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lunes, 30 de septiembre de 2013

TRES GATITOS TENÍA MI ABUELITA

Tres gatitos tenía mi abuelita en el salón
Uno se llamaba Capón, otro Sultán y otro Rabón

Mi abuelito era el rabino de la Mez-Barak
Y siempre leía la Torá.

Un día vinieron los cosacos
Y los llevaron en unos sacos

Y ahora solo me quedo en un rincón 
Con Capón, Sultán y Rabón.

MIRÁBAMOS AL VALLE

Mirábamos al valle tras el ventanuco de la cabaña. El reverendo Warton había venido a visitar a mi abuelo que estaba en enfermo en la cama. La Sra Warton nos había traído una tarta de manzana. Luego salimos a jugar con la nieve y Chuby, nuestro perro, venía ladrando. Oíamos los aullidos de los coyotes en las blancas montañas. Al día siguiente iríamos con Daddy a la granja de los menonitas. Los menonitas nos regalaban miel y huevos y eran muy buena gente.

sábado, 14 de septiembre de 2013

NEWBORG Y NEWBORG

Estaba en la ciudad de Newborg y se encaminó a la universidad. Hacía un sol resplandeciente y la ciudad
presentaba un aspecto completamente nuevo y novedoso para él. Quizás no tan nuevo y novedoso ya que la ciudad que ahora veía conectaba de alguna manera con sensaciones muy parecidas en otras épocas de su vida. Era como si hubiese dos ciudades: la real y otra paralela, pero que dependiendo en dónde él estuviera una devenía en real y otra en paralela sin saber si realmente cual era la real o cual era la paralela. No importa, lo importante es que en ese momento estaba en Newborg camino de su clase de literatura en la universidad y por el camino vio a Elisabeth que estaba con un grupo de estudiantes avanzados hablando de cosas intrascendentes. Elisabeth se sorprendió de verle. No era el sitio donde lo esperaba ver. No le correspondía estar allí a tantos miles de kilómetros de dónde procedían los dos, pero él también pensaba lo mismo de ella. ¿Qué hacía allí? Ella le dijo que estaba en un intercambio de profesores durante el verano, y de repente todo parecía normal; la normalidad de un mundo cada vez más globalizado e instantáneo.

Pero su objetivo era ir a la clase de literatura inglesa del Dr. Swagger. Sentía verdadera pasión por aquella clase que tanto le aportaba, sobre todo cuando estudiaban a los románticos ingleses partiendo de William Blake, y pasando por William Wordsworth, Byron, Coleridge, y otros. Además era el cálido ambiente de los estudiantes entre clase y clase o fuera de la universidad tomando cervezas por la acogedora ciudad de Newborg. El Dr. Swagger solía acompañarles alguna vez y entre cerveza y cerveza dejaba ver su erudita pasión por la literatura y su gran experiencia de la vida después de haber enseñado por muchas universidades del mundo. También estaba la biblioteca del departamento de inglés con su estilo de decoración más acorde con la época victoriana que con la posmodernidad informatizada. Era una biblioteca donde el simple hecho de estar allí era como haber entrado en un templo esotérico del saber y entonces las
preocupaciones mundanas quedaban en la puerta para pasar a vivir el mundo de la pura imaginación. Se encontraba muy a gusto; era su mundo propio; su forma de ver las cosas. Los compañeros de clase eran esas personas que sabían escuchar; que luego hacían preguntas exploradoras y entre unos y otros lograban que el tiempo pasara rápido en libre comunión de ideas y de cervezas. Ambiente liberal-burgués dentro de un espacio privilegiado, separado del mundo.

Desde la misma universidad se podía contemplar la ciudad de Newborg ya que el campus estaba situado en lo alto de una pequeña meseta desde donde se podía también contemplar el Platas River. Pero en esta realidad paralela o real o viceversa la tonalidad era diferente a la otra. En esta las colinas circundantes eran más elevadas y frondosas; y el centro de la ciudad aparentaba ser más peligroso por determinados barrios de minorías hispanas o negras. Había como una dramática o radical diferenciación entre determinados rincones o zonas hostiles pobladas de marginalidad criminal y la ciudad propiamente civilizada, limpia, con sus calles de casitas o mansiones todas bordeadas o inmersas en jardines abiertos y bien cuidados; el césped bien segado; las iglesias de diferentes denominaciones cristianas destacando con sus torres de piedra o ladrillo rojo. Recordaba haber paseado alguna vez solo y de noche por el barrio hispano y sentir un extraño miedo a ser atracado, agredido con arma de fuego y entonces corría en dirección al centro por la calle Cinco y por fin salir de la angustia a lo desconocido. Pero el por qué de aquellas visitas era algo que no encontraba razón; quizás la razón de los sueños.

Pero hoy su objetivo de llegar cuanto antes a la clase de literatura del Dr. Swagger, se veía truncado por una abrumante sensación de tener que dejar de asistir a clase, de abandonar el curso; por razones imperativas.
Se daba cuenta que aquella realidad ya no le correspondía; y, divisando desde el pasillo la puerta entreabierta del aula, veía la clase ya en pleno funcionamiento, los estudiantes tomando notas en silencio; la voz del profesor Swagger explicando un poema de Shelley; y él, allí contemplando lo que ya no era posible continuar. Se daba cuenta que había de volver a su otra realidad donde tenía sus compromisos “reales” de vida y entonces aquella experiencia con el mundo del romanticismo inglés y las formas de vida que todo ello conllevaba quedaba en suspenso de forma irremediable. De hecho ya había comenzado a faltar a clase y sentía pena, tremenda pena de tener que dejarlo. Era como si le arrancaran algo de sí mismo para luego sentir su falta o carencia como una nostalgia continua. El mundo al que había de volver ya no era así; era esa otra realidad de visceralidad a flor de piel, de obligaciones sin sustancia; de sequedad espiritual; de excesiva densidad urbana y social. Poco a poco se fue extinguiendo ese mundo de Newborg y así despertar a la otra dimensión del realismo duro del otro Newborg.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

SIN NOTICIAS EN EL FRENTE DE LA VIDA, MI TENIENTE

Llevaba ya muchos años en el Ejército. Estaba a gusto. La vida militar le convenía pues la
disciplina le centraba la vida. Quizás en otro trabajo su vida hubiere sido más complicada. Siempre había preferido los puestos militares lejos de su provincia. Recordó que cuando era joven y hacía el servicio militar también fuera de su provincia pues escribía cartas a la familia, a su novia, a los amigos, etc. Además recordaba aquel año como un año de sol, de claridad, de futuro, de esperanza, etc. El servicio militar era sólo un tiempo de tránsito hacia el futuro. Entonces tenía todo un futuro por delante. Pero, paradojicamente, el futuro fue seguir en el Ejército. Se dio cuenta que le gustaba la vida de disciplina; de cadena de mando y obediencia. No le fue difícil enrolarse en la Escuela Militar.

En el actual servicio militar era ya un veterano, una persona mayor; un hombre con mucha experiencia de la vida. Además era respetado. Sus opiniones y simple presencia en las instalaciones eran apreciadas. Se sentía a gusto. Cogía el jeep y daba vueltas por los campos de instrucción, por los barracones de las compañías, por los talleres o canchas deportivas. Era su mundo. Fuera del recinto militar no tenía a nadie. Quiso volver a escribir a su mujer, pero su mujer hacía tiempo que lo había abandonado y había perdido su pista, aunque no su recuerdo que lo perseguía como un fantasma acusador. ¿Qué habría hecho mal? No toda la culpa era suya, pero la vida es así y muchas cosas ocurren sin que haya explicaciones racionales que nos consuelen. Pensaba en sus padres, pero ya habían muerto los dos hacía unos años. Su hermana mayor, casada con un abogado, vivía en los Estados Unidos desde hacía veinte años y los contactos con ella eran cada vez más distanciados. Cuando venía de vacaciones solía hacerlo en otras zonas del país y raramente prestaba una vista relámpago a su hermano; visita que además tenía intereses económicos, relacionados con unas propiedades heredadas de sus padres. En realidad él siempre había estado fuera de la casa familiar desde muy joven y por tanto los lazos afectivos ya débiles en sí, se fueron debilitando mucho más.

Su vida era el Ejército, pero pronto habría de pasar a la reserva. De hecho ya había agotado todos sus años
de excedencia por edad. ¿Qué haría viviendo en una ciudad que ya casi no recordaba? Y lo peor: ¿Qué haría solo sin amigos con quienes contar? Una fuerte tristeza se fue apoderando de él. A la mañana siguiente muy temparano cogió el jeep y se dirigió hacia los bosques que rodeaban los campos de tiro. Llovía con intensidad, pero la lluvia y la humedad se aliaban con él en su tristeza. Paró el auto y vio las luces lejanas del pueblo. Sacó el termo y echó un trago de café.

No había que pensar mucho las cosas. Era sólo cuestión de actuar, de estar siempre en movimiento; de evitar que las aguas se estancaran y dejarlas seguir su curso. Volvió a arrancar el jeep y volvió hacia el edificio central.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

AQUELLOS QUE AMAN SU OFICIO Y LES ES DE BENEFICIO


Cuando voy a tomar una cerveza al bar de la esquina o a otro sitio del barrio, una de las cosas que más me
gusta es coincidir con alguien que te empieza a hablar de su profesión o de sus hobbies. Recuerdo con agrado la conversación con un vecino que me contó cómo años atrás fabricaba muebles de encargo. Me describía su taller en una casa de las afueras de la ciudad con todo detalle, sus máquinas, sus herramientas, sus pinturas, barnices, disolventes; tipos de maderas y de dónde procedían. Luego se ensimismó describiendo el proceso de fabricación de los muebles, las ideas de las que partía, los planos, etc… Aquel hombre trabajaba sólo, una vez muerto su padre, y vivía su profesión con amor, como un arte. Se le veía un hombre satisfecho pues dicen que aquellos que disfrutan de su trabajo ya tienen el 80% de felicidad asegurada. Fue una experiencia muy interesante que además sirvió para hacer una buena amistad. Otro día fue un soldador quien entre culín y culín de sidra en una sidrería cercana me explicó su labor como obrero de montajes. Lo interesante no sólo eran los viajes a otros países y cómo los describía a través de su experiencia; sino el trabajo en sí, de colocación de vigas, de fijación de estructuras metálicas a bastante altura; de corte de material de acero de acuerdo a los planos; el tipo de electrodo y soldadura utilizado, etc., etc. Pasamos dos horas hablando sin enterarme del paso del tiempo. Desfilaron personajes, jefes buenos y malos; días peligrosos para trabajar y otros relatos.

El fútbol suele ser también entretenido cuando topas con alguien que realmente entiende de este deporte. Tengo la suerte de acudir a una tertulia donde uno de los tertulianos sabe de fútbol, conoce las técnicas, entiende de las dinámicas económicas-financieras que mueven este deporte; y, cuando se pone a hablar sobre los partidos del fin de semana es todo un erudito en estrategias de juego, estilos de los jugadores, errores o aciertos de los entrenadores, etc. Es un placer estético oírle hablar y con ello el tiempo pasa de forma agradable. En general me gusta hablar con la gente que siente pasión por alguna destreza, por su oficio, por su afición, por su espacio de tiempo entregado a algo donde él o ella pueden ser dueños de sí mismo; proyectarse en sí mismos en libertad. En realidad nadie debería estar en ningún sitio donde no debería estar; nadie debería de aceptar ese sitio que otros diseñan para él o ella. Pero la vida no ofrece siempre está posibilidad y muchos se mueven en oficios que no desean, que a veces odian; que la necesidad les fuerza a aceptar. De eso también se oye mucho en los foros de los bares y sidrerías del barrio.