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viernes, 4 de mayo de 2012

LAS GAFAS DEL OTRO MUNDO

Un día un amigo que se había hecho miembro de una secta mormona me dijo que los de su iglesia podían ver a los cuerpos astrales de los muertos con unas gafas que ellos se habían hecho. Yo no lo creía y me reía de él. Vaya fanáticos que sois, dije. Entonces él me dijo que quería probarme que lo que decía era verdad.

Al día siguiente fui con él a su iglesia. Vivía en un barrio pobre y su iglesia estaba hecha de madera. Los miembros de su secta vivían cerca de la iglesia y eran todos polígamos. Mi amigo era hijo de la tercera mujer de Salomón Murthwer, que era su padre. Su madre era muy guapa y nos invitó a tomar un chocolate. Entramos a la casa y había muchos niños pequeños jugando con coches de juguete. Eran todos hermanos-hermanastros de mi amigo. Fuera de la casa estaba todo muy animado. Había hombres viejos tocando el banjo y cantando. Había chicas jóvenes que me miraban con ganas de hablar conmigo. Yo era tímido y me refugiaba en la conversación forzada con mi amigo.

Por fin llegó la hora del culto y me llevó a la iglesia. Pronto se llenó de gente de todas las edades. De repente se hizo un silencio y del estrado se levantaron tres enormes figuras que eran los elders. Uno de ellos dijo que se comenzaría a repartir las gafas del otro mundo. Les llamaba las gafas del otro mundo. Entonces dos muchachos de unos doce años fueron repartiendo las gafas del otro mundo. Cogí las gafas y mi amigo me dijo que esperase un poco. Así fue que de pronto cerraron las contraventanas y todo se quedó oscuro. Uno de los elders dijo que pusiésemos las gafas del otro mundo. Yo las puse y …..

…..Y pronto vi que algo se movía por el aire. Empecé a reconocer voces a mi alrededor, pero eran voces que salían de figuras como hechas de humo o de vapor de las nubes. Traté de tocarlas pero cuando las quería tocar no había nada. Era como tocar humo. Y de repente alguien me nombró. Miré y vi que era mi abuela Matrenona que me quería dar pan y chocolate. Se acercaba para darme pan y chocolate, pero cuando lo iba a coger no cogía nada. Me entró un escalofrío y quité las gafas del otro mundo. No veía más que oscuridad y mi amigo parecía estar hablando con alguien con sus gafas puestas. Volví a poner las gafas pero tenía miedo. Entonces una cara sonriente se acercó a mí desde ese otro mundo y me dijo que ese mundo era real y que no tenía por qué tener miedo. Entonces me contó chistes picantes para que viera que era un alma astral real como la vida misma. Yo me reía.

De pronto uno de los elders nos dijo que quitásemos las gafas. Las contraventanas se abrieron y allí estábamos todos dispuestos a escuchar el sermón mormón. Mi amigo me dijo ¿qué? Y yo le dije: sí veo que es verdad. No me reiré más de ti.

Así que ahora tengo por costumbre no reírme más de mi amigo cuando me habla de sus gafas y los cuerpos astrales.

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