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jueves, 14 de marzo de 2024

ES TODO EL UNIVERSO QUE HAY

Habíamos llegado a la estación de Humnsgratueilo. Nos bajamos del tren y no había nadie. Nadie nos estaba esperando, y a lo lejos se extendía la infinitud del desierto.

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Hoy mis ideas se extienden hasta el infinito. No tienen principio ni fin. Ahora si que soy un tipo raro. Nadie sabe por dónde empiezan o acaban mis pensamientos. Tampoco encuentro a mi ego. Ni a mi yo. Ni a mi alma. Ni sé dónde está mi cuerpo. Entonces ¿desde dónde hablo?

"Oiga,"---me pareció oir--- "su perro parece que está hablando". ¿Qué le da de comer?

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Había escrito un libro muy gordo y de papel fino como de papel biblia. En él había expuesto todas mis ideas. Tuve que alquilar un enorme camión para llevarlo a la imprenta. Mi editor echó 40,000 horas revisándolo con un equipo de 50 sub-editores. Una vez revisado llegó a la conclusión de que era necesario hacer una edición de 1,000,000 de ejemplares para todo el planeta. Veía un éxito asegurado. Ya pensaba en la segunda edición. Nadie había escrito tanto y con tana sustancia y contenido, me dijo. El mundo lo iba agradecer enormemente.

Sólo había un problema. El despertador había sonado y era el momento de ir a trabajar a un instituto de segunda enseñanza.

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No tenía cabeza sobre mis hombros, y eso explicaba que mi modo de ver el mundo carecía de cerebro o mente que lo procesara: veía todo con absoluta transparencia. Ningún pensamiento se cruzaba con mente alguna que pudiese desfigurar o distorsionar la realidad. Las cosas que veía eran mis ideas al mismo tiempo. O al revés: mis ideas eran las cosas que veía sin mediación alguna de lenguaje o ideas preconcebidas, y menos de experiencias pasadas que las trataran de amoldar. Yo y la realidad externa éramos la misma cosa. El zen absoluto. Absolutamente feliz viviendo sin cabeza. 

Todo ello duró el tiempo que había durado el efecto de aquellas pastillas. Luego comenzó el infierno de la pesadez gravitatoria y las obsesiones sobre un mundo totalmente atascado.

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Cogimos el tren en una estación solitaria y en medio de un infinito desierto. La estación se llamaba Olieutargsnmuh. El tren iba desoladoramente vacío. Sabíamos que el viaje iba a durar un tiempo interminable. No sabíamos de dónde veníamos, ni adónde íbamos. Éramos un par de cuerpos sin cabeza. Sólo vivíamos en modalidad de pura transparencia. El paisaje y nosotros éramos la misma cosa. Alguien contemplaba nuestro mundo desde una posición ventajosa. Nos dejaba oir aquello que el juzgaba era bueno que oyéramos. Luego todo le rebotaba hacia su centro cerebral. Todo ello se convertía en información que el cerebro procesaba. Pero no encontraba cuál era el origen de su pensamiento y se acabó fundiendo con el infinito. Todos quedamos sin cabeza, montados en un tren con destino al infinito ida y vuelta. 

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Soy el autor de los textos de ahí arriba. O bien: somos los textos de ahí arriba escritos por un autor. Es todo el universo que hay. 


9 comentarios:

  1. EN LA NOCHE

    En la noche oscura vi sus ojos de alimaña preparada para atacarme. Yo le enseñé mi zarpa mortal y huyó por las profundidades del bosque aullando de temor.

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  2. THE BEACH IS A LONELY PLACE TO WALK

    Perhaps you shouldn't go anymore to that same beach where repetition doesn't bring anything new.
    Walking one way for about six hundred meters, and then the other way around doesn't mean anything either.
    Back and forth and nothing becomes permanent.
    It's all a flux of the same imagination.
    Expecting somebody with a friendly regard emerging from the distance?
    Come on! Don't be crazy!
    She's coming as a ghost, in the fringe of my thoughts.
    Getting tired of fleeting mirages that end up poisoning the soul.
    I want to preserve my own kingdom, never mind the darkness or the blind light.
    A far away cry awakens my slumber, and I quickly realised life can become a disease which cure is only a potent laugh.
    Laugh in spite of all the troubles, of all the sorrows and painful exasperation.
    Laughing facing the blue sky and rouring with laughter meanwhile the tide advances and the hour has arrived to get dressed and go back to the car, and then the driving back with the music on.
    All the way to the same city and the same house and the same cat expecting me to pet him.
    Somebody is in the house and she talks by the phone.
    The TV is on.
    The news are just as meaningless as yesterday.
    "Dinner is almost ready", she said.
    And I laugh, a roaring laughter, that made the cat jump and escape to the next room.
    We had dinner and then we sat down on the couch just to see each other in a new way.

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  3. TRABAJANDO O FUNCIONANDO EN LA FÁBRICA DE NOPREK. PERO EN REALIDAD ¿QUIÉN SOY? NECESITO RESUCITAR

    Cuando trabajaba en una fábrica de Noprek las máquinas encarnaban las ideas de sus creadores y fabricaban extrañas piezas de acero que no se sabía para qué. Sus creadores estaban lejos, en otra ciudad mayor, llamada Jkopff, y que decían era una ciudad que encarnaba las ideas de otros desconocidos creadores urbanistas. Por eso la ciudad respondía a unos parámetros incomprensibles para sus habitantes. Calles que empezaban en un sitio indefinido, y que luego se ensanchaban, y de repente se dividían en decenas de calles que se iban dividiendo como se dividen las raíces complicadas y laberínticas o a veces como rizomas y toda la ciudad era una especie de siniestro laberinto que sin embargo funcionaba con una eficiencia incomprensible.
    Aunque en la fábrica de Noprek las máquinas eran tan complejas y complicadas que con solo dos operarios ya se dejaban funcionar con un inquietante sigilo de brazos hidráulicos, de cables, de pantallas mostrando gráficos incomprensibles, quizás un código solo descifrable por ordenadores de potencias inimaginables. Uno de los operarios era yo. El otro era una mujer llamada Pomella que venía de los territorios más allá del río Ghbolk, cuya lengua necesitaba de un traductor múltiple para ser comprendidos en nuestra lengua. No teníamos problema para comprendernos en cuanto se tratara de hablar del trabajo común que realizábamos.
    Pero nuestro trabajo común era bastante sencillo pues se trataba de acudir raudos a cualquier emergencia del sistema de producción: una rotura de conducto, una pérdida de gas o líquido en una canalización aérea o subterránea. Cuando se producía una rotura entonces surgían unas gafas electrónicas de nuestro casco de seguridad y nos cubrían los ojos de forma casi hermética. Nuestro caminar ahora era automático y sin posibilidad de perdernos en el laberinto de máquinas y conductos y pantallas y brazos automáticos que se movían a veces a velocidades de vértigo. Nada de aquello nos afectaba, pues con las gafas y el equipo ya dispuesto en código de emergencia nos dirigíamos al desperfecto a avería y lo lográbamos delinear con perfección y nitidez: rotura. Pero rotura ¿por qué? En aquella fábrica era casi imposible que se produjera una rotura. No había tal concepto. Y si la posibilidad de rotura existiese ya entonces un programa lo habría detectado antes de producirse y corregido de forma simultánea sin necesitar para nada de nosotros. ¿Para qué nos querían allí? Le hice la pregunta a Pomella a través de mi traductor. Ella me respondió algo desconcertante, como si no hubiese entendido lo que decía. “No necesitas ir al baño”, me respondió, “Ya sabes que te lo puedes hacer por ti mismo dentro de tu uniforme. Es una pregunta tonta y no sé por qué me la estás haciendo”. Quedaba tan sorprendido que ya me hice a la idea de que la comunicación no programada fuera de nuestras funciones era deliberadamente cortocircuitada o confundida. En realidad nosotros no éramos más que apéndices convenientes en aquella fábrica de aquellas extrañas piezas de acero tan absurdas como incomprensibles. Y ahora ya sabía que estaba solo, absolutamente solo con mis pensamientos mientras durase el trabajo o mi función, pero el trabajo se iba alargando, mis jornadas se iban alargando y a Pomella solo la veía ocasionalmente cruzando pasillos metálicos. Sabía que en algún momento tendría que salir a mi ciudad de Noprek, volver a mi vecindario y ver a mis congéneres homínidos. Creo que escribo todo esto en mi bloc de apuntes a lápiz sabiendo que quizás me lo esté inventando todo y en realidad no sé en qué realidad estoy aunque el hecho de que haya entrado en esta fábrica con la posibilidad de meter un pequeño bloc y un lápiz todavía me da la seguridad de que soy homínido de carne y hueso; pero aun eso podría ser una programación y en realidad no hay ninguna realidad mía, propia, salvo la que me hayan programado como mía.

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  4. ANOTACIONES DE JIM WESTLAMARBECK

    "No se hizo el milagro, pero siempre era posible que se produjese. Dios ocupa todo el universo. Ocupa el sufrimiento, la guerra, la tortura, y también el amor, la libertad, la bondad. No hay nada fuera de Dios. Él lo tiene todo en sus manos."

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  5. TODO ES MÁS SIMPLE DE LO QUE CREEMOS, PERO NO TRATEN DE EXPLICARLO

    Nos pusimos a comer y yo comía un huevo frito mientras Jhulmen se pelaba un plátano, Malha se entretenía comiendo pescado. No sabíamos nombrar el pescado. Helaya decía que aquella sopa sabía a gloria. El sitio era un mesón de extrañas proporciones. Tenía espacios muy estrechos y con mesas muy largas. Luego eran otros salones circulares y amplios con mesas redondas de gran tamaño. Al observar más de cerca el lugar veías que también había espacios muy pequeños, reducidos, con mesas también diminutas y sillas para criaturas de muy poca medida. Bueno. El mundo era diverso. Tenía que haber de todo, lo único era que era la primera vez que veíamos algo así en el mismo sitio y una cosa tan cerca de la otra. Nosotros estábamos comiendo en el lugar donde mejor cabíamos, donde más cómodos nos sentíamos, pero era evidente que otras personas no encajaban en nuestro criterio de espacio, tamaño, comodidad, y posiblemente incluso comida. Eso lo vimos después.
    ¿Por qué habíamos llegado allí? Tendríamos que recordar. Habíamos recorrido muchos sitios, habíamos visto muchas cosas; habíamos cambiado de territorios con bastante frecuencia y ahora todo se acumulaba en la mente y era bastante difícil poner orden cronológico a las cosas. El antes y el después variaban dependiendo de quién lo relatara. Para Malha lo primero que se le venía a la cabeza fue la visión de un hombre cerca del acantilado de Hoslaj que recitaba poesía sin audiencia alguna. Al acercarnos nos miró con cara de extrañeza y guardó silencio por un momento. Malha lo recordaba como un señor de unos cincuenta años que vestía una túnica azul y además tenía una barba ya crecida. O sea, tenía pinta de profeta. Poeta y profeta. Buena combinación. Yo, sin embargo, diría que había sido una mujer de unos sesenta años, ya madura, de pelo blanco y vestida con un vestido largo de color verde. Lo que sí coincidía con Malha era que recitaba poesía. La mujer recitaba poesía y estaba muy cerca del borde del acantilado y además al estar oscureciendo su figura se movía en la incertidumbre de la cercanía al precipicio, pues sus movimientos eran inseguros ya que seguían el ritmo de la poesía que recitaba en el momento. Jhulmen solo recordaba que algo o alguien estaba cerca de un acantilado. Sabía que era un acantilado porque anteriormente había estado en el mismo lugar y en otras circunstancias y sabía de la profundidad de tan acantilado. Era la razón por la que no se atrevía a acercarse demasiado. Los demás preferían no hablar del asunto. Alegaban no acordarse. O haber pasado muy deprisa por tal escenario. Sin embargo ellos iban a relatar cosas muy raras que yo y Malha o Jhulmen no recordábamos en absoluto. Seguíamos comiendo cuando de repente llegaban humanos de cuerpos demasiado voluminosos para ser de la misma especie que nosotros, pero lo eran y se sentaron en los amplios salones de mesas redondas enormes y ahora les colocaban una especie de baldes y calderos para comer. Grandes asados de ganado vacuno iban llegando transportados por robots de tecnología no muy compleja, pero fuertes y bien coordinados. También fueron llegando otros humanos diminutos y parlanchines que venían corriendo y en tropel hacia los espacios reducidos, aunque para ellos lo suficientemente amplios. El salón muy estrecho y amueblado con una larga mesa se fue también llenando de gente tamaño humano estándar, pero muy bien vestidos y trajeados y silenciosos. Eran todo hombres en apariencia.
    De repente, me sentía muy desubicado. Mis compañeros estaban más acostumbrados a vivir desubicados y aquello era otro aspecto más de la vida en este planeta. Yo no. Yo necesitaba coordenadas y las había perdido. Necesitaba identidad y me sentía difuso, indefinido, ambiguo.

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  6. ILUSIONES EN UN INFIERNO DESPIADADO

    "Muy bien, muy bien. Sharmís Dherfop había sostenido ilusiones que endulzaban su vida en momentos en que esa vida estaba metida en situaciones y dilemas casi insolubles, quizás también desagradables, entonces lo peor que podría haber hecho sería haber renunciado a esas ilusiones porque en el espejo que se miraba esas ilusiones eran tildadas de tonterías porque otros decían eso y se creían en posesión de un realismo fuerte que les hacía andar por la vida con paso firme. Todo eso no eran más que pretensiones, pues quienes ostentaban la verdad de un realismo caían en otras ilusiones todavía más vanas como el creerse que ellos vivían en un realismo sólido y con futuro... perfectos ilusos".
    Erthem echó otro trago de cerveza y se quedó mirando a Luhuska. Ella fijaba sus brillantes ojos en él y le apeteció entrar en conversación.
    "Yo le conocí en un momento en que cuando miraba para atrás en su vida lo que más apreciaba eran sus ilusiones. Trabajaba en una fábrica ganando poco y para ser un chaval joven y con tan poca experiencia de la vida y después de haber recibido palos sin parar en las escuelas cuando creía que a las escuelas se iba a aprender además de obedecer, pero que al mismo tiempo se iba instalando en su conciencia una impresionante culpabilidad por ser obediente hasta donde se podía ser obediente, aunque no podía obedecer los axiomas de las matemáticas porque no comprendía nada, pero las matemáticas eran el camino de salvación para todo alumno que se preciase de bueno e inteligente y así era con algunos, pero no él, Sharmís Dherfop, que se enfrentaba a una pared de abstracciones incomprensibles y que además representaban su condenación y degradación inevitable. Los profesores que le habían tocado reaccionaban con violencia ante un chico que se quedaba delante del encerado sin saber qué hacer con la geometría de Euclides que era tanto como pretender partir un bloque de hormigón con la mano de canto y entonces palos y palos y la consiguiente humillación y desesperación por ser un burro. Burro. Ese era el mejor calificativo. Burro, asno. Eran los tiempos, eran los tiempos, decían algunos de esos profesores años después. La crueldad y la violencia y la idea de que aquello era lo mejor porque todo partía de un juicio moral de que las cosas sucedían en función de nuestra buena o mala o perezosa voluntad. Era la forma más fácil de explicar, de autojustificarse, de existir en los tiempos. Sí, en realidad eran los tiempos, pues los humanos nos comprendemos en el tiempo y en los espejos que ese tiempo va produciendo y esos espejismos ocurren en este mundo y ese instinto de crueldad es consustancial con el mundo, la materia, la biología, el mismo big bang si tal teoría sigue en vigencia. Somos hechos de algo sobre lo que no tenemos más control que lo que podemos repetir y repetir, pero que no tenemos ni puñetera idea de qué juego se trata y no podemos escapar a ello porque somos parte de esa etérea sustancia que surge de profundidades infinitas poco favorables a nuestro bienestar imaginario. Y decíamos que él tenía ilusiones, sostenía ilusiones cuando estaba trabajando en una fábrica ganando poco y sin que aquello le resultare precisamente un juego. 'Gracias a las ilusiones sobreviví', me dijo un día."
    Luhuska se quedó mirando al cielo a través de la ventana y sonrió para sus adentros. Sentía intensa rebelión por el mismo hecho de vivir. Resultaba todo absurdo, pero había que vivir. ¿Ilusiones? Todo dependía qué tipo de ilusiones, de qué material estaban construidas, y en qué momento surgían. Quizás las ilusiones eran después de todo como una bendición en medio de un infierno despiadado.

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  7. LOS TRES SUEÑOS EN EL BOSQUE DE LA OSCURIDAD

    En el primer sueño fue la Jerusalén celestial, la vida moral completa, la justicia en su plenitud, las relaciones humanas en su óptima armonía; las necesidades cubiertas por su pronta disposición y los deseos siempre en su justa medida y umbral de satisfacción. Éramos familias, clanes, tribus, pueblos, nación: Reino de Dios. La ley grabada en el corazón, la grandeza celestial, el sueño de la Utopía.
    En el segundo sueño vino la tormenta y desbordó la plenitud. La Jerusalén celestial se dislocaba, rompía el agua sus murallas; las familias, tribus y pueblos huían, se dispersaban, se ahogaban entre sonidos de truenos e iluminados por relámpagos que les señalaban el camino del exilio más allá de los umbrales que separaban la armonía de las oscuridades nunca exploradas. Un nuevo mundo se abría más allá de la ilusión y apariencia idealizada. La nación se convirtió en dispersión y diseminación a lo largo y ancho del mundo.
    El tercer sueño fue la vida de peligro y aventura, de riesgos en la formación de nuevas relaciones nunca consolidadas y en territorios completamente desconocidos, pero fuertes en su empeño de conseguir oasis ocasionales de quietud y descanso. Familias basadas en la necesidad del trabajo y la supervivencia, del deseo de tener descendencia, las narrativas de nuevos mitos y nuevos conocimientos; del placer y la frustración como equilibrios y desequilibrios aceptados como la vida y la muerte en un plano de infinitud. La vida como conflicto o batalla o guerra generalizada en la cual se puede salir siempre perdedor. Terrible destino, pero valiente decisión. La rabia se transformaba en coraje y el coraje mordía al mismo Dios en su incomprensible y caprichosa voluntad.

    Esos fueron mis tres sueños cuando logré llegar al centro del bosque de la Oscuridad adónde me llevó Irmagh con la fuerza y el impulso de quien ha perdido no solo el miedo a la muerte, si no también la ubicación en un planeta, fluido y flotante en un universo de realidades tangenciales imposible ya de situar en ningún mapa porque el mapa ya no representaba realidad alguna y el destino era la muerte irreversible.

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  8. EL EMBRUJAMIENTO COMO CONTAGIO

    Elmak había inyectado su espíritu en mi alma y ahora vagaba por el mundo bajo su hechizo. Estaba envenenado. Es verdad que el alma puede ser poseída por un hechizo que te intoxica y te transmuta en un ser borracho de melancolía porque has entrado en el reino de los fluídos y vapores cuyos efectos son el radical rechazo del mundo de los humanos en su aparente normalidad.
    Te sientes dispuesto a abrir cualquier puerta secreta para entrar en la indefinición de todas las cosas que hasta el momento te parecían realidad, pero el vértigo es intenso y la luminosidad marca un horizonte de absoluta oscuridad sin apensa cruzar un umbral. En tal escenario las palabras ya no sirven, se convierten en sonido sin vida al mismo tiempo que divisas nuevas percepciones antes dormidas u ocultas. Te das cuenta que estás embrujado. El hechizo ha tomado posesión de tu cuerpo y alma. Elmak era entonces una bruja.
    Creía en las brujas de pequeño cuando la imaginación era libre de pensar como en los mitos y entonces Elmak era una bruja sin posiblemente ella saberlo porque lo que simbolizamos con nuestro cuerpo y alma ante otros no es propiedad de ningún ego ni representación identitaria, si no que son flujos concentrados como una fuerza magnética en un cuerpo que luego erradía su fuerza mágica en otros cuerpos receptores y se ven entonces trastornados, transmutados, intoxicados por la invasión de algo que les ha elevado el nivel de percepción y las intensidades corporales se diseminan ahora de un modo críptico cuyas claves no nos pertenecen.
    No, no es locura. No es la locura del loco chirolo que ve visiones delirantes. Ese es otro tipo de posesión en manos de la ciencia médica para su resolución. Esta posesión pertenece a otro orden y sus efectos y potenciales percepciones nos pueden llevar a otras materializaciones del espíritu sin tener que renunciar a la denominada normalidad vigente. Negociamos en lugar de revelar lo que no ha de ser revelado salvo reencontrando de nuevo el nostálgico territorio de los mitos. Todo el mundo vive algún tipo de mito. Desmitificas como un demente toda religión y toda leyenda y toda fantasía o milagro, y por otro lado vas construyendo nuevos mitos sin darte cuenta porque sin mitos es imposible la vida humana. Me toca entonces revivir el mundo mítico gracias a una gracia recibida por contagio a través de los efluvios de energía corporal y anímica.

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  9. HOUSTON, TEXAS 1980

    Salíamos de Houston en dirección a San Antonio y tenía la impresión de que Houston no se iba a acabar nunca, pues tal era la gran extensión de esta futurística ciudad donde los bosques y las praderas también formaban parte de su territorio urbano junto con las innumerables calles de chalets unifamiliares de jardines abiertos y todas bordeadas con árboles diversos y setos y garajes y casetas de perro o a veces piscinas azules y todas ellas, las casas, la mayoría hechas de madera y pintadas de blanco o a veces ladrillo rojo. Lanzarse por la autopista 10 hacia el oeste era también ir viendo los grandes centros comerciales a ambos lados, o grandes tiendas y restaurantes o moteles con sus letreros chillones o llamativos y de gran tamaño; o también los cientos de billboards o tableros publicitarios de enorme superficie que decoraba la ciudad como si toda ella fuese una inmensa feria comercial idealizada, evocadora de paraísos utópicos capitalistas y además las iglesias de muchas diferentes denominaciones protestantes anuciando sus cultos y sus pastores o quizás alguna sinagoga o algún otro templo masón, todo ello formaba la Gran Ciudad de Houston, el Gran Houston, ciudad húmeda por estar situada en el Golfo de México donde se forman grandes nubes que luego, en ocasiones descargaban con fuerza demoníaca, para luego más tarde salir el sol y volvíamos al coche, pues porque el coche era poder ir a cualquier sitio con libertad ya que muy pocos dependían del transporte público.
    Era la sensación de tener todo a tus pies, pues la ciudad te ofrecía todo tipo de medios, de productos, de mercancías, de necesidades, de comodidades, de diferentes religiones o creencias; también sus distritos escolares con los elementry, junior y high school o las grandes extensiones de campos de golf, de baseball, de fútbol americano, canchas de tenis, universidades privadas, etc. Y en el centro de la ciudad el gran cogollo de rascacielos siempre visibles, a grandes distancias visibles como torres de vigía controlando los múltiples flujos de la ciudad que luego iban cesando su influencia a medida que salías por alguna autopista de tantos y muchos carriles, todas ellas siguiendo una red radial en forma de tela de araña y cruzadas por gigantes circunvalaciones con sus laberintos de overpass o voladeras de unión o conexión.
    A la salida en dirección San Antonio poco a poco íbamos abandonado la ciudad para cruzar luego las praderas, los grandes ranchos, los nombres en español de algunos pueblos intermedios, San Felipe, Gonzalez, Victoria, etc.

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