Buscar este blog

viernes, 30 de julio de 2010

MAR MUERTO


Hemos flotado en el Mar Negro. Me he embadurnado de barro y lodo porque según Emmanuel, viene muy bien para molestias musculares o problemas de piel como la psoriasis. No padezco soriasis pero es un placer embadurnarse con barro dentro del Mítico Mar Negro cuta salinidad y contenido en minerales te permite flotar sin nadar. Doy fe de que es así, pero hay un problemilla: cuando tratas de ponerte de pies no puedes y el agua te torna a posición supina como cuando pretendes hundir un globo en el agua y el globo te opone una fuerza sorprendente. Como no puedes nadar de modo convencional te ves en situación extraña: tienes que relajarte y seguir echado flotando.

La playa es particular y pertenece al kibutz En Gedi. Desde la playa y mirando a los montes del desierto de Judea, no muy lejos, están las cuevas de Qumram donde aparecieron los manuscritos del Mar Muerto. Más tarde pudimos verlas algo más cerca. Allí un grupo de los llamados esenios se retiraron a una vida comunitaria para practicar la Torá de una manera más pura, alejados de la influencia del Templo en Jerusalén. Hay veces en que uno puede acercarse a los lugares físicos donde tuvieron lugar acontecimientos históricos que se pierden en la lejanía de los siglos y que ya forman parte del territorio de la imaginación personal, de los rincones míticos en nuestra alma, a donde llegamos siguiendo los caminos de la nostalgia creativa, de los misterios que nos hacen revivir la historia como arquetipo universal. Qumram y los esenios forman parte de ese imaginario producto de lecturas, de un interés particular por una época en que se gesta el mesianismo, las esperanzas apocalípticas entre las cuales también se gesta el cristianismo. Los esenios forman en Qumram una extraña comunidad que anhela recuperar el auténtico significado de Israel como pueblo elegido de Dios, separándose de un Templo ya contaminado por un sacerdocio corrupto y vendido al invasor romano. Es destino de los esenios de Qumram es la separación, el exclusivismo, la lucha contra el mal el cual conciben como próximo a su fin cuando el príncipe Justo venza a al príncipe de la mentira en un combate cósmico y por eso ellos han de vivir la ley en su máxima pureza. Ellos son el Nuevo Israel.

Y allí estaban, a la vista, con el Mar Muerto como trasfondo, las cuevas donde un pastor árabe encontró los famosos rollos que mañana veremos en Jerusalén en el museo de los manuscritos del Mar Muerto. Real, pero extraño ¿Cómo forzar la imaginación hacia aquella época cuando nos suena el móvil en un instante, cuando nuestras tarjetas de crédito nos permiten in a Jerusalén y dormir en buenos hoteles, pasear por elegantes paseos llenos de judíos americanos y otros peregrinos de la posmodernidad con el portátil bajo el brazo y capaces de ver el mundo a través del Google Earth?

Pero antes habíamos estado en Masada y Masada requiere otra crónica aparte. La montaña de unos seiscientos metros bajo el nivel del Mar Muerto, o sea 200 sobre el mar. Estamos en el desierto de Judea. Subida en teleférico. Calor. Desde arriba se ve toda la planicie al lado del Mar Muerto. Se ven también los campamentos romanos que a base de testarudez y demostración de fuerza y paciencia lograron romper las murallas de la fortificación herodiana en aquel momento en manos de los rebeldes zelotas liderados por Jonathan. Cuando llegaron a entrar novecientos zelotas y sus familias se habían suicidado de manera colectiva.

En Israel nadie te asedia pidiendo por las calles, se conduce de manera decente y normal, nadie te regatea por los precios porque hay precios como en cualquier país civilizado. Es un país con buena actitud hacia el turista, y buenas infraestructuras. Pero de eso habrá más.

Vital/ Nesalem

No hay comentarios:

Publicar un comentario