La metafísica de Plutarco Pendejales estaba basada en un
plano del universo que él había encontrado en un desván de un abuelo dedicado
por muchísimos años al estudio de lo oculto. El plano daba a entender cómo era
el universo en su totalidad y como estructura completada. Todo obedecía a unas
leyes físicas y a una Razón que guiaba toda la construcción del edificio
universal.
Pero el Universo Total era un objetivo a conseguir a lo
largo de millones y millones de años terrestres. Mientras, todo estaba en “obras”.
Ahora mismo el Universo seguía “en obras” y nosotros los humanos estábamos en
una parte de “la obra”, mientras que en otras partes del universo estaban en otras
obras y todo en el universo estaba trabajando “en la obra”.
Pero por otra parte había un elemento “anti-obra” en el
Universo que trataba de ir destruyendo la obra a medida que esta se iba
haciendo. La aspiración de esta fuerza “anti-obra” era destruir el universo
hasta reducirlo a la nada absoluta. O sea, un universo 0. Nada de nada.
Así que los constructores del Universo Total iban
construyendo y los destructores del Universo 0 iban destruyendo. Los
constructores del Universo Total tenían su plano-guía; y, los destructores del
Universo 0 tenían su nada absoluta como referente. Como quien dice: todos a la obra.
Unos y otros trabajaban como posesos en una guerra cósmica
interminable. Parecía que la guerra estaba tan igualada que algunos sabios con
mucha barba canosa en la Tierra decían que de seguir así la situación la guerra
entre los dos bandos duraría hasta el infinito. Unos construían y otros
destruían en un presente eterno.
El abuelo de Plutarco Pendejales había dejado escrito que en algún momento del
tiempo de guerra cósmica
entre las dos fuerzas, vendría otra fuerza positiva de
otro universo fuera de este y que esa fuerza ayudaría a construir nuestro
Universo Total. A esta fuerza se la llamaba el Mesías. Pero lo que no sabían, por no tener ninguna prueba concreta,
era que también podría venir un Anti-Mesías de otro universo también fuera del
nuestro y comenzar así a ayudar a destruir nuestro universo más de prisa y así
ganar la guerra y dejarnos en la Nada 0.
Pero de esa fuerza maligna sólo sabíamos que nos hacía daño,
que nos hacía sufrir y que su mayor felicidad era la destrucción al silencio y
la nada absoluta. Nuestro destino era luchar, luchar, y luchar con un plano a
la vista de lo que siempre habría sido posible en algún punto en el tiempo. Pero
otros humanos inconscientemente se veían empujados a destruir, destruir y destruir hasta llegar a 0 absoluto.
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