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sábado, 14 de septiembre de 2013

NEWBORG Y NEWBORG

Estaba en la ciudad de Newborg y se encaminó a la universidad. Hacía un sol resplandeciente y la ciudad
presentaba un aspecto completamente nuevo y novedoso para él. Quizás no tan nuevo y novedoso ya que la ciudad que ahora veía conectaba de alguna manera con sensaciones muy parecidas en otras épocas de su vida. Era como si hubiese dos ciudades: la real y otra paralela, pero que dependiendo en dónde él estuviera una devenía en real y otra en paralela sin saber si realmente cual era la real o cual era la paralela. No importa, lo importante es que en ese momento estaba en Newborg camino de su clase de literatura en la universidad y por el camino vio a Elisabeth que estaba con un grupo de estudiantes avanzados hablando de cosas intrascendentes. Elisabeth se sorprendió de verle. No era el sitio donde lo esperaba ver. No le correspondía estar allí a tantos miles de kilómetros de dónde procedían los dos, pero él también pensaba lo mismo de ella. ¿Qué hacía allí? Ella le dijo que estaba en un intercambio de profesores durante el verano, y de repente todo parecía normal; la normalidad de un mundo cada vez más globalizado e instantáneo.

Pero su objetivo era ir a la clase de literatura inglesa del Dr. Swagger. Sentía verdadera pasión por aquella clase que tanto le aportaba, sobre todo cuando estudiaban a los románticos ingleses partiendo de William Blake, y pasando por William Wordsworth, Byron, Coleridge, y otros. Además era el cálido ambiente de los estudiantes entre clase y clase o fuera de la universidad tomando cervezas por la acogedora ciudad de Newborg. El Dr. Swagger solía acompañarles alguna vez y entre cerveza y cerveza dejaba ver su erudita pasión por la literatura y su gran experiencia de la vida después de haber enseñado por muchas universidades del mundo. También estaba la biblioteca del departamento de inglés con su estilo de decoración más acorde con la época victoriana que con la posmodernidad informatizada. Era una biblioteca donde el simple hecho de estar allí era como haber entrado en un templo esotérico del saber y entonces las
preocupaciones mundanas quedaban en la puerta para pasar a vivir el mundo de la pura imaginación. Se encontraba muy a gusto; era su mundo propio; su forma de ver las cosas. Los compañeros de clase eran esas personas que sabían escuchar; que luego hacían preguntas exploradoras y entre unos y otros lograban que el tiempo pasara rápido en libre comunión de ideas y de cervezas. Ambiente liberal-burgués dentro de un espacio privilegiado, separado del mundo.

Desde la misma universidad se podía contemplar la ciudad de Newborg ya que el campus estaba situado en lo alto de una pequeña meseta desde donde se podía también contemplar el Platas River. Pero en esta realidad paralela o real o viceversa la tonalidad era diferente a la otra. En esta las colinas circundantes eran más elevadas y frondosas; y el centro de la ciudad aparentaba ser más peligroso por determinados barrios de minorías hispanas o negras. Había como una dramática o radical diferenciación entre determinados rincones o zonas hostiles pobladas de marginalidad criminal y la ciudad propiamente civilizada, limpia, con sus calles de casitas o mansiones todas bordeadas o inmersas en jardines abiertos y bien cuidados; el césped bien segado; las iglesias de diferentes denominaciones cristianas destacando con sus torres de piedra o ladrillo rojo. Recordaba haber paseado alguna vez solo y de noche por el barrio hispano y sentir un extraño miedo a ser atracado, agredido con arma de fuego y entonces corría en dirección al centro por la calle Cinco y por fin salir de la angustia a lo desconocido. Pero el por qué de aquellas visitas era algo que no encontraba razón; quizás la razón de los sueños.

Pero hoy su objetivo de llegar cuanto antes a la clase de literatura del Dr. Swagger, se veía truncado por una abrumante sensación de tener que dejar de asistir a clase, de abandonar el curso; por razones imperativas.
Se daba cuenta que aquella realidad ya no le correspondía; y, divisando desde el pasillo la puerta entreabierta del aula, veía la clase ya en pleno funcionamiento, los estudiantes tomando notas en silencio; la voz del profesor Swagger explicando un poema de Shelley; y él, allí contemplando lo que ya no era posible continuar. Se daba cuenta que había de volver a su otra realidad donde tenía sus compromisos “reales” de vida y entonces aquella experiencia con el mundo del romanticismo inglés y las formas de vida que todo ello conllevaba quedaba en suspenso de forma irremediable. De hecho ya había comenzado a faltar a clase y sentía pena, tremenda pena de tener que dejarlo. Era como si le arrancaran algo de sí mismo para luego sentir su falta o carencia como una nostalgia continua. El mundo al que había de volver ya no era así; era esa otra realidad de visceralidad a flor de piel, de obligaciones sin sustancia; de sequedad espiritual; de excesiva densidad urbana y social. Poco a poco se fue extinguiendo ese mundo de Newborg y así despertar a la otra dimensión del realismo duro del otro Newborg.

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