Santa Claus viene de muy lejos. Verás, cuando digo de muy lejos es más allá de lo que tú te puedes imaginar. Lejos son esas estepas frías que hay por el norte, pero si vas aún más lejos llegas a cerca del Polo Norte y todavía más lejos en una dirección incierta que no sabes si se llega subiendo o bajando o volando o navegando, pues de allí viene Santa Claus. El lugar es frío y siempre está nevado, pero hay gente viviendo allí y además son gente simpática que ayudan a Santa a hacer los preparativos de carga y así lanzarse él a recorrer el mundo de lo imposible. Pues imposible es, a simple vista, recorrer el mundo en un trineo tirado por cuatro grandes renos y todo en una noche."
"Pero déjame decirte que si lo piensas un poco, tal
viaje navideño de reparto de juguetes y regalos es posible. Se puede pensar en
toda una distribución de juguetes por todo el mundo en cada hogar de los cinco
continentes e incluso calcular con un buen ordenador las décimas de tiempo que
emplearía en bajar y subir chimeneas o entrar por ventanas o incluso por los
sótanos o tejados o cualquier rendija o agujero por donde Santa pueda entrar.
En cuanto a los renos y el trineo todo ello puede, al mismo tiempo que aparece
volando como real en cada sitio donde se deje ver, resultar ser una especie de
holograma que volatiliza los juguetes en una nube y Santa Claus sabe en qué
momento ha de dejar tal balón, o tal tambor, o tal videojuego o tal muñeca o
muñeco o tal arco y flecha o tal libro de cuentos en tal sitio y en qué
momento."
"¿De verdad que es así como tú dices tío Petlo? Dices
cosas muy bonitas y yo no lo entiendo todo, pero lo cuentas muy bien, tío. Un
chico de mi clase me dijo que Santa Claus no existía, que era un cuento para
niños muy pequeños o algo tontos, pero yo no le creí, tío. Leí en un libro de
dibujos que me dejó mi mamá antes de ir al cielo, que él es verdad y que nos
trae regalos porque es mágico como tú dices, tío Petlo. Yo voy a esperar por él
porque sé que va a venir esa noche."
"Sí, yo te lo he explicado lo mejor posible. No hagas
caso de esos compañeros de clase. Ellos tienen un problema de malas
entendederas y por eso no creen en Santa Claus, pero tú lo entiendes mejor
porque al estar malito tus ojos pueden ver mejor y tus ideas son más claras que
los demás."
La noche se acercaba mientras el frío afuera era más intenso. Desde la ventana de la habitación del niño se veía la casa de los vecinos más próximos a unos cien metros. La casa estaba iluminada con bombillas de todos los colores y algunas ventanas estaban encendidas. Se veía gente dentro. Se veía una familia animada y alegre. El pequeño Charlie llevaba tiempo enfermo y el diagnóstico aun no era definitivo. Su padre lo había abandonado al poco de nacer y su madre había muerto cuando él empezaba a balbucear sus primeras palabras. Los tíos Durmen se hicieron cargo de él y el tío Petlo lo quería como a un hijo. Tenía cinco años.
Aquella noche de Navidad fue tan mágica como otras muchas en
el pasado. Dicen que hay un tiempo irreal que penetra en ciertas fiestas
ancestrales a medida que entra la noche, y que todo lo trastoca; incluso la
gente más dura de corazón o de sentimientos es capaz de percibir una inocencia
remota, quizás lejana, que se abre imprevisiblemente y descubre lo fresca y
alegre que puede ser la vida cuando todo nos invita a jugar, a saltar, quizás a
llorar como un niño que ha descubierto de nuevo su infancia. Santa Claus puede
también explicarse y demostrase, pero para ello se necesitan otros ojos y una
burbuja de magia que siempre habita los cielos abiertos de las noches
estrelladas.