Me despertaba, abría la puerta de corredera de cristal y ahí estaba la naturaleza con su luminosidad. Di unos pasos para atrás y me volví a sentar en el sofá. A mi derecha estaban las estanterías con libros. A mi izquierda el tocadiscos. En el medio del salón, ocupando mucho suelo, estaba la alfombra con sus diseños en rojo.
De nuevo me levanté. Fui a la cocina y puse el agua a hervir sobre el mechero de gas. Saqué de la alacena el frasco de nescafé y eché dos cucharaditas de café instantáneo. Una vez hervida el agua la eché en la taza y la revolví. Miré un momento hacia la puerta corredera de cristal y sentí una breve sensación de alegría. La mañana era soleada y afuera los cuervos celebraban el día con sus graznidos. Las ardillas también se acercaban con cierta desconfianza. Saqué entonces el cartón de leche de la nevera y eché un chorro al café. El olor a café inundaba la cocina y el salón al mismo tiempo que me despertaba a una mayor intensidad de ánimo.
Un día libre. Un sábado libre de high school. Un tiempo a ocupar. ¿Qué hacer? ¿Leer? ¿Escribir? ¿Pasear? ¿Escuchar música? ¿Leer y escuchar música al mismo tiempo? No es fácil tomar una decisión. Tomé un sorbo de café y la sensación de relax y ganas de vivir fue rápida. Me quedé silencioso. Me senté de nuevo. En realidad mi aspiración era poder alcanzar esa plenitud espiritual desde la cual la vida fluye y circula sin que uno se sienta afectado. Estar ya situado en un punto neutro. En el punto medio de la rueda, mientras todo circula sin afectarnos.
Siempre ese ansia por encontrar ese territorio de quietud, de extrañeza, de vivir en un sueño encantado. Y, por otra parte, la tozuda realidad de una discontinuidad y ruptura entre la mente y el mundo. La contracultura de los años sesenta y setenta nos hablaba de esa posibilidad de alcanzar el sueño místico-romántico. La música de los Moody Blues reforzaba este anhelo. Los escritos de Alan Watts o Theodore Roszack, junto con Norman O. Brown.
Abrí la puerta corredera de cristal y salí a pisar la hierba con la taza de café agarrada por su asa. Hacía un aire fresco que respiré con fuerza. Los nogales parecían nobles ancianos cuya sabiduría los hacía estar fijos, quietos en su sitio. Fuertemente asidos en la tierra con profundas raíces. Los envidiaba. Era imposible saber cómo se siente un árbol, y si siente algo en realidad. Veía a los coches pasar por la calle Fifth Street. Oía el ruido de las cubiertas rodando sobre el asfalto. Apenas se oían los motores. En realidad estaban ocurriendo muchas cosas a mi alrededor. Las tonalidades de colores eran infinitas. Los ruidos eran indefinibles. El mundo estaba ahí, el universo estaba ahí al completo, pero fuera del alcance de mi comprensión mental o anímica. Me senté en el bordillo de piedra que rodeaba uno de aquellos nobles nogales. Tomé otro sorbo de café.
Pensé entonces en los exámenes que tenía que corregir, en las preparaciones de clases; en la limpieza de la casa, en la compra que había que hacer, etc.. Trabajo. El trabajo como acción sobre el papel, sobre la objetividad del conocimiento; sobre el intercambio del mismo adaptado a las circunstancias de las clases. Dura labor. Difícil intercambio. Surgió de repente el desánimo y bebí el café todo seguido. Me levanté y en ese momento Robbie venía por el camino de cemento para decirme que alguien me llamaba por teléfono.
También yo recuerdo aquellos años y el lugar, con su arroyo, sus nogales, sus nueces, las charlas bajo el nogal, la amistad, cierta despreocupación por lo material, muchos ideales, muchos. Volví en marzo y parecía otra cosa. Muy solitario, aunque con los mismos árboles y el arroyo seco. El otro, "El Arroyo" con su country music" y su piano han cedido a la buena moda de la comida mexicana. Allí en "El Arroyo" tex-mex, se nos "murió" la batería del coche por haberlo dejado las luces encendidas y una señora tejana se ofreció solcita a ayudarnos. Me recordó aquella hospitaliad tejana, típica del suroeste de Estados Unidos. Y en marzo volvieron los recuerdos de todos los amigos, algunos idos y otros en lugares lejanos con sus respectivas vivencias y geografías.
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