En realidad a cualquier sitio que intentamos ir nunca
llegamos a descubrir el verdadero corazón de ningún pueblo. La banda proseguimos hacia el territorio
que conocíamos como Kshdgtye y allí nos encontramos con algo que nos atrajo y
nos hizo despertar afectividades mil y llegamos hasta copular entre los árboles
de uno de los bosques para intensificar el placer que el sitio nos producía.
Pasaba un río mediano de orillas llenas de maleza subtropical y bichos que saltaban de un sitio para otro. Si
nos fijábamos un poco hasta podíamos ver alguna serpiente venenosa
zigzagueando: y si seguíamos mirando las tortugas salían a tomar el sol y
además los árboles hacían unas sombras muy curiosas sobre el agua; pero todavía si seguíamos mirando al río podíamos
dejarnos llevar por la corriente y perdernos río abajo hasta posiblemente
llegar al territorio de la tribu de los Asewrtyer. Pero no. Era mejor seguir
recorriendo y explorando entre rocas y penetrar las cuevas y correr hasta
llegar a una especie de cabaña abandonada antes de que la tormenta que
arreciaba nos pillara de lleno. Una de las hembras, Bvsfatyopa, se acercó a mí
y me susurró que uno de los machos, Bshvafrts, estaba muy caliente y quería
copular con ella. Yo le dije que a mi no me importaba, pero posiblemente a otro
de los machos sí. Le hice una señal en dirección a Hsbgatr, un macho muy celoso
que sabía que la deseaba. Era mejor que esperara a un momento más apropiado
cuando fuere posible escabullirse entre la vegetación de Kshdgtye. Ella
asintió.
Cuando la tormenta cesó, vimos a lo lejos a un macho
desconocido que vestía una especie de túnica de tejido rojo muy sucio. Nos hizo
señas para que nos acercáramos y además nos hizo la señal de la paz con lo cual
allá fuimos. Nos dijo que se llamaba Trsdjkop y que le había sorprendido que
una banda como la nuestra se hubiera adentrado al territorio de Kshdgtye. Nos
fijamos y vimos que era un macho envejecido prematuramente pues sus arrugas no
correspondían con la textura de la piel; quizás era un tomador de gatruow, ese
líquido apestoso que producía alucinaciones y que dejaba las entrañas desgastadas como un cuero.
Trsdjkop se fijaba en las hembras de la banda y se le notaba un deseo
contenido, pero pudo controlarse y nos dijo seguidamente que si queríamos caza
lo mejor era meterse por el bosque de la derecha. Sacó un extraño odre y nos
ofreció vino de su poblado. Era costumbre por estas tierras ofrecer vino o
sidra de la tierra. Así que bebimos sin miedo y ¡por los dioses huidos a los
cielos!, qué gran bebida era aquella que nos hizo ponernos locos de contentos y
así fuimos perdiendo un poco el control de las cosas aunque siendo nosotros
mismos la banda, la misma banda; pero el cabronazo de Trsdjkop estaba metiendo
mano a Bvsfatyopa mientras nosotros bailábamos. Le pegué con mi bastón sin más
intención que para darle un aviso. Todo quedó entonces reducido con el paso de
los minutos a un silencio y nos pusimos a asar carne de onagro joven al fuego. La
noche se acercaba y una vez acabada la cena Trsdjkop se puso a entonar cánticos
de gran evocación que penetraban en la oscuridad buscando quizás algo que
siempre retrocedía por mucho que quisiera alcanzarlo. Pronto era hora de dormir
y la banda establecimos nuestra vigilancia.