Fue Navidad y despertamos todos felices y contentos. En
el salón estaban los paquetes de regalos alrededor
del árbol, envueltos en
papeles de colores y lazos y nuestros nombres allí puestos con etiquetas
estrelladas. Abrimos emocionados todos los paquetes y cajas y cada regalo era
como un milagro que nos sacaba multitud de emociones. Fuimos luego a la cocina
y estaba llena de turrón y mazapanes que habían traído los tíos Palatalio y
Malvedrina. Nuestros tíos se iban a quedar con nosotros unos días y con ellos
nuestros primos Hukloterio y Frenkolina. Mis tíos y mis primos vivían en Ghsurtimop
que es el pueblo situado en camino del Monte Castropert. Nos asomamos a la
ventana y estaba todo nevado. El cielo estaba cubierto con nubes y todo era
misterioso y mágico. Además mi madre nos había hecho un chocolate riquísimo.
Mis primos ya estaban vestidos y querían que saliéramos a jugar con ellos al
prado y por el bosquecillo cercano. Mis padres fueron al salón con los tíos. Se
llevaban muy bien y hablaban con entusiasmo.
Salimos al prado todo el cubierto con nieve y nos empezamos
a tirar bolas unos a otros. Mi hermano pronto se inventó una aventura donde
habríamos de participar todos. Se suponía que estábamos en un paraje inhóspito
de hielo en algún sitio de Canadá y entonces nos teníamos que proteger de los
lobos y los osos. Pero no muy lejos de allí había un bosquecillo donde vivía
una tribu de nativos que eran cazadores. Pronto nos habíamos ya metido en el
bosquecillo y allí nos inventamos un pueblo indio que se disponían a celebrar
la Navidad a su manera. Jugábamos al escondite y corríamos en todas las
direcciones hasta que cansamos. Hicimos un corro con los imaginarios indios y
cantamos villancicos hasta que por fin decidimos volver a casa.
Volvimos a casa y todo estaba en su punto.
Todo estaba en su punto y en su justo equilibrio.
El paisaje era perfecto. La luz iluminaba con inocencia.
Todo parecía vivir en un mundo de ensoñación.
Padres y abuelos; tíos y primos parecían vivir en su justa
edad.
Comimos la comida de Navidad con más alegría
Y por la tarde fuimos a la iglesia a cantar himnos de
Navidad
Y a oír las historias de Navidad que recitaba el grupo de jóvenes.
Luego fuimos a tomar una sopa caliente a la cafetería de
Boserio y allí estaba medio pueblo cantando más villancicos.
Han pasado muchos
años, demasiados. No quiero recitaros todo lo que me ha tocado vivir; tampoco
las decepciones o alegrías que he tenido que pasar. Pero una cosa es segura:
aquellas Navidades fueron inolvidables porque sentaron para siempre una memoria
de alegría y esperanza en lo más profundo de la creación. Supe en aquel momento
lejano que la muerte no podría erradicar jamás esa dimensión de pura nostalgia
evocadora de realidades casi olvidadas, pero nunca perdidas.
Mientras el hombre sea hombre habrá miedo, envidia, amor, nostalgia...Y en esa nostalgia y deseo de ser mejores, de felicidad, en esa utopía ubico el mito de la Navidad (nacimento , o , mejor dicho, renacimiento)
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