Un día un amigo que se había hecho miembro de una secta
mormona me dijo que los de su iglesia podían ver a los cuerpos astrales de los
muertos con unas gafas que ellos se habían hecho. Yo no lo creía y me reía de él.
Vaya fanáticos que sois, dije. Entonces él me dijo que quería probarme que lo
que decía era verdad.
Al día siguiente fui con él a su iglesia. Vivía en un barrio
pobre y su iglesia estaba hecha de madera. Los miembros de su secta vivían
cerca de la iglesia y eran todos polígamos. Mi amigo era hijo de la tercera
mujer de Salomón Murthwer, que era su padre. Su madre era muy guapa y nos invitó a tomar un
chocolate. Entramos a la casa y había muchos niños pequeños jugando con coches
de juguete. Eran todos hermanos-hermanastros de mi amigo. Fuera de la casa
estaba todo muy animado. Había hombres viejos tocando el banjo y cantando. Había
chicas jóvenes que me miraban con ganas de hablar conmigo. Yo era tímido y me
refugiaba en la conversación forzada con mi amigo.
Por fin llegó la hora del culto y me llevó a la iglesia. Pronto
se llenó de gente de todas las edades. De repente se hizo un silencio y del
estrado se levantaron tres enormes figuras que eran los elders. Uno de ellos
dijo que se comenzaría a repartir las gafas del otro mundo. Les llamaba las
gafas del otro mundo. Entonces dos muchachos de unos doce años fueron
repartiendo las gafas del otro mundo. Cogí las gafas y mi amigo me dijo que
esperase un poco. Así fue que de pronto cerraron las contraventanas y todo se
quedó oscuro. Uno de los elders dijo que pusiésemos las gafas del otro mundo. Yo
las puse y …..
…..Y pronto vi que algo se movía por el aire. Empecé a
reconocer voces a mi alrededor, pero eran voces que salían de figuras como
hechas de humo o de vapor de las nubes. Traté de tocarlas pero cuando las quería
tocar no había nada. Era como tocar humo. Y de repente alguien me nombró. Miré y
vi que era mi abuela Matrenona que me quería dar pan y chocolate. Se acercaba
para darme pan y chocolate, pero cuando lo iba a coger no cogía nada. Me entró
un escalofrío y quité las gafas del otro mundo. No veía más que oscuridad y mi
amigo parecía estar hablando con alguien con sus gafas puestas. Volví a poner
las gafas pero tenía miedo. Entonces una cara sonriente se acercó a mí desde
ese otro mundo y me dijo que ese mundo era real y que no tenía por qué tener
miedo. Entonces me contó chistes picantes para que viera que era un alma astral
real como la vida misma. Yo me reía.
De pronto uno de los elders nos dijo que quitásemos las
gafas. Las contraventanas se abrieron y allí estábamos todos dispuestos a
escuchar el sermón mormón. Mi amigo me dijo ¿qué? Y yo le dije: sí veo que es
verdad. No me reiré más de ti.
Así que ahora tengo por costumbre no reírme más de mi amigo
cuando me habla de sus gafas y los cuerpos astrales.
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