Se sentía piedra. Frío como una piedra. Duro como una piedra. No tenía miedo a nada ni a nadie. Hacía su trabajo. Comía, bebía y dormía.
Las palabras eran las justas para mantener el pellejo sin pegársele a los huesos. Cuestión de orgullo estético.
Su desprecio hacia la vida y el mundo era casi absoluto, salvando, como no, su orgullo estético.
Tan solo estaba interesado en que su pellejo no se pegara a los huesos. Esa era su razón para seguir viviendo.
Sí, esa era su razón para seguir viviendo. ¡Maldito pendejo!
Sí, esa era su razón para seguir viviendo. ¡Maldito pendejo!
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