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jueves, 11 de octubre de 2012

BACKWARDS IN TIME

Logré abrir una puertuca metálica que me conducía al interior del viejo edificio. Habían pasado muchos años. Demasiados. Pasé al interior y allí pude ver el espacio ya abandonado de lo que había sido mi escuela. No parecía que el edificio se había dedicado a otra cosa a lo largo del tiempo de su abandono. Pude encontrar mi aula. Podía ver a mi maestra con cara de cocodrilo y siempre malhumorada arrastrando las zapatillas por el pasillo intermedio que separaba dos hileras de pupitres. Podía ver el sitio donde me sentaba, vacío, sin nada. El cuarto olía a humedad y aire viciado.

El mismo barrio donde estaba la escuela era un lugar abandonado. Todas las casas estaban abandonadas o medio derruidas. Pero la antigua ciudad también estaba abandonada; tan solo habitada por tribus nómadas ocasionales que hacían fuegos por la noche aprovechando la madera abundantemente existente.

Había llegado allí después de cruzar los territorios agrietados y desérticos de la región a través de una carretera llena de baches y medio cubierta por hierbajos medio secos. Reconocía montañas lejanas, pero lo demás me resultaba un lugar inhóspito, casi desconocido. Salí de la escuela y rodeé el viejo edificio. De repente oí que alguien me gritaba a cierta distancia. Miré y vi a un hombre bajo de estatura y vestido con ropa sucia que me estaba apuntando con una escopeta de caza. Me dijo que me fuera, que me podía matar tranquilamente y llevarse el coche. Se conformaba con que dejara mi cartera en el suelo. Así hice temblando de miedo; seguidamente me subí al coche y me fui por donde había venido como una centella.

Nunca más volvería a las ruinas de mi pasado. La decadencia de un pasado fantaseado. Las traiciones de una mente que cree encontrar anclaje en los fantasmas.

Apreté el acelerador y fui descubriendo las enigmáticas sensaciones del presente a través de la desolación.

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