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domingo, 31 de marzo de 2013

EL ROSTRO DE F.


Ese rostro de F. lo recuerdo como un rostro tenso. Casi siempre tenso. La mirada era casi siempre dura y
arrogante.
En ocasiones podía sentirse de buen humor y gastaba bromas. Tenía sentido del humor. Es curioso: hay gente que no tiene sentido del humor. F. por suerte lo tenía y eso quería decir que allá, en algún sitio de su alma, había, esporádicamente, un fondo de tolerancia consigo mismo. Un “que le den” saludable. Pero la tensión y la mirada dura indicaban un estado de estar mucho tiempo a la defensiva. ¿Contra qué?
Suele ocurrir con gente de principios. Para asentarse en esos principios y mantenerlos hay que estar en continua defensa. Los enemigos acechan en forma de multitud de tentaciones. La inseguridad amenaza desde fuera y desde adentro. Tensión. La boca pequeña y los labios delgados siempre apretados.

Pero en ocasiones era ira. Violencia e ira. Había un límite a partir del cual su rostro se tornaba lívido; su mirada se volvía amenazante y vengativa. Entonces F. era peligroso. Pegaba a sus alumnos de forma sistemática y generalizada. Cogía el palo y arreaba a toda la clase en fila. El castigo era excesivo y desproporcionado.
Luego permanecía en silencio. Un silencio de turbulencias en camino de encontrar algún orden o sentido.

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