En mil novecientos sesenta y siete fuimos de excursión un
grupo de amigos de Gijón al monte por la zona de Campu Casu. Paramos en una
aldea abandonada a comer. A lo lejos de la aldea vimos una cabaña grande y
en ella parecía vivir gente. Después de comer nos dirigimos a dicha cabaña por un
camino. Al llegar fuimos recibidos por unas cuatro
parejas de jóvenes más o menos de nuestra edad. Nos recibieron con alegría y
efusión. Nos invitaron a visitar unas cuevas cercanas y luego compartieron la
merienda con nosotros.
Hablaron de todo un poco, pero hubo algo que nos dijeron que nos cambió para siempre. Nos pasó el tiempo muy rápido, ya que luego supimos que habíamos llegado a estar tres días. Nuestras familias ya habían dado parte a las autoridades para saber qué nos había pasado. Hemos de considerar que el monte por esta zona puede llegar a ser peligroso por su frondosidad y barrancos.
Hablaron de todo un poco, pero hubo algo que nos dijeron que nos cambió para siempre. Nos pasó el tiempo muy rápido, ya que luego supimos que habíamos llegado a estar tres días. Nuestras familias ya habían dado parte a las autoridades para saber qué nos había pasado. Hemos de considerar que el monte por esta zona puede llegar a ser peligroso por su frondosidad y barrancos.
Todos quedamos sorprendidos con aquella experiencia, pero
nuestra sorpresa y sentido del misterio aumentó cuando supimos que nadie en las
aldeas cercanas asegura haber visto a nadie en tal cabaña durante el tiempo que
habíamos estado nosotros. Tampoco, ni antes ni después; según un vecino de la
zona que aseguraba la cabaña estaba en el camino que él seguía para cuidar su
ganado que pastaba en una braña no muy lejos de allí. Además no había restos ni
señales de que alguien hubiese habitado tal cabaña, que por otra parte estaba
ya abandonada y en ruinas. Ni menos ninguna cueva cercana.
En definitiva, nunca más supimos de aquellas parejas de jóvenes
que habitaron la cabaña en aquellos días, pero todos nosotros recordábamos
cosas agradables bajo un sol reluciente, caminando por las orillas de los
arroyos y escuchando los relatos en forma de leyendas que aquellos jóvenes nos
contaban. Efectivamente, habíamos vivido todo aquello como un sueño. Lo que sí llegó a ser común a todos los que vivimos esa
experiencia es que todavía vemos en nuestros sueños las cuevas que nos llevaron
a visitar en las primeras horas de la visita a dicha cabaña.
http://www.youtube.com/watch?v=0V8FLjkpd00
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