La aproximación a Dallas por la 35E en aquel 30 de diciembre
de 1975 ya llegada la noche, fue
progresando
hacia una visión panorámica del
cogollo de rascacielos con muchas ventanas iluminadas por luces de neón y
sus
siluetas marcadas sobre el trasfondo de un cielo estrellado. Era la
sensación de haber descubierto el cerebro del poder, o quizás a
sensación de insignificancia
ante la fuerza del poder. La autopista nos iba deslizando en dirección
al
centro dominado por el skyline o frente de rascacielos. Pronto nos
fuimos
incorporando a otra autopista con más carriles y mucho más tráfico y a
un lado
y otro se podía ver un paisaje urbano iluminado de colorido comercial y
fuerte
publicidad plasmada en las enormes pantallas de los billboards o
carteles
publicitarios de grandes dimensiones dedicados a exaltar el optimismo de
los
deseos materiales con posibilidad real de satisfacción. Vistosas
estaciones de
servicio aparecían sobreiluminadas y adornadas con banderines de
colores. Y más cerca o más lejos sobresalían los centros
comerciales en forma de grandes cajas de zapatos opacas rodeadas de
inmensas
extensiones de parking y en cuyo interior se intuía la organizada
actividad de
un ocio amablemente gestionado, de deseos y caprichos temporalmente
satisfechos; de miles de productos mostrándose de forma seductora,
quizás erótica
y hasta posiblemente obscena, pero también toda esa inmensa variedad de
ropa,
de aparatos electrónicos, de libros, de zapatos, de artículos
deportivos; de
intenso baño de luz de neón, de suave y sensual música de fondo; de
restaurantes abiertos de par en par invitando a participar de un
ambiente
cómodo y a la temperatura más equilibrada, con un servició educado y
rápido y
bajo precios muy razonables. Mundo maravilloso el mundo del consumo. El
apacible mundo de las fantasías infantiles ya casi satisfechas de haber
alcanzado el prometido palacio de Santa Claus. Escaleras mecánicas
subiendo y
bajando y todo un sin fin de opciones que escoger en tiempo fuera del
tiempo
prosaico; más bien un tiempo intemporal rayano en una posibilidad de
unidad
sagrada o mística.
Robbie conducía en silencio. Los dos absortos en medio de
una realidad flotante de luminosidad astral o de
irrealidad provisional que
pronto nos colocaba en frente, en el mismo frente del skyline con toda su
vertiginosa verticalidad desafiando a las mismas estrellas desde el planeta
Tierra. ¡Qué extraño era todo aquello! Qué desconocidas sensaciones interiores
nos iba despertando la ciudad de Dallas ya inmersa en la noche del penúltimo día
de diciembre. Hasta las mismas iglesias cristianas se anunciaban a través de
los billboards ofreciéndonos también el mundo espiritual después de haber
disfrutado de la fantasía del mundo material. Sí, quizás las sensaciones eran
eso: una mezcla de remotas reminiscencias infantiles libres de expresarse en un
espacio nuevo, sin explorar, una invitación a nuevas posibilidades de vida. Lejos,
muy lejos quedaba el país de origen.Ved también: LA BRUJA DE DALLAS
http://nesalem-wwwrelatos.blogspot.com.es/2010/10/la-bruja-de-dallas.html
¿EN QUÉ TRABAJABA OSWALD?
ResponderEliminarCon el 50 aniversario del asesinato de Kennedy en Dallas, pues se vuelve a hablar del depósito o almacén de libros donde trabajaba Oswald y desde donde supuestamente y apostado en una ventana del sexto piso de dicho almacén pues efectuó los supuestos disparos con un fusil de precisión.
¿Qué es un depósito de libros de distrito escolar en un Distrito Escolar Independiente en EEUU? (Dallas Independent School District). Pues el sistema educativo americano está dividido en distritos escolares independientes en función de zonas urbanas, condados o distritos de una misma ciudad. Cada distrito escolar se financia de forma independiente y de acuerdo a una distribución de impuestos dentro del mismo condado, ciudad, asignados a la enseñanza. También la contratación de profesores, etc. Es lo opuesto al centralismo francés o al español (aun dentro de las comunidades sigue funcionando centralismo, la idea de "centro" como ideal de distribución de poder).
Bien, pues cada distrito escolar independiente asigna a cada alumno los libros que ha de usar en su curso correspondiente. Es decir, en EEUU los alumnos no compran los libros de texto, sino que se los presta el distrito escolar por cada curso. Son éstos libros de texto con encuadernaciones fuertes y resistentes que el primer día de curso, el profesor de cada asignatura va distribuyendo a sus alumnos y tomando nombre, etc. Al final de curso se devuelven y si hay algún rayón o rotura o mancha, pues se paga (-aba) una multa de 10 centavos por cada defecto. Yo tuve que hacer esto cuando enseñaba en USA.
Pues Oswald trabajaba en ese edificio rojo oscuro de la Plaza Dealey que era donde guardaban los libros del Dallas Independent School District y supongo que mucho material escolar de todo tipo: pupitres, etc. Por tanto este era un edificio habilitado con muchas estanterías y zonas sin apenas gente visible. Yo vi la ventana donde supuestamente se disparó en una época donde todavía se podía entrar al edificio de forma semiinformal. Era museo, pero no como lo es hoy donde está todo ya acotado, y algunas cosas como el supuesto fusil (era un mauser, el expuesto en una vitrina), pues ya no están, etc. Mi última visita fue en el 2006.
Bueno, pues Oswald estaría encargado de inventariar las asignaciones a cada escuela; de colocar o sacar libros; de bajarlos a las furgonetas, de reparar o reemplazar los más viejos, etc..
Veo en algunas traducciones sobre al asunto Kennedy donde traducen "biblioteca escolar de Dallas" y cosas parecidas. Evidentemente, el concepto de prestar libros a los alumnos por parte de un distrito escolar independiente no es un concepto español. Muchos de nosotros pensamos más en términos de ·"centro" de centralismo como algo bueno y la descentralización como algo malo y caótico. En culturas anglosajonas funciona más la descentralización dentro de una rigurosa organización y disciplina (también económica, si no eres capaz de financiarte tienes que pedir al Gobierno Federal para compensarte si está justificado.)
Nesalem4 de diciembre de 2013 14:24
También este depósito de libros del DISD, se dedicaba a asignar y distribuir los libros pertenecientes a las partidas de bibliotecas escolares. En USA en aquella época funcionaban las redes de bibliotecas escolares. Cada instituto (high school) o escuela elemental (elementary school) o escuela elemental de 12 a 14/15 años (junior or Intermediate high), tenía una biblioteca gobernada por un/una bibliotecaria profesional con alumnos asistentes que ayudaban en horas libres. Estas bibliotecas estaban bien surtidas con libros de calidad en sus especialidades. Supongo que Oswald estaba bastante al tanto de cúántos libros necesitaba la Elementary School de Pleasant Grove o la Junior high de South Central Oak Cliff.
ResponderEliminarPosiblemente tenía una hora para comer. Iría con frecuencia a las máquinas vendedoras del vestíbulo; pasaría por la oficina a recoger listas o facturas o albaranes, etc.. Hablaría con Ms. Cambell o con Mrs. Crowford, le daría una palmada en la espalda a Rick Turner comentando el último partido del Dallas Cowboys, etc... A veces saldría a echar un pitillo sentado en el pradillo bajo las encinas y oyendo los trenes pasar por el puente cercano y el tráfico. Mirando a la izquierda estaba (y está) la Dallas Police Department y la County Jail.
Es curioso que este escenario llegare a formar parte de mi cotidianeidad en Dallas.
Nesalem6 de diciembre de 2013 12:44
A veces las cosas se nos aparecen así, de forma extraña, como una aparición absolutamente nueva. Es una extraña visión que desde una profunda soledad nos lleva a sentir una indescriptible nostalgia basada en la plena confianza de que todo está en buenas manos a pesar de todo.
La Iglesia es el conjunto de personas que viven la vida con esa extraña y nostálgica plenitud. Una comundidad de personas que viven algo especial. Experiencia profunda de confianza, no fórmulas lingüísticas recitadas. De ahí la gran compasión que se siente por el prójimo y por nosotros mismos.
La experiencia cristiana ha de abarcarlo todo.
Nesalem8 de diciembre de 2013 11:16
Mike Duban era de Mississippi y el tipo mostraba un amor a la ley inusual para mi forma de ver la vida. Yo venía del país de los amiguismos y los chanchuchos. No hacía ni muchos años que el jefe de mi taller de coches me obligaba a robar gasolina de los depósitos de los clientes. Tenía que usar una goma y aspirar con la boca y sacar de cada coche un litro aproximadamente. Luego la gasolina la usaba el jefe para ir de juerga por ahí con sus amigotes corruptos, borrachos y puteros como él. A mi me pagaba una mierda. Pero mi país funcionaba así. Con dictadura o sin ella mi país era un país de tramposos que se atenían al dicho de "quien hizo la ley hizo la trampa" al pié de la letra. No teníamos un concepto de ley, sino de miedo al poder que te podía romper la cara a hostias si pintaba. Pero la vida en ese mi país tenía otras cosas gratas, cómo no; pero lo mejor para poder hacer algo decente era irse.
ResponderEliminarPero eso lo vería más tarde. Para mí aquello era también normal. Amigos, pandillas, vocinglerismo y alguna que otra persona decente que agrdecías gracias a Dios.
Mike Duban amaba la ley con fanatismo. Era bajo de estatura, pero fuerte y cuando hablaba hablaba con un gesto duro. Quería ser "law enforcer", o sea poli, y nos hablaba de cómo la ley se relajaba con facilidad creando problemas en la sociedad. Se veía que era racista (no en vano era un blanco de Mississippi), pero se contenía para expresar sus puntos de vista. A últimos de los 70 ya no era politicamente correcto ser racista; y menos en aquel "college" que basaba su política de matriculaciones en el "affirmative action" o aplicación de derechos civiles a rajatabla. Pero de todas maneras y sacándole de alguna chorrada que contaba de su estado o de modelos de coches y algo más de fútbol americano, el tío aburría demasiado. Pero esperando la clase matemáticas de Mr. Hamilton había que hablar con alguien.
La vida en Dallas era ordenada. Era una vida plena de posibilidades para todo: estudiar, trabajar, comprar un buen coche; buenas bibliotecas de barrio, todo tipo de iglesia a escoger... Eso sí, era una ciudad conservadora en extremo. La gente presumía de "trabajar duro", de obedecer la ley, de castigar al criminal; de su vida en la iglesia; pero también se encontraba uno con personajes "liberales" y libertinos que eran el contrapunto de aquella ciudad. Dallas. Tx.
Nesalem8 de diciembre de 2013 22:00
Monro decía que el título de ingeniero químico le iba a servir para encontrar trabajo rápido. Un día comenzó a hablar conmigo tomando café y se interesó por el país de donde yo venía. Me decía que la sociedad americana en el fondo era muy materialista, pero que había muchas oportunidades para hacer aquello que me gustara. Politicamente era liberal en el sentido clásico de libertad de mercado. Muy abierto en cuanto a críticas al sistema. Muy interesado en la literatura americana que era el curso en el coincidíamos. Tenía una buena moto y vivía con su novia en una casa grande de madera con un jardín abierto no muy lejos del college. Era una de esas mentes que ve todo con naturalidad, como quien ya sabe que la vida ha de ser así sin remordimientos ni resentimientos. es así y punto. Luchas siempre que haya que luchar y siempre trabajando lo mejor posible respetando al prójimo. Era un tío majo. Tomamos más cafés entre clase y clase. Creo que le caía bien.
ResponderEliminarUn día nos invitó a una fiesta en su casa y allí conocimos a gente muy desenvuelta y respetuosa. No había en ellos ningún rasgo de arrogancia o de ideas a piñón fijo sobre nada. Algunos tenían un aire de cierto hipismo. La conversación resultaba grata. Así fui conociendo gente interesante en Dallas. Me gustaba ese civismo muy americano de "I'm sorry" o "excuse me". En mi país de origen no estaba acostumbrado a la cortesía. Pero me agradaba esa delicadeza a la hora de hablar con la gente. Pronto fui descubriendo que los tejanos eran gente bastante amable y cordial; todo lo opuesto a cómo los visualizaba desde mi país de origen. La izquierda era antiamericana y nos hacía ver a los americanos como enemigos y tontos del bote. La izquierda española no sabía un carajo sobre la vida americana; prueba de ello era que cuando lograban venir por cualquier razón se quedaban y adiós revolución pendiente.