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lunes, 1 de abril de 2013

EL ROSTRO DE ZAKOSKIO

Tenía la mirada clara y segura. A veces los ojos le brillaban con más intensidad de lo normal. Quizás el brillo
de una seguridad dogmática rayana en el fanatismo. Los gestos faciales eran limpios y espontáneos. No daba a entender serias corrientes internas de pasiones contradictorias como ocurre con aquellos que parece que están mirando hacia adentro en ocasiones. Todo lo contrario. Prueba de ello era que para nada le importaba lo que pudieran decir de él los demás. Una mente libre de complicaciones; y, si estas se presentaban, tenía la facilidad de simplificarlas y reducirlas a problemas de fácil solución.

De hecho su pertenencia a una secta fundamentalista y fuertemente organizada le daba una absoluta seguridad en todo lo relacionado a cuestiones morales, políticas y religiosas. Toda su vida estaba explicada con toda la lógica posible y sin cuestionarse más allá de lo necesario para sostener su innato equilibrio mental. Creía que había unos principios en la vida que eran innegociables y que debían de regir la vida de la gente.

Solía sonreír con cierta sorna, lo cual daba a entender cierto sentimiento de superioridad sobre los demás. Cuando se enfrentaba a un problema en el trabajo, su actitud era decidida, inteligente y bastante pragmática. No se complicaba la vida con dudas o torturas mentales. Más tarde tuvo su propio taller de carpintería para hacer trabajos de encargo y con bastante éxito. No obstante su potencial vena fanática podía llevarle a un exagerado irracionalismo con temas relacionados con las dietas y las curas alternativas a base de vitaminas y naturismo disciplinado. Su pseudomedicina resultaba pura charlatanería. Era muy difícil imaginarse a este individuo deprimido o triste. Jamás tuve ocasión de observarle en tal predisposición de ánimo. Así era Zakoskio.

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