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domingo, 28 de noviembre de 2010

EL CIRCO DE TORREBRUNO

El circo era malo. Era un circo malo porque quien lo dirigía estaba enfermo y moriría al poco tiempo de aquellas últimas funciones.

Llevé a la chiquilla a ver el circo de Torrebruno que se había instalado al final de la Avenida Carlos Marx. Era una tarde de otoño, creo. Un otoño nostálgico, de esos que te retrotrae a una infancia perdida y que quisieras de alguna manera recuperarla. Roxana era una niña inocente que disfrutaba saliendo con su papi y su papi la llevó al circo.

Había muchos niños con alegría e inocencia. Muchos padres jóvenes. Palomitas de maíz y refrescos. La sesión comenzó cuando ya empezaba a ser de noche.

Torrebruno era muy pequeño de estatura y además estaba muy gordo incluso para hacer de presentador y animador. Tendría no más de sesenta años, pero parecía que a veces se ahogaba al hablar por el micrófono. Torrebruno. Aquel nombre lo asociaba a épocas pasadas de juventud y diversión de una época ya remota. Sí, remota. Y ahora cuando escribo, lo recuerdo todavía de una época más remota aun. Torrebruno cantaba, salía en la tele y cosas de esas. Era un showman, un hombre del espectáculo. Y eso era lo que recordaba de él.

Pero ahora era mayor y su circo lo hacía mal. Los platillos que habían de rodar a la vez por impulso manual en diferentes ejes de una plataforma, no llegaban a rodar a la vez y se caían. Los niños descubrían que algo no iba bien, pero se reían igual y lo pasaban bomba. Roxana lo pasaba bomba y yo estaba contento con ella. Luego eran los bolos que el equilibrista no sabía cogerlos a tiempo y también se caían. Y el payaso apenas tenía gracia. Pero aun así había algo mágico en el circo de Torrebruno. Seguía siendo un circo y los niños lo pasaban bien.

Cuando salimos era de noche y Roxana me decía: “Qué malo era papá. ¿A qué eran malos?” “Sí, eran malos, pero nos reímos un poco y lo pasamos bien de todas maneras, ¿no?

“Sí, papá”.

Cuando la niña cenó y se fue a la cama con su madre yo fui a dar una vuelta por el Muro. Solía dar vueltas en solitario. La soledad en busca de rincones ocultos y mágicos por la ciudad. Siempre nostalgias e infancias irrecuperables. Imaginación. Desde la escalera 5, contemplaba las luces de neón del Parque del Piles. Allí había cantado Torrebruno en años mejores. Recordaba los carteles con la foto de un Torrebruno mucho más joven que el que había visto hoy. Me dio tristeza. Un poco de tristeza. La vida triste. La alegría inocente de los niños que no se pueden imaginar lo triste y perversa que puede ser la vida.

Torrebruno moría al poco tiempo de un infarto. Era, fue; y, dejó de ser, con un circo improvisado, un tanto escacharrado. Adiós a Torrebruno.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este relato. Rezuma, en fríos anocheceres de noviembre, nostalgia y tristeza de la buena, dolor en el alma por los tiempos pasados, que reviven con nítida precisión. La gozosa inocencia de los niños, la muerte, la inexorabilidad del paso del tiempo, lo efímero de nuestra existencia... Muy bueno.

    Runand

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  2. ¿Donde tuvo lugar este circo? ¿Qué año pudo ser? Gracias

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  3. Este circo tuvo lugar en el año 1989. El acontecimiento sucedió sobre ese año.

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