atención y efectivamente estaba gritando: “Viva la puñeta”. Yo seguía bebiendo mi vaso de vino y de vez en cuando comía unos cacahuetes. En la televisión había dos payasos riéndose de alguien. No distinguía bien de qué se reían. Los chavales afuera seguían pegándose de lo lindo. La gente los miraba. Había quien estaba apostando por quien quedaría en pie. El dueño del bar apareció detrás del mostrador muy enfadado y pegó un puñetazo sobre el mismo que hizo saltar mi vaso de vino. Yo me quedé mirándole con cara memo. No entendía por qué ese señor estaba tan enfadado. Tampoco parecía que lo iba a decir. Suerte que en la mesa del fondo alguien se puso a tocar la guitarra.
Fue en ese momento cuando nos anunciaron la llegada de un
comando militar. El comando tomó el bar y nos amenazaron con fusiles
ametralladores de último modelo. Querían saber dónde estaba el espía. Yo seguía
tomando mi vaso de vino y crují un cacahuete. El teniente de aquel comando se
acercó a mí y se me quedó mirando. Yo también me quedé mirándole. ¡Jodalpito!
Era Mandrinágoras de Pergaminos mi vecino de puerta cuando vivía en el barrio
de Justamares. Hola, me dijo Hola dos veces y se abrazó a mí. No comprendía lo
que estaba pasando. Yo le dije que qué tal estaba y que hacía mucho tiempo que
no le veía pero que me alegraba de verle, aunque nunca había sabido que era
militar de graduación. Luego se puso serio y me preguntó: “¿No serás tú el
espía, verdad?” Yo le dije que of course no y que no sospechaba que hubiera un
espía en el bar. Ese era un bar de barrio y la gente era más bien currante.
Gente sencilla de barrio que venía al bar a tomar una cerveza y ver un partido
de fútbol. Le invité a tomar un vino, pero me dijo que no, que estaba de
servicio para la Patria. Y dicho esto el comando se fue con su teniente y sus
fusiles ametralladores. Afuera seguían los chavales dándose puñetazos y varios
vecinos seguían apostando a ver quién habría de ganar.
Por fin acabé mi vaso de vino y salí del bar. Pero antes de
abrir la puerta el dueño del bar me cogió y me espetó su cara sudada contra la
mía. El aliento que despedía era atroz. Me dijo que ya sabía quién era yo y que
si seguía teniendo las ideas equivocadas, él se encargaría de ponérmelas en su
justo sitio. Yo le dije que tenía prisa y que gracias por el excelente vaso de
vino que me habían servido en su bar y que ya había pagado con antelación.
Entonces me dijo que perdonara que él llevaba tiempo confundiendo a las
personas y que quizás me había tomado por otro al que odiaba con mucha gana. Yo
le respondí que era nuevo en el barrio pero que ya había tomado más vasos de
vino en su bar y que tenía que conocerme. Ah, sí, dijo él golpeándose la cabeza
tres veces. Es usted. ¿Le dije alguna vez que mi mujer trabaja para los
servicios secretos de nuestro país enemigo? Pues no, le dije yo. Pues ahora ya
lo sabe. Me dijo él. Bueno, pues ya lo sé, muchas gracias por informarme, dije
yo.
Salí del bar y me fui para casa. Los chavales seguían
dándose de lo lindo. Una señora estaba meando cerca de un portal. A lo lejos se
oían tiros, disparos, ráfagas. Me di cuenta que estábamos en guerra contra
algún país y que nos invadían por todas partes. Pero la verdad, estaba muy
cansado y me fui a casa a leer y a dormir. Mañana sería otro día.
Armageddon..................!!!!!!!! look out!
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