Hay muchos territorios que atravesar. Nos quedan muchos territorios que atravesar. Los hemos atravesado como indios comanches, como lobos; como conquistadores; como hierbas y matorrales; como mosquitos, plagas de mosquitos. Como nubes gigantes cargadas de tormentas y de fuerte lluvia. Como bisontes en estampida en dirección a la muerte. Hemos vuelto como serpientes de cascabel o como ratones y seguiremos apareciendo como humanos blancos, negros y amarillos.
Nos han visitado los espíritus de nuestros padres en el cañón de Ojo Caliente y allí hemos jugado todos con Conejo y nos hemos escondido entre las grietas y las cuevas, para luego bañarnos en el río de Aguas Frías. Los espíritus nos anunciaron que viven más allá de las montañas y que los pastos son buenos y que las praderas nunca se acaban. Luego se fueron y nosotros nos dejamos arrastrar por la corriente hasta el Rio Bravo hasta que comenzamos a pensar. Nos convertimos en tribus del pensamiento y fuimos acotando territorios. Algunos resbaladizos, otros secos y áridos; más allá los había pantanosos y húmedos.
Nos hicimos Grandes Palabras que querían vivir por su cuenta, y así nos propusimos conocer las fronteras del espíritu. Muchos decidieron fundar grandes ciudades, las rodearon de murallas y nos expulsaron a las estepas. Nos desprendimos de las Grandes Palabras porque eran muy pesadas y nos obligaban a quedar en un sitio para siempre. Nos hemos hecho cucarachas y ahora comemos los deshechos de nuestros hermanos de las ciudades, les acechamos en la oscuridad y arruinamos sus víveres. Las aves nos han avisado del peligro que corremos y nos han dicho que si formamos un gran pueblo de langostas podremos alimentarnos de las grandes cosechas de más allá del Gran Océano. Hemos habitado Egipto y nos convertimos en la séptima plaga; luego fuimos filisteos al mando del bandido hebreo llamado David y conseguimos muchos botines y nos casamos con las mujeres cananeas. Les hemos dado muchos hijos y ahora hemos de seguir.
Nos dirigimos en manadas de caballos hacia el norte, muy al norte, donde existen los desiertos blancos y silenciosos. Desde la Gran Montaña azul hemos visto que las Grandes Ciudades cubren cada vez más territorios y sus muros cada vez son más extensos. Las tribus del pensamiento y de las Crandes Palabras han logrado descubrir los secretos de los dioses; y ahora fabrican fuegos prohibidos. Los dioses les han condenado a vivir sin alma y ahora se arrastran siguiendo las figuras de humo que hacen los demonios de los Pantanos Amarillos. Las figuras de humo les engañan y les hacen creer que acabarán con sus ciudades en las estrellas, las grandes estrellas que viven en nuestros sueños. Pero quienes ya no pueden soñar jamás podrán alcanzar las estrellas, ni los mundos de los dioses, ni el paraíso de los espíritus de nuestros antepasados.
La Gran Montaña Azul ha empezado a vomitar fuego. Somos fuego y humo que se refugia en las nubes. Seremos lluvia y luego grandes bosques con grandes pájaros y animales. Seguiremos escapando. Tiene que haber un refugio más allá del desierto blanco de los grandes fríos, para después emprender nuestro salto a las estrellas.
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