Cuando empecé a leer el Libro de Malopbn sentí que mi cabeza se ordenaba, que mi cerebro encontraba placer en el sentido. Por fin alguien había sabido conectar con mi mente, con mi frecuencia mental. Comenzaba entonces a sentir que la vida retornaba a mi agotado espíritu. Volvía a ser yo. Yo mismo. Yo, que había estado oculto por tantos años viviendo aquello que no era mío, aquellas posturas disimuladas para congraciarme con los demás, con la normalidad de mi ciudad. Ahora el Libro de Malopbn me devolvía mi ser, y mi alma salía libre tal como era; hablando su propio idioma. El Libro era como una savia que renovaba mis energías. Aquella prosa tan ordenada, aquellas historias tan bien estructuradas, aquellos razonamientos nobles y sabios.
Miré para atrás y la ciudad ardía.
Ardía la ciudad de Balno después de la revolución que había estallado hacía una semana. Maldita ciudad donde tantas mentiras y falsedades había vivido. Donde tanta ponzoña había leído, donde tanta mentira y vicio se fraguaban. De no haber abandonado Baldo a tiempo, refugiándome en los visibles montes de Molton; jamás hubiera conocido el secreto de esta comunidad secreta de sabios con su precioso libro de Malopbn.
La ciudad seguía ardiendo allá abajo, a lo lejos, en el Valle de Mistar.
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