jardín. El Reverendo me había enseñado anteriormente su voluminosa biblioteca, al retirarse me invitó a ojear los libros a placer. Era una biblioteca cómoda, con dos sillones estilo siglo XIX y unas lámparas de pared que imitaban candelabros. Me fijé en una sección dedicada a metafísicas extrañas de autores un tanto marginales, también abarcaba obras de famosos teóricos del espiritismo, la teosofía, la cábala, y otras tendencias más oscuras. El Reverendo era conocido por sus atrevidas interpretaciones de la Biblia y sus sermones resultaban tan fascinantes como chocantes. Parecía que su lectura de las Sagradas Escrituras estaba filtrada por lentes que le permitían ver detalles que a otros jamás se les hubiese ocurrido. Añádase a esto que su casa era una especie de caserón rodeado de árboles frondosos y un jardín bastante espeso con plantas de mucha variedad. Era un paraje de cierta melancolía pero sin inspirar tristeza o repliegues enfermizos hacia las interioridades del alma, en mí caso era todo lo contrario: tal melancolía me proyectaba a cierta atmósfera romántica de poetas arriesgados en sus tratos con los misterios de la naturaleza.
Entonces, cuando estaba ojeando un raro volumen del
visionario Emmanuel Swedenborg, sentí un extraño escalofrío que no encajaba con
mi estado natural en esos momentos. Sentí una presencia. Es difícil llegar a la
conclusión de que estás percibiendo una presencia sin antes haberte examinado a
fondo e ir descartando posibles interferencias propias en forma de ilusiones
proyectadas o ensoñaciones producto quizás de la digestión. Pero no. Estaba
seguro de mi plena lucidez y también de mi intuición.
Una presencia te mira. Te observa. Y eso un alma sensible como la mía lo capta sin lugar a duda. Cerré el volumen y me quedé mirando hacia la ventana que daba a la parte trasera de la casa. Efectivamente, el trasluz se distorsionaba como si un vapor flotara en el ambiente. Poco a poco el ente se fue dejando ver en su forma detectable para los humanos "terrestres". Era una figura joven, de facciones pálidas y ojos azules acuosos, pero todo ello bajo una luz fosforescente imprecisa. Me asusté. A pesar de mis tendencias metafísicas y mis especulaciones sobre realidades imperceptibles dentro de nuestra realidad común, el ser testigo de una aparición tan inesperada me produjo un paroxismo que desbordaba mis sentidos. Quedé paralizado por unos segundos. Entonces, él se presentó. Con voz modulada en nuestra normalidad de sonido articulado. Con suavidad y elegancia de persona educada.
Una presencia te mira. Te observa. Y eso un alma sensible como la mía lo capta sin lugar a duda. Cerré el volumen y me quedé mirando hacia la ventana que daba a la parte trasera de la casa. Efectivamente, el trasluz se distorsionaba como si un vapor flotara en el ambiente. Poco a poco el ente se fue dejando ver en su forma detectable para los humanos "terrestres". Era una figura joven, de facciones pálidas y ojos azules acuosos, pero todo ello bajo una luz fosforescente imprecisa. Me asusté. A pesar de mis tendencias metafísicas y mis especulaciones sobre realidades imperceptibles dentro de nuestra realidad común, el ser testigo de una aparición tan inesperada me produjo un paroxismo que desbordaba mis sentidos. Quedé paralizado por unos segundos. Entonces, él se presentó. Con voz modulada en nuestra normalidad de sonido articulado. Con suavidad y elegancia de persona educada.
DEMASIADO FUERTE Y EXTRAÑO
ResponderEliminarMe dijo que se llamaba Luenfor, que había nacido en Escocia y que había muerto joven. Que por ahora eso era suficiente. Yo le respondí que nada era suficiente ni necesario, pues yo no lo había llamado. Además aquella su presencia no me decía nada, pues podría ser una alucinación mía producida por cualquier droga que me hubieren puesto en la comida, o una mala digestión, o una perturbación del cerebro de la que no había sido consciente hasta el momento. Él entonces produjo gestos en su rostro de sorpresa. También hizo cambiar la intensidad de su espectro e incluso el volumen de su figura. Me dijo que todo ello solo era posible verlo y oírlo desde mi conciencia, cualquier otra persona que pudiera aparecer en la biblioteca no podría ver ni oír nada. Eso quiere decir, le dije, que tendría que tener cuidado que nadie me viera hablando solo ni gesticulando al vacío y así acabar siendo juzgado como loco. Lo cual, volví a decirle, no me está usted haciendo ningún favor. Es más todo esto que está sucediendo, seguía diciéndole, no podría jamás probarlo a ninguna otra persona, lo cual me hace pensar que si ahora cierro los ojos usted desaparecerá y yo seguiré ojeando libros y todo en su justo sitio.
No, me respondió Luenfor, bueno, el espectro o la alucinación o lo que fuere. No es así como esto funciona. Mi aparición es absolutamente objetiva porque no depende de usted. Yo soy una realidad externa a usted, soy un ente diferente a usted, por lo tanto mi objetividad está fuera de toda discusión y no tendrá más remedio que escucharme y ver las cosas que yo le voy a enseñar. Si me he aparecido a usted ha sido porque usted tiene unas cualidades anímicas de absorción importantes. Pocos terrestres tienen esas cualidades y usted es uno de ellos.
Pero ¿qué narices quiere usted decir con tener esas cualidades de absorción que acaba de mencionar?, le dije con cierto enfado. En realidad aquello me empezaba a resultar una broma de mal gusto y me estaba empezando a crispar los nervios. Podría ser una triquiñuela espectral de esas que los mediums saben utilizar con la gente incauta que les visita. La Señora Montalvo era una mujer muy enterada de estas cosas debido a su afición por los fenómenos metafísicos. Pero sería algo totalmente impropio de ella y menos del Reverendo el someterme a una encerrona de tal calibre.
Pues, me respondió después de una breve pausa, quiere decir que usted es capaz de absorber energías anímicas y fundirlas en su psique. Es algo que usted ni tan siquiera es consciente de ello, pero le está sucediendo. Nosotros los fantasmas nos sentimos atraídos por gente como usted, amigo Stan. En realidad ustedes tienen el don de conectar con nosotros de forma casi natural. Hay un sustrato anímico que conecta con el nuestro, digamos que se funde con el nuestro , pero usted no es consciente de ello. Por eso he decidido aparecerme a usted. No hay mejor oportunidad para ello que el momento en que abrió ese volumen de nuestro amigo Swedenborg.
HAY CUADROS QUE NO SE DEBERÍAN DE VER
ResponderEliminarEntonces desapareció. La visión desapareció. ¿Aparición? Di manotazos al aire para cerciorarme que no había nada. Entonces me senté en uno de los sillones. Mis sentidos estaban exaltados y captaban los mínimos detalles de la biblioteca. En la vida diaria los detalles de los sitios donde normalmente estamos nos pasan desapercibidos. Sólo cuando somos niños lo hacemos partiendo de una curiosidad espontánea, Y jugamos con ellos. Nos inventamos figuras en base a los contornos de las paredes, el suelo, la tierra de un patio o una huerta, la madera de un mueble. Pero todo ello va desapareciendo cuando crecemos y la mente comienza a ser ocupada por las preocupaciones de la vida social.
En ese momento entró el Reverendo Lorry. Me hizo una señal para que lo siguiera. Me levanté y fui tras él hasta llegar a un salón lleno de cuadros. Mira, me dijo, esta es la obra de Cusper Rinha, uno de los creadores del arte trascendentalista. Me fijé que el suelo era también de madera como el de la biblioteca. El pasillo sin embargo era de baldosa de mármol. Yo diría que se podría patinar con facilidad, pero los pies se agarraban sin problema. Era un contraste curioso. Suelo de tablas de madera barnizada y baldosa de mármol. Suelos resbaladizos. Comencé a mirar los cuadros. El Reverendo me indicó un cuadro que a él le gustaba sobremanera. Era un paisaje gris, nublado y lluvioso. Al final de una pradera se podía ver una casa de campo lejana cuya chimenea echaba humo. Parecía un atardecer frío y bastante húmedo. Me fijé bien en los trazos grisáceos y verdioscuros. Parecían moverse, tener movimiento propio, de hecho la aparente quietud estática del cuadro de repente se iba convirtiendo en una turbulencia de movimientos caprichosos; pero no solo eso, sino que también iba cambiando el aspecto del paisaje en algo vivo, como una criatura viva que cambiaba de posición y hasta era posible ver el fuego interior de la casa y a sus moradores caminando por las estancias y dos mujeres haciendo la cena en un fogón antiguo. Pero luego la casa perdía su transparencia y todo se volvía opaco y el paisaje se petrificaba.
Era todo muy extraño. El Reverendo se quedaba extasiado mirando aquel cuadro de Rinha. Y había muchos más, pero yo comencé a sentir un agotamiento que me impedía seguir mirando más. El Reverendo se dio cuenta que no estaba bien y me dijo que quizás fuera mejor salir al jardín un poco donde estaba la Sra Montalvo podando algunas plantas.
Aproveché para decirle que tenía que irme ya que había quedado con una amiga dentro de una hora. Él esperaba que tomaríamos un café a la vuelta de su mujer, pero por suerte no insistió más. En ese momento la Sra Montalvo entraba. Hubo una serie de cumplidos y despedidas y pronto me vi fuera cerca de mi coche. Estaba nervioso. Una tanto exaltado. Mis sentidos hipersensibles. Era hora de descansar, relajar, reflexionar sobre lo que había pasado.
MARA Y SU MÉTODO DE ANÁLISIS
ResponderEliminarMara y yo llegamos a la conclusión de que de alguna manera había conectado con otra realidad. Mara siempre parte del análisis racional de las cosas. Pero para ella la racionalidad alcanza muchas cosas. El secreto estaba en la biblioteca y en las experiencias de la casa y de las personas que la habitan. En una palabra, el secreto era mi relación sensorial con todo lo vivido en aquella casa, más mis expectativas antes de entrar en la casa. Yo había sido invitado porque había publicado un artículo sobre la posibilidad de otras realidades y otras percepciones que no son las que entendemos por normalidad. Fue el Reverendo quien me hizo la invitación para comer y conversar sobre tal artículo. Además su mujer tenía un especial interés por tales cosas. El Reverendo Lorry ya me era conocido por acudir a algunas de sus charlas en el club Génesis de la ciudad. Era un hombre con un curioso interés por la religión. Sus lecturas de la Biblia eran muy interesantes por la óptica que utilizaba y los textos que escogía para interpretar. Sus sermones en su iglesia eran muy comentados por su originalidad e inteligencia.
Entonces ya teníamos dos claves: la casa en sí con todas sus dependencias, sobre todo la biblioteca; y, por otro lado mis expectativas antes de la visita. Y, Mara, entonces razonaba que si después de haber analizado todos los factores que constituían la biblioteca y demás podíamos llegar a la aparición de un fantasma como consecuencia lógica, entonces habría que concluir que la existencia de fantasmas es posible bajo ciertas circunstancias. Pero si no se producía tal lógica, entonces la experiencia quedaba reducida a un factor interno, subjetivo, sin conexión alguna con la realidad externa. Cualquier tipo de alucinación indeterminada hasta el momento, cualquier desajuste químico cerebral, o cualquier otro factor misterioso que denominaríamos x.
LA SEÑORA MONTALVO
ResponderEliminarMara preparó dos cafés instantáneos y nos pusimos a la tarea de profundizar en el misterio. Quizás para que dejase de ser misterio o quizás para abrirnos a un territorio desconocido y si tal cosa ocurriera adentrarnos en él con todos sus posibles riesgos.
"Bien", dijo ella echando un largo sorbo de café, "cierra los ojos. Cierra. Así. Relájate. Ahora sitúate en la biblioteca. Eso. Despacio. Estás en ese espacio de un modo absoluto. Estás en un silencio absoluto. Una transparencia total entre tu cuerpo y el espacio que te rodea. Bien. Dime. ¿Qué ves?"
"Libros", contesté yo, "veo libros, centenares de libros, títulos, una sed insaciable de leerlos todos, uno por uno; en esta vida y a ser posible en otras vidas con otros libros..."
"Para un poco", dijo Mara, "fíjate en algo más que no sean los libros".
"Sí, veo un cuadro, un cuadro de una mujer de otra época, me atraen sus ojos. Me acerco y sus ojos son profundos, son ojos que me absorben, que quisieran decirme algo que está ocurriendo en el momento en que han hecho el retrato. Pero el cuadro no tiene mucha luz, distingo el rostro de la mujer".
"¿Qué más?, sigue", volvió a decir Mara, "sigue, ¿qué te sugiere la imagen de la mujer?"
"Me sugiere, sí, me sugiere la mirada de la mujer del Reverendo, la Sra. Montalvo. Es una mirada parecida que remueve emociones que no sé expresar, pero que las puedo palpar. Ahora los ojos de la mujer son los ojos de la Sra. Montalvo, quizás era su abuela, pues ahora veo el parecido, sí, es la misma expresión."
"¿Hacia dónde mira?"
"Creo que mira a todas las direcciones al mismo tiempo. Espera, no. Hay una proyección más concreta. La sigo. Sigo. Ya está. Está mirando a las obras de Emmanuel Swedenborg. O sea, no fue casualidad que haya sentido la atracción de dirigirme a los libros del visionario. Pero no hubiese sido nada extraño que yo mismo me hubiese dirigido a ellas por intuición."
"Ya", dijo Mara, "y fue abriendo uno de sus libros cuando empezó a aparecerse el fantasma. ¿Sí?"
"Exacto. Pero ahora me viene a la memoria la mirada de la Sra. Montalvo durante la comida. Era una mirada profunda. Me preguntó por mi artículo sobre la posible existencia de lo sobrenatural y el por qué de mi interés por ese tema. Y los ojos muy fijos, pero agradables al mismo tiempo. Una señora encantadora y amable, pero capaz de influir en tus emociones y llegar a sentirte inseguro."
"Abre los ojos", interrumpió Mara, "tómate un sorbo de café. Déjalo ahí por un momento. Relájate de nuevo. Piensa en otra cosa. Desplázate de la biblioteca y hablemos de lo que has hecho ayer o cualquier otra cosa..."
MATERIAS SUBLIMADAS
ResponderEliminarNo hablamos de nada. Permanecimos en silencio por un momento. Yo entonces intervine.
"Nadie conoce en realidad las motivaciones secretas que te empujan a ciertas emociones o fijaciones. La señora Montalvo tiene el encanto de señora madura y todavía de buen ver que a muchos hombres como yo nos gusta fantasear, Y máxime cuando hay tabús de por en medio. Todo se complicaría al yo sentir al mismo tiempo un gran respeto por el Reverendo Lorry. Podríamos hablar de esas cosas al modo psicoanalítico o a lo Woody Allen, y si además le añades el asunto de la asociación del cuadro de la señora de la biblioteca y el libro de Swedenborg, pues todo parece una de esas tramas freudianas o lacanianas que nos harían pasar una velada de pseudo-investigación que acabaría desvelando mis dilemas edípicos sin resolver, etc. Pero sinceramente eso no nos llevaría a solucionar el caso del fantasma que para mí es algo real en sus propios términos. No vale si él representa mi proyección de alter ego en construcción. Tendría que estar un tanto majara, pero no me veo en esa tesitura. En cuanto al cuadro de Cusper Rinha, creo entender que ese efecto de vértigo y multidimensionalidad es parte de su genio con el espacio. No cabe duda que es un gran artista."
"Ya, estoy de acuerdo contigo que ese rollo psicoanalítico no nos va a llevar a nada. Y si las cosas secretas que subyacen en nuestro interior son siempre un misterio sin posibilidad de explicación racional, entonces la cosa no tiene mayor importancia. Si el suceso no se repite pues olvídalo, no fue más que un espejismo sin explicación. Todo tan normal." Mara entonces echó otro trago de café y comenzó a sonreír. Mara y yo éramos como hermanos. Llevábamos muchos años de amistad y entre ella y yo no había ningún secreto. Era una gran suerte tenerla como amiga. Sabíamos hablar de nuestras contradicciones, de nuestros fracasos y alegrías, de nuestros complejos y deseos sin ningún problema. No había nada que nos atase por el momento.
"Mira, yo tengo mi teoría. Mi hipótesis, mejor dicho. Yo creo que hay otras realidades en este universo. Lo digo con toda franqueza. Creo que hay materias fuera del control de nuestros sentidos que constituyen realidades diferentes y que de alguna manera tienen algo que ver con nuestro pensamiento, con nuestra dimensión incorpórea o espiritual si lo quieres. Podría ser que al morir esa parte nuestra anímica o espiritual se liberase o flotase hacia eses dimensiones que no podemos detectar por no conjugar con nuestros sentidos, salvo raras excepciones en que pudiera darse una conexión entre las dos dimensiones y así poder comunicarse. Bueno, quizás sea una modalidad de espiritismo ya muy manoseada, pero lo veo probable. Creo que la visión de Luenfor responde a eso. Yo creo que volverá a aparecerse. Cuando eso ocurra te llamo de nuevo."
"Ok, Stan, creo que es hora de irme, mañana entro a trabajar temprano. Sea lo que sea no dejes de avisarme."
VISIÓN X
ResponderEliminarCuando se fue Mara me puse a pensar. Que se te aparezca un fantasma, cavilaba yo, no es cualquier cosa. Materia de ridículo. No se te ocurra decirlo a nadie más. No sé tampoco qué secreto guardan el Reverendo y su mujer. Me parecen gente seria. No observo dobleces o estudiadas apariencias por su parte. Es más el Reverendo es una persona que admiro por su inteligencia, por su modo de interpretar la Biblia, por sus preguntas arriesgadas, por sus juicios acertados sobre la política y su amor por la cultura en general. Su esposa es también una mujer que invita a la conversación amena y culta al mismo tiempo, y su interés por los temas metafísicos sin miedo a traspasar barreras prohibidas es algo que me cautiva en ella. Además es una mujer de belleza natural que refleja una madurez bien llevada. Hay un especial encanto en su rostro, en sus movimientos, en sus palabras. La verdad es que su cercanía me resulta ya necesaria. Bueno, los dos.... pero la Sra Montalvo es todo un universo en sí misma. Quizás pudiere hablar con ella sobre Luenfor, no sé cómo lo encajaría, basta que diga algo para que luego me arrepienta al minuto. Podría quedar como un supersticioso de tres al cuarto a pesar de mis inquietudes y su aparente aprecio por mí.
Por otra parte ¿qué hay de raro en mí que hasta un fantasma cree que tengo la posibilidad de convocarlo por, según él, tengo 'cualidades anímicas de absorción'?
Cualidades anímicas de absorción. Bonita frase. ¿Por dónde empezar a desentrañar tal misterio? Stan, usted tiene cualidades anímicas de absorción. ¡Hum! Imagínate decirle esto a un psiquiatra. Absorbo espíritus y fantasmas. Sí, claro, está muy claro, ¿desde cuándo absorbe usted fantasmas? En fin, no lo quiero ni pensar.
Me fui a dormir, pero antes de dormirme pensé en la capacidad que tenía de trascender los círculos de normalidad en que vivía, los círculos de experiencia común y aceptada, las ideas de moda del momento que te hacen ser uno más sin complicaciones. Podía en ciertos momentos alcanzar una sensación de desapego con la común realidad de los mortales que me resultaba extraordinariamente tan creativo como chocante. Era como si en algunos momentos podía cambiar mis ojos y ver el mundo con visión X.
Y así me dormí.
LA VERDAD ESTÁ SIEMPRE EN OTRO SITIO
ResponderEliminarFui a la biblioteca como todos los días. Era mi trabajo. Me gustaba ese trabajo de clasificar e inventariar y aconsejar sobre libros y autores y calidad o mediocridad. Me enfrascaba a veces colocando libros en sus secciones una vez cumplido el préstamo. En resumidas cuentas, hacía de todo. A veces tomaba el café con Horace, pero me resultaba un tanto pelmazo con sus obsesiones políticas. Mucha gente estaba borracha de política y a mi la política del día a día me resultaba un ruido ensordecedor que me producía vértigo. Pero a veces Segismundo se dejaba caer por la sala del café y entonces los temas eran muy variados. Segis no era precisamente culto o muy de leer, pero sus intereses y su modo de ser abierto y educado dejaba mucho juego a hablar con cierta seriedad de todo. Me gustaba mucho las preguntas que hacía. Sabía hacer preguntas. Otras veces coincidía con nosotros Mirka de la sección de administración. Mirka era una mujer muy interesada en arte, en cine, en música. Todo un encanto. Hubiese querido que aquellos descansos duraran muchas horas, pero eran tan solo 25 minutos que pasaban volando.
Ese día curiosamente estaba solo. A veces estaba solo y me dedicaba a pensar. Pensé en lo sucedido el día anterior y me di cuenta que quería saber, que quería experimentar, que tendría que volver a ver al Reverendo y a su mujer y ver de nuevo la biblioteca. Esta vez me fijaría más en los detalles. Trataría de estar lo más despierto posible, lo más alerta. A fin de cuentas la vida sigue siendo un misterio y a veces surgen grietas en la realidad que no hay que desaprovechar. Aveces la normalidad rompe y se desquicia el alma acostumbrada a estar adormecida en lo siempre repetible y predecible. Bueno, más o menos seguí dándole vueltas al asunto y noté que me estaba creando cierta ansiedad creativa. Volvía entonces al trabajo cuando de repente vi subir las escaleras de la primera planta a la Sra. Montalvo. Vestía una falda larga azul oscuro y llevaba zapatos de tacón medio. Sus andares eran elegantes y su cuerpo se ondulaba con discreta armonía. Su estatura mediana resaltaba subiendo las escaleras y mi mirada la siguió hasta que se perdió entre las estanterías de la sección de filosofía y religión. Curioso. Qué coincidencia. Bueno, la verdad es que solía venir cada dos semanas y de ahí nuestro trato, ya casi amistad. Solía sacar algún libro de teología serio y voluminoso, de los cuales yo tenía poco que decir, o tan solo alguna generalidad sin importancia. Pero verla hoy me resultaba una sorpresa. Me dio un vuelco emocional inesperado. En realidad uno no sabe lo que siente hasta que el cuerpo te da señales de los secretos que anidan en el alma. O quizás cuerpo y alma son los dos lados de la misma moneda. ¡Hum! Me estaba liando y debía de atender a la gente de la cola de préstamos.
Una vez acabado con todos y viendo que disponía de unos minutos muertos, cogí el ascensor y subí raudo a la primera planta. Vi que acababa de dejar unos libros medio sueltos en una estantería y que se dirigía a un cubículo a leer un libro recién sacado. Fui entonces a la misma sección y me fijé en los libros sueltos que quizás volvería a ojear o a llevar. Uno era del famoso y amoral ocultista Alistair Crowley y otro del espiritista francés Allan Kardec.
UNA OPORTUNA INVITACIÓN
ResponderEliminarNo tardó mucho en pasar por el mostrador de préstamos la Sra. Montalvo con un libro de historia de las religiones. "Hola, Stan, me llevo este libro. Por cierto el sábado tendremos un pícnic en el jardín de nuestra casa al cual estás invitado. Puedes llevar a quien quieras mientras no sea una legión". Yo me quedé sorprendido por la invitación y me entró una palpitación de alegría. Por fin algo o alguien o alguna acumulación de factores me llevaban a una vida de sorpresas, de arriesgadas incertidumbres, de futuro a vivir e investigar. La Sra. Montalvo me parecía una persona que sabía abrir ventanas entre los muros cerrados de la vida cotidiana para ver paisajes de belleza y aventuras insospechadas. Respondí sin disimular mi alegría: "¿A qué se debe tal acontecimiento? ¿Alguna nueva publicación del Reverendo? ¿Algún cumpleaños?" Y ella con sus ojos azules y expresión de señora madura, quizás algo maternal conmigo, pero con una profundidad de inocencia que me parecía captar en toda ella, en sus movimientos, en sus gestos, pues me respondió: "Bueno, la razón es que nos visita un buen amigo que viene de Inglaterra especialista en temas de metafísica religiosa y creo que tú no puedes faltar. Fredo lo conoce desde hace muchos años y ahora visita nuestro país y ha aceptado nuestra invitación a pesar de quedarle un tanto fuera de su itinerario." "Ok, tomo nota, ¿algo que llevar? ¿Podría llevar a una amiga?". respondí con franca alegría. "Bueno, no tenéis porqué llevar nada, va a haber de todo un poco. Con vuestra presencia es más que suficiente". Le registré la salida del libro y se despidió con un a leve ondulación de la mano y un bye, bye en inglés. Yo me quedé flotando en el aire. Qué maravilla de invitación. El Reverendo, su mujer, un metafísico inglés misterioso, un pícnic, Mara como acompañante y testigo de todo el acontecimiento. Gente que seguro no conoceremos de nada o quizás de vista. Quizás del mundo protestante de la ciudad o de otros ámbitos. Seguí trabajando un tanto excitado.
Seguiremos.
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