A.- ¿Por qué volviste a visitar aquella nave industrial
donde trabajaste?
B.- Pues porque quería despertar mi pasado. La nave vieja y
abandonada representa todavía una parte importante de mis años de juventud. Mirando
hacia esa lejana juventud desde el presente me doy cuenta que cuando era adolescente todo parecía brotar de una manera fresca, todo
parecía tener un sentido o si no lo tenía acabaría teniéndolo. Todo tenía su
sitio a pesar de que no todo estaba a gusto nuestro. Aun no tenía capacidad para cuestionar el mundo.
A.- ¿No sentiste una decepción al ver la nave ya abandonada
y el patio lleno de maleza?
B.- Bueno. Choqué de repente con el paso del tiempo y eso mismo te enfrenta al drama del cambio. La nave ahora la
habitan los vagabundos y está rodeada de edificios de viviendas y de otra nave
moderna donde tiene sus dependencias un periódico local. El pequeño edificio
que hacía de frente de los talleres y que en su primer piso albergaba las oficinas y un almacén; y, en el segundo, la vivienda del jefe, pues ahora está todo cerrado,
deshabitado, oscuro, desvalijado, roto.
Una vez tuve un sueño que consistía en que yo paseaba por esa
misma nave industrial, y el pequeño taller que era donde trabajábamos antes de
ampliarse a la nave industrial, pues cobraba vida con gente que estaba trabajando
y entonces yo empezaba también a trabajar, pero lo hacía de una manera
voluntaria, nadie me obligaba a ello. Era el mismo taller familiar de la
familia Romero y la misma gente, pero era un sueño y yo era incapaz de entrar a
la hora. De hecho nunca entraba a la hora porque aquel sueño se repitió varias
noches y nunca entraba a la hora y los jefes no sabían qué hacer conmigo pues
estaba allí de forma voluntaria; como haciéndome un favor. Pero el caso era que
yo tampoco hacía las cosas bien; las piezas me salían mal y la situación
llegaba a ser un tanto embarazosa por mi parte y por la de ellos. Los jefes
eran padres e hijos de la familia Romero.
A.-O sea, era una empresa familiar. ¿Qué conclusión sacaste
de esos sueños?
B.- Sí. Antes en nuestra ciudad abundaban las empresas
familiares. De hecho la misma nave añadida al antiguo taller y a la casa que
hacía de frente, había sido otro negocio industrial fracasado. Eran la familia
Albuerne dedicados a la fabricación de máquinas hidráulicas, y calderería
diversa. Pero fracasaron. Entonces los Romero la compraron y como las paredes
eran contiguas pues hicieron una puerta de comunicación, ampliaron muchos
metros cuadrados y metieron más máquinas
de prensar. En cuanto al sueño, pues qué sé yo. Los sueños hay que vivirlos
como son sin buscar explicaciones didácticas o pedagógicas. Yo sueño así y tú
sueñas de otra manera y punto. Pero eso no quita que los sueños sean
inquietantes, que estén hablando de algo que eres tú pero bajo otra tonalidad;
extraña tonalidad que forma como otro universo paralelo que está ahí noche tras
noche. Es todo muy extraño. Joder, esta vida es muy extraña. Dejémoslo ahí.
A.- Sí. Dejémoslo ahí por ahora.
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