
Cuando la clase comenzaba lo primero que hacíamos era relatar a la clase el sueño que habíamos tenido la noche anterior. Los grabábamos y luego volvíamos a escucharlos. Se trataba de ir analizando los símbolos para obtener un significado relevante hasta donde fuere posible. Yo había soñado esa noche que una siniestra sombra me seguía por las calles de la ciudad. Al parar en una esquina para ver quién era me di cuenta que su rostro era frío e impertérrito además de mostrar signos evidentes de ser un demencial hijo de puta. Su mirada no era descifrable bajo parámetros humanos. Su malignidad sobrepasaba la más degradante y sádica crueldad humana: era el mal en su pureza metafísica, pero de significado indescifrable. Todos querían que repitiera de nuevo mis descripciones y algunos trataban de dibujar el rostro. Otros intentaban traducirlo en notas musicales siniestras. Namerty se esforzaba en profundizar en las palabras con el objeto de poder llegar a algún arquetipo místico que ya hubiere quedado registrado en la historia de lo mistérico. Pero quien mejor lograba expresar aquel sentir sublimemente maligno, la esencia pura del mal, era Lebhundha Bghtaw. Aquella muchacha, quizás la más joven del grupo se puso a bailar bajo el son de una música que nadie era capaz de escuchar, pero que a través de aquellas siniestras ondulaciones y torsiones que a veces producían el efecto de una absorbente levitación, lograba hipnotizarnos y transportarnos hacia un paisaje de tundra glaciar poblado de sombras y rostros de miradas demoníacas sometidos a una angustia infinita. La muchacha entonces dio un grito perfectamente siniestro que nos dejó a todos aterrados. Luego, dirigiéndose a mí, me abrazó con los ojos todavía cerrados hasta que de repente los abrió; y, como si hubiese despertado de un sueño profundo, se acabó sentando en su pupitre meditabunda y agotada. La doctora no paraba de tomar notas. Y luego fue el turno de Mklsdf Namork.
Mklsdf había soñado en parajes de ensoñación con gente noble y buena que le invitaban a jugar y a sentirse a gusto consigo mismo. Para llegar allí había tenido que volar elevándose a voluntad y sobrepasando nubes y alturas de montañas que luego le abrían nuevos horizontes de sosiego, tranquilidad, y belleza. Era curioso que

La doctora quiso intervenir antes de que la clase acabara. Entonces con suavidad, con cierta dulzura y seguridad en sí misma, se dirigió a mí y me dijo que aquel demonio que se me aparecía, y todo su mundo, era tan real como el mundo del sueño de Mklsdf. Estábamos explorando las diferentes dimensiones de Dios y esa era la dimensión más a alejada, más degradada; más hostil del mismo Dios. Era la dimensión donde las criaturas se acercaban al límite de la luz y entonces el odio y la malignidad habitaba su mundo, su tundra. El sueño de Mklsdf sin embargo nos mostraba otro aspecto de Dios más cerca del amor, de la luz, de la comprensión y transparencia. Habremos de explorar otros territorios. “¡Muchachos, no dejéis de soñar!” nos dijo dando por terminada la clase. Pero entonces algo omnioso nos hizo girar hacia el asiento de Lebhundha Bghtaw. La muchacha estaba tensa y su mirada era feroz. La doctora se había quedado petrificada y nosotros sentimos cierto terror. Lebhundha entonces se levantó y dirigiéndose a nosotros con voz distorsionada, nos dijo:
“Dios no tiene derecho a crear esos horribles mundos alejándose de sí mismo. Dios es injusto, cruel y sádico dejando a esas criaturas infernales vagando en su miseria y absoluto odio. ¡No¡ Hemos de ser capaces de decir No a ese Dios tan cabrón que encima nos hace sufrir con estas horribles pesadillas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Yo me rebelo contra él! ¡Yo me rebelo contra ese sádico Dictador! Y vosotros deberíais de hacer lo mismo.”
Seguidamente salió de la clase como una exhalación. Todos nosotros quedamos mudos. La doctora estaba lívida y temblando. Pero pronto se recuperó y nos dijo a modo de cierre de clase:
“Creo que ya estamos llegando a nuestro objetivo. No os preocupéis de Lebhundha Bghtaw. Yo me encargo de ella. Apagad la luz y hasta mañana. Acordaros de soñar.”
Y así fuimos saliendo en silencio, pero sabiendo que la clave ya estaba cercana. Era cuestión de algunos días más y de mantenernos al margen de la locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario