen en el año 2012 de la era común cristiana, cuando visitando la sinagoga judía de Caen y justo enfrente, cruzando la calle, hay un monumento de conmemoración de la 3ra División de Infantería Británica inaugurado en 1984 y que curiosamente utiliza el mismo simbolismo de los dos triángulos. Me resultó curioso porque nunca había visto tal combinación de los triángulos en ningún sitio con excepción de mis cartas. Era mi símbolo personal, mi mándala que estaba relacionado con esa ciudad de Mavi, pero que jamás podía imaginar esa misma triangulación iba a presidir un importante monumento de Caen y que yo había llegado a tiempo para poder verlo. Era una extraña coincidencia. Quizás las coincidencias tienen una profunda significación.

Y vinieron por fin en julio del 66. Llegaron de nuevo “los franceses” aquel año. Tenía los números de mi calendario tachados día a día hasta que por fin llegó el día señalado. Su primera visita antes de instalarse en el camping fue a casa de mis tíos Cormarán y Chinda. Nada más llegar fui a ver a Mavi al piso de estos y nos saludamos con timidez. Su madre dijo algo como: “Bueno, después de tanto escribiros ya tenéis oportunidad de veros.” Los dos temblábamos de emoción. A partir de ahí recuerdo poco. Es curioso que recuerde ya poco. Sé que nos volvimos a juntar toda la familia en los roquedales del Rocadrán, a unos metros del camping. Hablamos algo esporádicamente, pero no había tiempo ni lugar para hablar solos, para intercambiar confidencias. Lo que si recuerdo bien es que al día siguiente los franceses empezaron a ir a un sitio y a otro fuera de Gijón o si quedaban en Gijón yo no tenía la mínima oportunidad de ver a Mavi por algún tipo de compromiso que normalmente manejaba la familia de Cormarán. Sé que a mi madre no le gustaba la manera en que se estaba manejando el tiempo de “los franceses”, quizás intuyera —a las madres no se les escapan detalles de las vidas de sus hijos—que yo estaba quedando a un lado; y, sé también que ella de alguna manera quiso hacerme ver que entendía lo que estaba pasando y que yo estaba, más bien inconscientemente, siendo excluido de toda aquella visita de los franceses. Algo habló con su prima francesa sobre esto que yo pude escuchar disimuladamente. El caso es que el fin de semana lo pasaron también fuera y así fue pasando el tiempo y toda mi expectativa, expectación, emoción e ilusión por Mavi se fue esfumando. Parecía ser que tendríamos que esperara otro año, pues éramos todavía demasiado jóvenes para poder influir sobre el curso de los acontecimientos de los mayores.

Y así fue cómo llegó el momento de partida del Citröen Berlina de la familia de Mavi y mis ilusiones cayeron definitivamente por tierra en aquella ciudad de Gijón del año 1966. Al parecer tenían que hacer una visita a otros familiares de Aragón. La otra familia, la familia de los Gómez, quedó por una semana más. Una de las hijas de los Gómez era Dalia. Era tres o cuatro años mayor que yo resultó ser una persona maravillosa con todos; su carácter afable y su peculiar manera de tratarnos, de salir con todos, de venir por nuestra casa sin problemas; dio lugar a una sincera amistad con ella y a mantener un recuerdo que aun hoy sigue vivo.

La burbuja de aquel enamoramiento se esfumó tal como había venido. No sé si seguí escribiendo algo más o si ni tan siquiera nos llegamos a escribir más. Simplemente no me acuerdo. La vida siguió su curso y otras historias estaban ya en camino.

HAY MUCHAS HISTORIAS DE AMOR ADOLESCENTE. ESTA ES OTRA (III)


Ardano siguió relatando con gana. ya estaba anocheciendo y la gente se había metido en casa.
 
Muchos, muchos años después de esta epopeya amorosa con Mavi, en el año 2012, visité Caen, capital de la Baja Normandía, distrito de Calvados. No me acordaba ya de aquella dirección que tantas veces había escrito en las cartas que había enviado durante el año 1965-66; y, aun intentando recordarla a través de un callejero tampoco me venía nada a la memoria. ¿Qué sería de la familia Grendín? ¿Y la familia Gómez? Nada. No sabía nada. Los años habían pasado—muchos años. Desde finales de los años sesenta había perdido su pista y jamás supe más de ellos. Ahora Caen me hacía recordar aquellos lejanos años de frescor adolescente en Gijón cuando la llegada de los “franceses” resultó un acontecimiento familiar en el verano del 65. ¿Y Mavi? ¿Qué habría sido de Mavi? Llamé a mi primo Nervo por el móvil y le pregunté. Al fin y al cabo su familia había seguido teniendo contacto con ellos durante años e incluso habían ido a Caen de visita. Me dijo que ya todos los mayores habían muerto, y que de las primas segundas no sabía nada desde hacía mucho tiempo. Otro dato sobre Caen: había sido destruida durante el desembarco de Normandía en el año 1944, por tanto la nueva ciudad es casi toda ella una reconstrucción. Yo trataba de reconstruir los posibles parajes urbanos donde había vivido Mavi, pero llegaba muy tarde, demasiado tarde. A saber dónde había vivido, cuál era el instituto a donde había ido, toda aquella vida de barrio y de ciudad que ella me contaba.

Pero seguiré con mi historia y retrocedo de nuevo a ese año 1965-66, cuando todavía tenía 15 años. Los 16 los cumpliría en agosto.

Pues una vez que me puse a trabajar en Vulcanizados Mortera mi tiempo ya volvía al tiempo de las ocho horas y al madrugar para estar en el puesto de trabajo presto a las 8 de la mañana. Y mi cuerpo ya era cuerpo de producción industrial con mis movimientos poco a poco armonizados y acoplados al ritmo del valor de cambio como diría Marx. Cuando llegaba a casa ya me costaba más trabajo ponerme a estudiar el curso de francés de APHA, pero aun así seguí aprendiendo y respondiendo a las cartas de Mavi con el mismo interés. Y, en efecto, en octubre ya empezaba a asistir por la noche a la Escuela de Maestría Industrial en la especialidad de delineante. Entonces mi jornada empezaba a las 7 de la mañana y acababa muchas veces a las 9:45 de la noche. Mi tiempo de estudio fue decreciendo a la mínima expresión. Los fines de semana continuaba saliendo con mi primo Nervo y los dos seguíamos fantaseando bastante sobre ir a Francia o a Alemania a trabajar. A veces le contaba cosas sobre Mavi y mi correspondencia con ella y él lo tomaba con sentido del humor. Pero cuando uno sufre de un estado de enamoramiento las cosas no son como deben de ser en el estado de profana realidad. El enamorado queda desconectado del mundo corriente y pasa a vivir entre paréntesis. Le cuesta mucho encontrar el modo de negociar su temporal enajenamiento emocional con el mundo real del trabajo, de lo cotidiano, de las rutinas; del orden productivo. Peor es poder expresar ese estado a otras personas sin caer en el ridículo o en la rareza. Las cosas en las vidas de las personas suelen complicarse de esta absurda manera. El sufrimiento lo tenemos siempre asegurado

Se puede quizás comprender el romanticismo como ese mismo fenómeno vivido y experimentado por primera vez en la historia como una posibilidad de existencia válida. Me impresionaban por aquel entonces películas tales como Los Paraguas de Cherburgo, o el Drácula de Christopher Lee; o Mary Poppins, West Side Story y otras. Trataba también de ver esas películas donde aparecían ciudades europeas y americanas, grandes ciudades donde uno se podía perder en multitud de rincones urbanos. Esas ciudades me abrían horizontes de civilización, de aventura, de posibilidades; de mundos más allá de mi ciudad provinciana. Bien es verdad que el hecho de haber pasado mi infancia en una ciudad como Madrid me había marcado con cierto cuño urbanita.

Pasó así un año. Y durante ese año los estudios nocturnos me resultaban agobiadores. No sentía ninguna vocación o interés por dibujar piezas de máquinas, menos aun por estudiar matemáticas o física y química. Eso llegaría años más tarde. Mi trabajo en el taller de vulcanizados era nada más que llevadero. Tampoco sostenía ambición alguna por aprender ningún oficio o interés en progresar más allá de lo que rutinariamente hacía día tras día. Vivía para mis ilusiones, para mis sueños, para mi forma peculiar de ver el mundo a través de la imagen de Mavi. Disfrutaba mis paseos en solitario por la ciudad, mis lecturas, mi música. En la escuela de Maestría hacía nuevos amigos y a veces íbamos a tomar un vaso por ahí cuando no había clase. Luego en casa me refugiaba leyendo novelas y escribiendo la próxima carta a Mavi. Le describía toda mi vida tal como transcurría y sentía el poder mágico de la escritura, la posibilidad de describir mi realidad a alguien que compartía conmigo esos mismos sentimientos. O al menos así lo creía.

jueves, 23 de agosto de 2012

HAY MUCHAS HISTORIAS DE AMOR ADOLESCENTE. ESTA ES OTRA (II)



Mi amigo Ardano siguió hablando con ganas. Parecía como si hablando y contando aquella época de su adolescencia lograba liberarse de algo. Seguimos paseando por el jardín y yo encantado de escuchar. me gustaba escuchar a la gente que tenía algo que decir.

Empezó entonces una correspondencia intensa y como mi francés inicial era un poco macarrónico (era el francés que había aprendido hasta el segundo de bachillerato); pues me puse a estudiar francés por mi cuenta con un curso por correspondencia que mi hermano mayor había utilizado en años anteriores y que andaba rodando por casa. Me acordaba de cómo aquel curso de APHA por correspondencia había dado bastante guerra entre mi hermano y mi padre. Mi padre empujaba a mi hermano para que mandara los exámenes a tiempo y mi hermano era evidente que procrastinaba o que ya había perdido interés. El caso es que cuando miraba aquel paquete de cuadernos, blocs y discos del curso todavía podía oir las frecuentes voces de mi padre contra mi hermano mayor por no “acabar el francés”. El caso es que como me habían echado de la imprenta por “incompatibilidad de intereses”, pues ahora aprovechaba mi tiempo libre para estudiar francés con gana, con ahínco; con “fuerte motivación” como dicen los pedagogos de tres al cuarto.

Nada más irse los franceses sentí un enamoramiento atroz por Mavi. Me sentía melancólico, triste; paseaba por las calles de Gijón con mi primo Nervo, hijo de mi tío Cormarán y mi tía Chinda. Nervo era un par de años más joven que yo pero tenía mucha sabiduría de barrio. Yo le contaba mis tristezas y él escuchaba y todo acababa en que un día iríamos a Francia a trabajar o nos metíamos en el centro Vanguardia a jugar al ping-pong y comer un bocadillo de anchoas. Otras veces íbamos al cine. Yo luego me refugiaba en mis estudios de francés y al poco tiempo y todavía en mis 15 años pues ya empezaba a escribir mis cartas con cierta soltura. Mavi estudiaba español en su colegio, pero también contaba con que era su idioma de familia. La correspondencia era interesante y amena. Yo le contaba lo que hacía en Gijón y ella lo que hacía en Caen. Curiosamente a través de aquellos dos meses de paro el aprendizaje del francés a través de aquel curso me resultaba muy interesante. Ocupaba varias horas del día escribiendo palabras nuevas, frases; copiaba varias veces las palabras engorrosas. Hacía los ejercicios y luego miraba los errores. Ponía los discos y pronunciaba. En realidad me lo pasaba bien aprendiendo el idioma. Me sentía otra persona mejor, más feliz, al asimilar otro idioma que me desplazaba de mi mundo ordinario. Siempre esperaba a una nueva carta de Mavi para poder demostrar mis progresos y esa carta siempre llegaba puntual. Mavi empezaba a encarnar muchas otras posibilidades mías, mundos diferentes donde los dos podríamos llegar a ser los protagonistas.

Todos los días iba a buscar trabajo por los talleres de Gijón. Unas veces miraba los anuncios de periódico que pedían pinche o aprendiz, y otras iba yo caminando por las calles de las zonas industriales a pedir modo. Llegaba al taller y entre ruidos de máquinas o cortadoras, o bufidos de soldadura autógena o chasquidos de la eléctrica, pues preguntaba por “el jefe” o “el encargado”. A veces te decían que te llamarían, otras que ya estaba el puesto ocupado; otras que viniera dentro de una semana. Otros anuncios eran ya típicos y aparecían casi todos los días: "Gargallo, necesitamos pinches y peones” o “Bohemia Española necesita peones y pinches”, pero eran sitios que no me gustaban. Presentía eran trabajos peligrosos de obreros blasfemos que olían a vinazo o a orujo por la mañana. Nada. Yo quería algo más tranquilo, más de “mandilón” a poder ser en lugar de mono. Mi idea del trabajo no consistía en ganar dinero, pues bien sabía que el dinero lo había que entregar en casa y yo me quedaba con cinco durinos el fin de semana. Pero cinco duros eran bien poco y te los daban incluso sin trabajar llegado el caso; así que yo en esos años nunca relacionaba trabajo con ganar dinero para mí, sino que era lo mismo que ir a una buena o mala escuela. Trabajar era seguir yendo a la escuela sin más ambición que hacer lo que me decían. Otros chavales en el mismo taller recibían la paga casi íntegra y se esforzaban por ganar más y echar horas y comprara una moto o una bici; también aspiraban a progresar y hacer otra cosa que les diera más dinero. Yo nunca viví esa ambición. Si me obligaban a echar horas (esto se “sugería”) pues para mí era como una ampliación del horario escolar; o sea, un castigo.

En octubre ya estaba trabajando en Vulcanizados Mortera. Un día había visto un taller en una calle industrial no muy lejos del centro de Gijón y me pareció un sitio tranquilo. Hacía una semana que había fracasado en unas pruebas para entrar de aprendiz en el Dique Duro Madera. A aquellas pruebas nos habíamos presentado ciento y la madre; y yo fracasé en algún ejercicio. La pena fue que no me examinaron de francés. Así que cuando fui a ver la lista y yo no aparecía pues me puse a patear las calles en busca de cualquier “modo”. En casa presionaban. También me decían que tenía que matricularme en la Escuela de Maestría como nocturno para aprender un oficio. Pero aquellos meses no estaba yo enfocado en trabajos o en escuelas. Aquello era un mundo hostil para mí, pero era el mundo real y no veía otra cosa viable. Si no servías para estudiar pues entonces a trabajar y punto. Mi mundo imaginativo era muchísimo más interesante. El estar enamorado de Mavi hacía posible cierta magia y ensueño a la hora de pasear la ciudad. Ansiaba con irme de Gijón, de España. España cuando la comparaba con las películas americanas o francesas o los artículos de Selecciones del Reader’s Digest o Mecánica Popular, o también los relatos de Mavi en sus cartas, pues me parecía un país ordinario en contraste con aquella gente de otros países tan amable y dispuesta. La vida en Gijón era una vida de desconfianza provinciana sin más futuro que acoplarse a lo ya existente. Así que solo soñaba con irme de España, irme a otros países y vivir de otra manera. Irme a Francia, a Inglaterra a Estados Unidos, etc. Cambiar mi identidad a cualquier precio. No me sentía a gusto con vivir donde vivía o ser de donde irremediablemente era. Nunca pude evitar eso.

Ardano parecía encontrar un equilibrio emocional. Abrimos una botella de buen vino y nos quedamos un rato en silencio. Era evidente que todavía había cosas en el tientero.

lunes, 20 de agosto de 2012

HAY MUCHAS HISTORIAS DE AMOR ADOLESCENTE. ESTA ES OTRA (1)

Mi amigo Ardano Cortaped tenía ganas de contarme una experiencia lejana. Nuestras mujeres estaban mirando unas revistas de moda y ese día radiante de sol de verano le había traido recuerdos del pasado. Ardano creía que el pasado ahora quedaba más claramente revelado y, si lograba expresarlo y narrarlo a alguien, entonces mucho mejor. Y así empezó a conta mientras paseábamos por el jardín).

Tan solo tenía quince años y había descubierto mi amor romántico en forma de una francesita de catorce años hija de españoles, hijos de la guerra, que vivían en Francia en la bonita ciudad de Caen. Yo, en ese momento empezaba a trabajar en una imprenta haciendo recados y mal aprendiendo el oficio de impresor. Un amigo del club Vanguardia Obrera situado en la calle Cabrales me había hablado de la necesidad de un aprendiz en la imprenta Impresatura S.L. En realidad en esa imprenta no hacía más que ir y venir con la bicicleta recorriendo toda la ciudad y cobrando recibos y yendo a correos a coger paquetes o certificarlos y, a veces, pues alguien me decía cómo funcionaba la máquina minerva, pero sin mucho éxito. La imprenta no parecía ser lo mío y tampoco me dejaban el tiempo suficiente para saber apreciarla.

Y fue en ese verano cuando me enamoré de aquella francesita de origen español de la ciudad de Caen. Llegaron un sábado por la mañana y fueron a casa del tío Cormarán que vivía cerca de casa. Parece ser que el tío Cormarán ya había estado en Francia con sus primas, hijas de la guerra, casadas con españoles también hijos de la guerra. Y allí en Francia había intentado abrirse camino en el mundo del trabajo con apoyo de las primas. No salió bien el experimento y dicho tío volvió a casa. Decía que el tiempo frío y húmedo le afectaba y que no se acostumbraba. El caso es que ese día de verano llegaron los “franceses” (como a partir de entonces les denominaba la familia) en dos Citröen modelo DS Berlina que para nosotros parecían cochazos de lujo en aquella España del 600 y del Dos Caballos, todavía inasequibles para muchos. Era el mes de julio de 1965 y el verano era radiante aquel año. Eran dos matrimonios en sus cuarenta, con dos hijos cada uno. Mi francesita era hija de uno de ellos, tenía un hermano más pequeño. El otro matrimonio tenía dos hijas. Uno de los padres trabajaba en una fábrica de camiones Renault, y el otro era encargado de obras de construcción. Eran una gente que desde el principio me caían bien. Me parecían gente al margen de los fuertes prejuicios provincianos y convencionales de la Asturias de entonces y, sin descuidarme mucho, de la Asturias de ahora. Hablaban de las cosas corrientes para nosotros con cierta curiosidad desapegada y objetiva que a mí me resultaba también curioso.

Los franceses se alojaron en el camping del Rocadrán y un día fuimos toda la familia a bañarnos al roquedal que estaba al lado del camping. Y allí estaba la francesita tan guapa y con el bikini dejando ver un cuerpo precioso en una época en que los bikinis en España todavía no estaban implantados y el pudor moral era todavía muy fuerte. La francesita se llamaba Maví, como el título de la canción de moda en aquel verano. Y así fue cómo Maví y yo nos miramos y contemplamos y hablamos con cierto nerviosismo y complicidad. Me perecía la criatura más hermosa de la tierra pues tenía además de una cierta timidez, una mirada de inocencia en un verano soleado con el ambiente de música de moda y la gente disfrutando de las vacaciones y la playa. Pero nuestros encuentros fueron pocos. Contados. Los franceses parecían estar tutelados ese verano por la familia del tío Cormarán y los planes estaban muy condicionados a los espacios de los coches Citröen, ya que el tío Cormarán no tenía más que una Guzzi y con la Guzzi no se podía ir muy lejos. Así que se fueron a sitios fuera de Gijón a ver lugares de infancia como Ribadesella, Lastres, etc. y yo no contaba en esos planes. Así que me pasé aquellos días de visita francesa trabajando en la imprenta hasta tarde y los fines de semana no estaban a mi disposición para estar ni tan siquiera unas horas con Maví. Era una puñetera frustración sin posibilidad de remediarla. Cuando ves que las circunstancias te tratan así sientes que todo a tu alrededor pierde valor y vives como un extraño metido en tí mismo. Ellos se iban a algún lugar con la familia del tío Cormarán u otra familia. Yo, con toda mi pasión de adolescente, habría de quedarme trabajando en un taller hostil.

Pero hubo tiempo para intercambiar direcciones y para decirse cosas más con la mirada y las palabras tímidas que de forma libre y desinhibida. Tampoco eran tiempos para tales formas de expresar el amor. A los diez días se fueron, ya que tenían que visitar otros familiares fuera de Asturias. Más tarde me enteré que ese año 1965 fue el primer año que les dejaron entrar a España. En años anteriores se conformaban con llegar a la frontera y mirar al otro lado del Bidasoa con la esperanza de poder entrar libremente algún día. No cabe duda que esa primera visita era para ellos una intensa alegría. Todo un triunfo. La dirección de Maví era una calle de Caen. Y a partir de ahí Caen se convirtió para mi en una ciudad mítica; un objetivo ansiado por la imaginación; un lugar de magia donde habitaba Maví.

(Continuará en epígrafe superior)

sábado, 28 de julio de 2012

AQUELLOS AÑOS DE EXTRAÑA JUVENTUD PROTESTANTE

 Paulo echó un largo trago a su café y comenzó a relatar su experiencia pasada de joven protestante en un páis de tradición absolutamente católica, incluso en sus vertientes supuestamente anticatólicas. Nos dijo que explicar su experiencia requería de otros parámetros de comprensión del cristianismo que el español medio desconocía por completo. Así que dijo:

En la Capilla Evangélica no había curas majos que hacían cabriolas en el centro de los corros de la patata aunque alguna vez también se jugaba en algún parque o playa, pero nuestra vida protestante que no quería ser nombrada como protestante para no seguir el juego católico de palabra despectiva y porque además en los Hermanos de Plymouth que tampoco era nombre reconocido ya que el único nombre reconocido eran las Asambleas de Hermanos que se reunían en la Capilla Evangélica y todo lo demás sobraba. Pues los jóvenes primero íbamos al culto a escuchar los sermones dominicales con sus himnos que cantábamos con gana y luego el predicador o el pastor nos hablaba sobre algunos pasajes de la Biblia y nosotros abríamos nuestra biblia Reina-Valera del 60 editada por la Sociedad Bíblica de Londres y en cuyas sobrecubiertas había unas fotos en color sobre Latinoamérica donde aparecía una iglesia luterana rural en Chile; y, bajo la sobrecubierta la biblia estaba forrada de negro y con su bordes pintados de tinta roja. 

Luego, cuando el predicador o auxiliar nos mandaba cantar otro himno pues abríamos el himnario en el número indicado, nos poníamos de pie, y con la ayuda del órgano que nos daba el tono pues comenzábamos a cantar los himnos clásicos del protestantismo histórico, más tarde sustituidos por razones de adaptación al modo más popular de dirigirse a Dios por los llamados coros o coritos que sonaban más a canciones comerciales-sentimentales de emisoras latinoamericanas, pero si ese era el gusto popular pues no había problema en adaptarlo. No obstante el culto de comunión o la llamada Cena del Señor que empezaba a las 11 era un culto que en aquella época se celebraba formando los bancos en círculo y mirándonos los unos a los otros en un plano de igualdad con la mesita de madera en el centro y la copa y el pan encima que eran los símbolos que representaban la carne y sangre del Señor Jesucristo; no la carne y sangre real como los católicos, sino los símbolos. Nos movíamos a un nivel simbólico-representativo más que a un nivel material, de realidad material o milagro de transubstanciación. Luego la copa circulaba uno a uno y cada uno bebiendo el símbolo a través de su representación material. Y luego el riche de pan se iba partiendo y comiendo.

La letra impresa, el texto bíblico, era nuestra fuente de significado; pero nuestra fuente de significado no se dejaba abrir de forma transparente, sino que había que saberla interpretar, asociarla correctamente con su contexto y con otros contextos allí mismo dentro del Libro, fuere más atrás o más adelante, porque el Libro era como un mundo cerrado en sí mismo y que se iba abriendo página a página, capítulo a capítulo, versículo a versículo; y el placer estético de la lectura bien pronunciada y el sentido que se iba trabajando y al mismo tiempo nuestra alma se iba alimentando de la Palabra. Sentidos trascendentes que partían de épocas milenarias donde los personajes vestían túnicas o ropajes falderos y que normalmente parecían tener muy poco sentido del humor. Se mataba con facilidad al mismo tiempo que se prohibía matar, se fornicaba y adulteraba también ocasionalmente (y el rey David no aguantaba su lujuria) al mismo tiempo que se prohibía el adulterio y la fornicación. Se asesinaba con deleite y mala leche a reyes o a plebeyos o se les ajusticiaba de acuerdo a la Torá. Pero también había historias de mucha calidad humana que agarraban, que deleitaban, que enseñaban. Y que decir de las profecías elevadas a un grado de simbolismo incomprensible para nuestras mentes jóvenes, profecías apocalípticas de horrores finales en este planeta tan lleno de maldad; donde luego habría de brotar el paraiso de los nuevos cielos y la nueva tierra..

Y luego los evangelios con Jesús, pero Jesús era un personaje extraño que curaba leprosos y gente tullida y hambrientos que no comían y les hacía comer bajo la condición de la fe. Y sermones de desprendimiento que despertaba ansiedades en nuestras mentes del siglo XX, pues cómo iba uno a dejarse dar un bofetón del enemigo o dejarle el conjunto vaquero que nos había costado tiempo de ahorro y sacrificio trabajando en el taller, para dárselo al gamberro del barrio si te lo pedía y sin necesidad de que te amenazara con una tunda de hostias; sino que tú, tú mismo se lo debías de dar en ese caso por que esa era la mejor prueba del amor al Señor según el Sermón de la Montaña. Extraño Jesús el Cristo. Más extraño todavía era el evangelio tan etéreo de Juan, tan místico. Los personajes parecían pretextos de una predicación fuertemente teológica. Siempre me pareció que la clave del  personaje del Jesús de los evangelios está más en lo que no está escrito que en lo que se escribió, pero ya nadie puede recobrar lo ya silenciado por la historia. 

Y luego Pablo, el enrevesado Pablo, el chocante Pablo que sólo se preocupaba de un Jesús sangrante en la cruz, un Jesús de muerte y resurrección; el milagro de la fe, y luego las disputas y las polémicas en un mundo que ya dejaba de ser propiamente judío.

En la Capilla Evangélica era ese mundo, ese Libro, ese continuo contacto con un mundo hebreo, judío más tarde; para después entrar en escena los gentiles griegos y romanos. El capitalismo, el comunismo, la Historia: eso era el Mundo y su saber. Nada que objetar al mundo del saber, el problema era quizás el nivel cultural de la Capilla por razones de composición social del protestantismo asturiano; pero la letra impresa, el Libro y sus interpretaciones era la puerta de entrada a otros libros que actuaban como pie de nota del Libro de los Libros. La Historia, la política, la economía; eso era el Mundo; y la Capilla pretendía estar fuera del Mundo como una puerta de entrada a otro mundo espiritual de vida eterna, pero El Texto llevaba inexorablemente a otros textos: a la posible idolatría de la textualidad.

En la Capilla Evangélica no había curas majos, ni catolicismo social; ni exhibicionismos caritativos, ni ansias de controlar sociedad alguna o de cambiar el mundo. Nuestra vida era un paso por una tierra habitada por hombres y mujeres cuya esencia era pecado; y ese pecado necesitaba de redención por el milagro de la fe; y esa fe daba felicidad y absoluta seguridad que nadie podía quitarte. Y todo estaba en el Libro.

Ved relato relacionado: 

SATURNINO Y SU PECULIAR MODO DE ENTENDER SU PAÍS.