Salíamos de trabajar de diferentes fábricas y talleres. Nos
juntamos en la esquina de la Avenida Perturroñosa y allí entablamos la discusión.
Genaro Guirmaldeno era un católico empedernido y decía que la salvación era por
obras, también Lucila Bracamontiana que era testiga de Jehová decía que la
salvación era por obras. Pero Eulogiatero Munaskilón que era calvinista sacó su
Gran Biblia de tapas negras de piel y abriendo por una página y por otra
demostraba que la salvación era por pura gracia de Dios que escogía a los suyos
y entonces dijo algo que ahora después de 80 años todavía me acuerdo. Eulogiatero
Munaskilón acercó su bici al tráfico pesado de aquella infernal avenida
Perturroñosa y dijo:
“SI AHORA ME PILLA UN CAMIÓN PEGASO IRÍA AL CIELO
DIRECTAMENTE”
“No, no irías al cielo directamente Eulogiatero Munaskilón,
irías al Purgatorio ya que no eres perfecto y tendrías que purgar tus pecados.”
Le respondió Genaro Guirmaldeno con angustia.
“Qué narices de Purgatorio” le respondió Lucila Bracamontiana
“No hay tal purgatorio. Moriría y tendría que esperar a la resurrección de los
muertos para ser juzgado y si fuere encontrado infiel pues sería destruido”.
También se juntaba Nitrocelaterio Jamaskulka
que era adventista del septimo día y una tal Clamatonia Incerbuta que era atea.
Yo era judía y prefería escuchar. Nuestra ciudad era una triste ciudad provinciana de una región húmeda norteña
en un país dominado por una dictadura. Pero nosotros discutíamos casi todos los días
nuestras diferencias con pasión. Aquellas antiguas y ancianas y reverentes palabras del Santo Libro
sonaban de nuevo cerca de la avenida Perturroñosa. Aquel corro que formábamos era
un oasis de misterio en medio de la más absoluta mediocridad del mundo que nos
rodeaba.
Ha pasado mucho tiempo y ahora en mi ancianidad recuerdo que
era allí entre todos ellos donde existió alguna vez la posibilidad de que se abriera
cualquier puerta extraña a otro mundo. Desde aquellas páginas
de las biblias surgían las voces de milenarios profetas que se exasperaban para
hacer creer inutilmente algo importante a su pueblo. Y nosotros las discutíamos con pasión e
inocencia. Más tarde el
mundo también nos empezó a ser gris, triste, mentiroso, criminal, hipócrita, cruel,
demasiado cruel con todos cuando se desencadenó la guerra y las horribles venganzas.
Y yo ahora, desde mi casa de Tiberíades mirando al Mar de Galilea, digo, una vez que todos aquellos mis amigos han
muerto en aquel lejano país:
Te maldigo perro mundo por lo que eres y porque no no nos has dado NUNCA a nadie
NINGUNA razón del porqué eres así tan CRUEL, loco y despiadado. Maldición y desprecio a
todo lo que representas, yo Mikaliverta Levisafrán, libre de tus miserables
garras y desde la más plena y absoluta independencia de mis facultades .
Pues sí. Menuda recomposición habría que hacer.
ResponderEliminarEl último de Filipinas30 de noviembre de 2012 20:43
ResponderEliminarMira que si al final le atropella el camión y resulta que se reencarna.