En el Abmarramklp College de la ciudad de Mergbhjasw asistía a clases de psicología con la doctora Ishtar Nolopt. La clase estaba en un sótano oscuro al que bajábamos por unas escaleras de caracol. En total éramos unos 15 alumnos muy motivados y que esperábamos mucho de nuestra profesora. Así que llegábamos a la clase y la absorción era total día tras día. En aquella clase nos habíamos propuesto junto la doctora descubrir si entre los seres espirituales y los materiales había algún tipo de nexo o de conexión o de continuidad. O, de lo contrario, no existía tal continuidad y entonces había una barrera absoluta e infranqueable entre los dos reinos o dimensiones, por así decirlo. Pero eso había que demostrarlo y nosotros, la clase, nos habíamos empeñado en llegar a una solución a tal dilema. Así que mientras en el Abmarramklp College la mayoría de los alumnos se preparaban para luchar en un mundo de dura competición aprendiendo las técnicas más realistas y objetivas del momento con la tecnología más avanzada, nosotros nos sumergíamos en el submundo de la especulación metafísica en aulas semiabandonadas y sin más presupuesto que el que nosotros mismos apostábamos o algún que otro alma desajustada nos donaba a su muerte para seguir elucubrando en el más allá de las cosas supuestamente evidentes.
Cuando la clase comenzaba lo primero que hacíamos era relatar a la clase el sueño que habíamos tenido la noche anterior. Los grabábamos y luego volvíamos a escucharlos. Se trataba de ir analizando los símbolos para obtener un significado relevante hasta donde fuere posible. Yo había soñado esa noche que una siniestra sombra me seguía por las calles de la ciudad. Al parar en una esquina para ver quién era me di cuenta que su rostro era frío e impertérrito además de mostrar signos evidentes de ser un demencial hijo de puta. Su mirada no era descifrable bajo parámetros humanos. Su malignidad sobrepasaba la más degradante y sádica crueldad humana: era el mal en su pureza metafísica, pero de significado indescifrable. Todos querían que repitiera de nuevo mis descripciones y algunos trataban de dibujar el rostro. Otros intentaban traducirlo en notas musicales siniestras. Namerty se esforzaba en profundizar en las palabras con el objeto de poder llegar a algún arquetipo místico que ya hubiere quedado registrado en la historia de lo mistérico. Pero quien mejor lograba expresar aquel sentir sublimemente maligno, la esencia pura del mal, era Lebhundha Bghtaw. Aquella muchacha, quizás la más joven del grupo se puso a bailar bajo el son de una música que nadie era capaz de escuchar, pero que a través de aquellas siniestras ondulaciones y torsiones que a veces producían el efecto de una absorbente levitación, lograba hipnotizarnos y transportarnos hacia un paisaje de tundra glaciar poblado de sombras y rostros de miradas demoníacas sometidos a una angustia infinita. La muchacha entonces dio un grito perfectamente siniestro que nos dejó a todos aterrados. Luego, dirigiéndose a mí, me abrazó con los ojos todavía cerrados hasta que de repente los abrió; y, como si hubiese despertado de un sueño profundo, se acabó sentando en su pupitre meditabunda y agotada. La doctora no paraba de tomar notas. Y luego fue el turno de Mklsdf Namork.
Mklsdf había soñado en parajes de ensoñación con gente noble y buena que le invitaban a jugar y a sentirse a gusto consigo mismo. Para llegar allí había tenido que volar elevándose a voluntad y sobrepasando nubes y alturas de montañas que luego le abrían nuevos horizontes de sosiego, tranquilidad, y belleza. Era curioso que ninguno de nosotros se acordara para nada de su vida normal o real una vez metido en el sueño. Era como si el sueño tuviera su propia vida y entonces aparecía como una continuación de algo en lo que ya estábamos de alguna manera involucrados. Así íbamos descubriendo que nuestra psique habitaba mundos diferentes a los cuales volvíamos y continuábamos viviendo la parte que en ese momento nos correspondía: fuesen horrores o alegrías. Mklsdf fue describiendo su encuentro con Nuloptr y Asertion quienes lo animaban que se casara con Shahar y fundara su propia tribu más allá de las montañas de Klotyrmom. Pero al momento sufría interferencias que le hacían variara de sueño y entonces estaba vagando por su propia ciudad pero completamente desfamiliarizada y así los paisajes urbanos adquirían otras formas a veces asociadas a otros sueños acontecidos en su infancia y donde había un paseo marítimo que ahora aparecía un forma de terrible terraplén hacia el mar acompañado de una sensación de peligro. La doctora Ishtar Nolopt no paraba de tomar notas. Todos nosotros intentábamos llegar a alguna conclusión o teoría explicativa de los misterios oníricos, pero ya hacía tiempo que habíamos descartado a Freud y a Jung y por lo tanto queríamos distanciarnos de cualquier modelo racionalista basado en la misma conciencia humana para buscar el salto o el abismo que hacía posible la conexión con otras realidades, con otras formas de conciencia teniendo como núcleo indestructible el yo o ánima propio. El universo aunque era un misterio creíamos que por algún sitio debía de mostrarnos un resquicio, una puerta de entrada hacia otras dimensiones también existentes.
La doctora quiso intervenir antes de que la clase acabara. Entonces con suavidad, con cierta dulzura y seguridad en sí misma, se dirigió a mí y me dijo que aquel demonio que se me aparecía, y todo su mundo, era tan real como el mundo del sueño de Mklsdf. Estábamos explorando las diferentes dimensiones de Dios y esa era la dimensión más a alejada, más degradada; más hostil del mismo Dios. Era la dimensión donde las criaturas se acercaban al límite de la luz y entonces el odio y la malignidad habitaba su mundo, su tundra. El sueño de Mklsdf sin embargo nos mostraba otro aspecto de Dios más cerca del amor, de la luz, de la comprensión y transparencia. Habremos de explorar otros territorios. “¡Muchachos, no dejéis de soñar!” nos dijo dando por terminada la clase. Pero entonces algo omnioso nos hizo girar hacia el asiento de Lebhundha Bghtaw. La muchacha estaba tensa y su mirada era feroz. La doctora se había quedado petrificada y nosotros sentimos cierto terror. Lebhundha entonces se levantó y dirigiéndose a nosotros con voz distorsionada, nos dijo:
“Dios no tiene derecho a crear esos horribles mundos alejándose de sí mismo. Dios es injusto, cruel y sádico dejando a esas criaturas infernales vagando en su miseria y absoluto odio. ¡No¡ Hemos de ser capaces de decir No a ese Dios tan cabrón que encima nos hace sufrir con estas horribles pesadillas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Yo me rebelo contra él! ¡Yo me rebelo contra ese sádico Dictador! Y vosotros deberíais de hacer lo mismo.”
Seguidamente salió de la clase como una exhalación. Todos nosotros quedamos mudos. La doctora estaba lívida y temblando. Pero pronto se recuperó y nos dijo a modo de cierre de clase:
“Creo que ya estamos llegando a nuestro objetivo. No os preocupéis de Lebhundha Bghtaw. Yo me encargo de ella. Apagad la luz y hasta mañana. Acordaros de soñar.”
Y así fuimos saliendo en silencio, pero sabiendo que la clave ya estaba cercana. Era cuestión de algunos días más y de mantenernos al margen de la locura.
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