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sábado, 29 de abril de 2017

VEINTE AÑOS CON UN GATO LLAMADO MUFFIN

Tú nunca supiste a qué playa iba mientras te quedabas en casa dormitando sobre el sofá. Nunca supiste de qué trataba la televisión cuando te recostabas sobre mis piernas y de vez en cuando pretendías mirar a la pantalla. O cuando íbamos de viaje a América o a Dinamarca te quedabas en casa con Pecos y aguantabas el tiempo sin tus amos, quizás a veces pasando calor aunque allí estaba tú cuidador de vez en cuando. Nunca supiste la profundidad de mi dolor en aquellos días tan tristes de hace ya bastantes años. Pero tú estabas conmigo. Has estado veinte años conmigo siempre fiel,
siempre cariñoso, a veces juguetón, otras dormilón, otras nervioso; pero nunca habías estado enfermo. Y nos acordamos cuando al poco tiempo de entrar en casa tan pequeñito y enroscado como una bola te llamamos Muffin. Fuiste el regalo de unos amigos, tan pequeño que teníamos que alimentarte con un biberón. Y unos meses después caíste del tercer piso de nuestra casa y te rompiste una cadera. Creíamos que te morías, pero sobreviviste con tenacidad y un implante de metal. Luego fueron pasando los años y corrías por la casa con alegría jugando con las pelotas o los palillos de algodón. Siempre habías sido cariñosa y posesiva conmigo. Me tenías como tú propiedad, como tú confidente. Pasamos muchas horas juntos, yo leyendo y tú mirándome o sentado a mi lado. A veces me enfadé contigo por miagar más de la cuenta o por no dejarme escribir o leer, pues me lo impedías con tus patitas y con la boca. Fueron muchos años juntos. Luego enfermaste y no parabas de miagar, de maullar por la noche, de sufrir. Fueron años enfermo y con paciencia fuimos aguantando, levantándome yo por la noche para saciarte esa hambre imparable que te acosaba. Pero tú dolor y mi pena no pudieron soportar más. Hoy has pasado a mejor vida. Gracias por estos veinte años juntos. Muffin. Gracias por ese cariño y paciencia conmigo.

10 comentarios:

  1. pum

    18 de abril de 2017, 1:29
    Me ha gustado este relato. Siento la pérdida de un ser querido, sea quien sea....

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  2. Es quizás la inocencia. Un animal inocente y noble. Viviendo los últimos años pendiente de ti y esperando por ti. No sabía que me iba a afectar tanto. Pero es eso: la inocencia, la nobleza. Es difícil ver eso en las personas. Ahora entiendo el por qué mucha gente quiere la compañía de un animal. Las personas somos ambiguas, con doble sentido, torcidas, santos o monstruos. La desconfianza, el cinismo, el orgullo, la hipocresía y a veces nobleza y amor cierto. A veces.

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  3. xtraño. La luminosidad es muy intensa para Asturias. Todos los días hace sol y es un sol de bastante luminosidad. Los cielos azules no son los típicos de Asturias en Abril. Me voy acostumbrando a un comedor y aun sofá donde ya no está Muffin. Ahora queda Pecos un gato todavía joven que recorre la casa palmo a palmo olfateándola. Extraña luminosidad.

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  4. Hoy tomé café en el centro comercial. Después del gimnasio voy al centro comercial a tomar café y leer. Hoy escribí. Pongo ideas sobre el papel sobre la reforma protestante y ciertas observaciones sobre la antropología cristiana de Lutero. El bolígrafo resbala solo y la escritura fluye con creatividad. Las ideas van fluyendo y la comprensión de las cosas me produce placer. También una buena lectura produce placer inmenso con un café y un sentido de libertad, de tiempo propio. Me acuerdo del sufrimiento de Muffin. Noches de sufrimiento y de intensa necesidad de que lo acariciaran y comer y comer sin poder apaciguar el hambre. Hay veces que un animal te enseña ese lado horrible de la vida que a ellos también les toca sufrir. Angustia. No saber qué hacer con el sufrimiento más que miagar y aullar lastimeramente. Noches durmiendo poco. Sigo abrumado pero lo voy superando.

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  5. Los fuertes sentimientos provocados por la muerte de un ser querido se van enfriando con el paso del tiempo, pero no mueren. Quedan en el recuerdo, gravados, y vuelven a surgir cuando por cualquier motivo son evocados. Forman parte de nuestra alma. Los sentimientos de amor, de cariño, de fuerte afectividad y dependencia tienen como trasfondo esa capacidad de poder ver al otro en su radical lucha por la vida y por el reconocimiento: eh, estoy aquí y hago esto y lo otro para que tú me reconozcas, me aprecies por lo que soy; existo para algo válido, necesario; para incluso agradarte a ti y reconocerte también por lo que eres. Un ser que surge como consciencia consciente y que lucha por sobrevivir y ser reconocido, querido y valorado por lo que es y lo que hace. No siempre alcanzamos ese nivel de amor hacia los seres vivos y las personas. Pues cuando hay amor hay respeto.
    La muerte del gatito Muffin me hace reflexionar sobre el amor. Lo puedo ver ahora dando su paseo por la casa con su pata delantera coja pues había caído por la ventana hacía mucho tiempo y ahora con 20 años se había deteriorado. Pecos, el otro gato, quedaba encerrado por un tiempo en "su" cuarto para evitar enfrentamientos. Muffin, entonces, paseaba a gusto emitiendo suaves gruñidos de alivio y se tendía al sol y buscaba mis caricias y se quedaba a mi lado mientras leía y escribía. Luego volvía el dolor y el continuo miagar.
    Muffin en su día había sido un gatito joven, alegre, provocador y dormilón. Muffin nunca había sido un gato lastimero ni miagaba salvo muy raras circunstancias. Me retraigo a los últimos años noventa. Ya pasó tiempo. Parece que ha pasado un milenio. Era otra época cuando vivía Robbie y Roxana era todavía una niña, y Muffin tenía como compañera y amiga a Missi, otra gata de más o menos su edad. Muffin era esa época y ahora esa época languidecía en su vejez y en su mísera salud. Verlo languidecer y llevarlo a morir al veterinario acabó desmoronándome.
    Los estoicos buscaban desligarse de las emociones, de los apegos; para ellos había una ley indiferente e inexorable que regía el universo. Las emociones eran un lastre innecesario ya que no nos llevaban a ningún sitio, tan sólo el sufrimiento. El budismo viene a decir algo parecido.
    Lo siento. Uno es lo que es y las emociones y los apegos forman parte de una vida que a mí no me resulta indiferente. Uno debe de ser libre de expresar los sentimientos con cualquier recuso creativo que nos haga valorar cosas que antes no veíamos o no comprendíamos bien.

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  6. ¿Por qué cayó por la ventana?

    Pedrosa Latas

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    1. Pues porque se subía a las ventanas y se arriesgaba a ponerse por fuera. Procurábamos cerrar ventanas o tener cuidado pero una vez me di cuenta que faltaba el gato y mirando y mirando lo vi abajo en la calle. Ese peligro es común en gatos en pisos salvo que no adquieran esa costumbre o simplemente no caigan.

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  7. Hay un poder inexorable que condiciona nuestra existencia de diversos modos y maneras. La muerte. Y la muerte produce miedo, temor, angustia inconsciente. Pero todo poder necesita de sus limites y limitaciones. El poder absoluto de algo nos aplastaría sobremanera. La muerte es un poder absoluto sin remedio, pero podemos limitar sus efectos cada uno a su manera. Lo ideal sería llegar a ser absolutamente indiferente a ella, pero eso no es posible. No obstante hay paliativos y frenos que hemos venido usando desde que somos homínidos conscientes: la proyección de la vida a un más allá. La religión y todas sus variantes. La filosofía y sus diferentes metafísicas. La entrega pasional a una ciencia o arte o deporte o actividad creativa. Un oficio. Una tarea que nos satisface. Personas que nos permiten expresarnos como somos. Vida. Mundo vivo a nuestro alrededor. Viajes. Lo nuevo y lo exótico. Mucha gente tira la religión por la borda porque los tiempos exigen ser ateos, agnósticos, o indiferentes a tales "babosadas", pero al no poder solucionar la raíz del asunto que es el miedo a la muerte y la impotencia que genera, pues nos entregamos a sucedáneos pasionales de tipo politiquero, ideológico, dogmatismos de cualquier índole que nos den adrenalina y vida y nos podamos olvidar a nosotros mismos. Pocos hay que puedan ser Nietzsches de pura entrega a Dionisius.
    El gatín Muffin intuía la muerte y se aferraba a la vida a su modo. Y ese modo era yo. Era poder ser acariciado el mayor tiempo posible por mí. El disfrutar de mi presencia para verse protegido. Abandonaba sin darse cuenta sus mismos instintos naturales felinos de individualismo autosatisfactorio, para cubrir y aliviar su situación de enfermedad terminal con su dueño. La presencia de su dueño. Dueño. Sufrimiento de dueño viendo una criatura animal luchando contra la muerte a su manera.

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  8. En el cristianismo se enseña que Cristo venció a la muerte

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