Cuando voy a tomar una cerveza al bar de la esquina o a otro
sitio del barrio, una de las cosas que más me
gusta es coincidir con alguien
que te empieza a hablar de su profesión o de sus hobbies. Recuerdo con agrado
la conversación con un vecino que me contó cómo años atrás fabricaba muebles de
encargo. Me describía su taller en una casa de las afueras de la ciudad con
todo detalle, sus máquinas, sus herramientas, sus pinturas, barnices,
disolventes; tipos de maderas y de dónde procedían. Luego se ensimismó
describiendo el proceso de fabricación de los muebles, las ideas de las que
partía, los planos, etc… Aquel hombre trabajaba sólo, una vez muerto su padre,
y vivía su profesión con amor, como un arte. Se le veía un hombre satisfecho
pues dicen que aquellos que disfrutan de su trabajo ya tienen el 80% de
felicidad asegurada. Fue una experiencia muy interesante que además sirvió para
hacer una buena amistad. Otro día fue un soldador quien entre culín y culín de sidra en
una sidrería cercana me explicó su labor como obrero de montajes. Lo
interesante no sólo eran los viajes a otros países y cómo los describía a través
de su experiencia; sino el trabajo en sí, de colocación de vigas, de fijación
de estructuras metálicas a bastante altura; de corte de material de acero de
acuerdo a los planos; el tipo de electrodo y soldadura utilizado, etc., etc. Pasamos
dos horas hablando sin enterarme del paso del tiempo. Desfilaron personajes,
jefes buenos y malos; días peligrosos para trabajar y otros relatos.El fútbol suele ser también entretenido cuando topas con alguien que realmente entiende de este deporte. Tengo la suerte de acudir a una tertulia donde uno de los tertulianos sabe de fútbol, conoce las técnicas, entiende de las dinámicas económicas-financieras que mueven este deporte; y, cuando se pone a hablar sobre los partidos del fin de semana es todo un erudito en estrategias de juego, estilos de los jugadores, errores o aciertos de los entrenadores, etc. Es un placer estético oírle hablar y con ello el tiempo pasa de forma agradable. En general me gusta hablar con la gente que siente pasión por alguna destreza, por su oficio, por su afición, por su espacio de tiempo entregado a algo donde él o ella pueden ser dueños de sí mismo; proyectarse en sí mismos en libertad. En realidad nadie debería estar en ningún sitio donde no debería estar; nadie debería de aceptar ese sitio que otros diseñan para él o ella. Pero la vida no ofrece siempre está posibilidad y muchos se mueven en oficios que no desean, que a veces odian; que la necesidad les fuerza a aceptar. De eso también se oye mucho en los foros de los bares y sidrerías del barrio.
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