Tenía la mirada clara y segura. A veces los ojos le
brillaban con más intensidad de lo normal. Quizás el brillo
de una seguridad
dogmática rayana en el fanatismo. Los gestos faciales eran limpios y espontáneos.
No daba a entender serias corrientes internas de pasiones contradictorias como
ocurre con aquellos que parece que están mirando hacia adentro en ocasiones. Todo
lo contrario. Prueba de ello era que para nada le importaba lo que pudieran
decir de él los demás. Una mente libre de complicaciones; y, si estas se
presentaban, tenía la facilidad de simplificarlas y reducirlas a problemas de fácil
solución.
De hecho su pertenencia a una secta fundamentalista y
fuertemente organizada le daba una absoluta seguridad en todo lo relacionado a
cuestiones morales, políticas y religiosas. Toda su vida estaba explicada con
toda la lógica posible y sin cuestionarse más allá de lo necesario para
sostener su innato equilibrio mental. Creía que había unos principios en la
vida que eran innegociables y que debían de regir la vida de la gente.
Solía sonreír con cierta sorna, lo cual daba a entender
cierto sentimiento de superioridad sobre los demás. Cuando se enfrentaba a un
problema en el trabajo, su actitud era decidida, inteligente y bastante pragmática.
No se complicaba la vida con dudas o torturas mentales. Más tarde tuvo su
propio taller de carpintería para hacer trabajos de encargo y con bastante éxito.
No obstante su potencial vena fanática podía llevarle a un exagerado
irracionalismo con temas relacionados con las dietas y las curas alternativas a
base de vitaminas y naturismo disciplinado. Su pseudomedicina resultaba pura
charlatanería. Era muy difícil imaginarse a este individuo deprimido o triste. Jamás
tuve ocasión de observarle en tal predisposición de ánimo. Así era Zakoskio.
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