Buscar este blog

viernes, 31 de mayo de 2013

TOCANDO LA CORNETA CON HEIDEGGER


Los testigos de Jehová leen a Heidegger de casa en casa
Y con delicadeza suprema llegan a la raíz de la metafísica
Y ¡zas!
La cortan de cuajo.
Luego invitan al ama de casa a convertirse en un Dassein
Que ha de bailar (con su marido) entre el Ser y el No-Ser.
El ama de casa les cierra la puerta de un portazo.
(De nuevo el Ente se cierra en la Idea de Platón.)
 ---------------------------

Triste noche, triste día
Se hace de noche y todos se retiran
No he visto a nadie reírse
Todos hablan de la crisis y de la mala salud
Y pasan de largo sin fijarse en mí

Así que cojo mi corneta de hojalata y mi tambor de cartón
Me subo en un banco del parque y me pongo a tocar
Alguien me mira y se queda alucinando
Otros comienzan a pararse
Y yo tocando y aporreando mi dulce tambor de cartón
Mientras por el rabillo de mi ojo veo a dos niños bailando.

Un perro me mira con cara desconcertada
Mirando a su dueño como preguntándoles si ha llegado el momento de ladrarme.
Ahora hay mucha más gente
Y todos se fijan en mí

Hay monedas en el suelo
Hay mujeres que quieren besarme
Hay extraños que envidian mi porte.

Pero ya se está haciendo de noche y las luces de farolas nos iluminan
Bajo del banco
Recojo las monedas y me voy bajo la luz de la luna.

jueves, 30 de mayo de 2013

SIENTO QUE TENGA QUE SER ASÍ

Si no descubres el instante, no aspires a descubrir el sentido en la vida o en la historia o en la política o en la
ciencia o en D-ós.

Si no sientes el placer del absoluto momento, no aspires a obtener ese placer en los múltiples e infinitos sustitutos que te ofrece el mundo por medio de los sentidos, del pensamiento, de la imaginación.

Es el instante cuando se vuelve extraño; el momento cuando lo encuentras totalmente desconocido; cuando repites de nuevo lo aburridamente familiar y así de pronto es todo absolutamente nuevo, fresco, irreconocible.

He ahí tu esencia y existencia.

domingo, 19 de mayo de 2013

LA CAMINATA SIGUE

La caminata sigue. He entrado en el club de amigos y me siento mientras la música de tocadiscos suena con
las canciones de moda del momento. Hay tres parejas bailando. Dos chicas me miran mientras bebo mi cerveza. Una es Lida Isandrop, pequeña, morena; cara guapa y sonriente. Parece que el mundo nos sonríe y el mundo es muy extenso y hay mucho camino que recorrer en cualquier dirección que escojamos. Lida y yo estamos bailando y ya somos cuatro parejas. La canción dice algo de un amor traicionado, pero cuando acaba un rock extraño inunda la sala. Es Jim Morrison rompiendo y estirando la realidad hacia el otro lado desconocido. Lida y yo ahora nos volvemos ritmo. Somos ritmo. El ritmo nos arrebata y escogemos un camino. Las calles de la ciudad nos quedan pequeñas. La realidad se va estrechando y el camino parece claro. Estoy confuso. ¿Es ese mi camino? ¿Por qué me dejo arrebatar con tanta facilidad? ¿Por qué dejo que la pasión nos envuelva y entonces el camino se va fijando en algo cada vez más rutinario y conocido? Hemos salido del club de los amigos para seguir una ruta falsa sin salida; una ruta de inocencia, de engaños, de ilusiones que se desvaneces tan pronto como aparecen. ¿De verdad creemos en todo esto?

Dejo a Lida en el club con su amiga y me alejo por las calles solitarias de una ciudad anochecida. Me voy a casa. Es todo provisional. Me recuerdo que es todo provisional. Que estoy en un viaje infinito. Pero la imagen de Lida es otro fantasma más que apunta hacia ese horizonte de cielo relampagueante y sonido de truenos. Más allá de la tormenta hay otra realidad, siempre hay otra realidad más allá del mar, del río, del desierto, de la pradera, de la ciudad.

domingo, 12 de mayo de 2013

LA CONSPIRACIÓN CIENTÍFICO-RACIONALISTA CONTRA EL OSCURANTISMO


 PRIMER ATAQUE

Estaba disfrutando de una sesión espiritista cuando de repente entró una cuadrilla de los científico-racionalistas que nos empezaron a increpar y a llamarnos oscurantistas e irracionalistas. Por suerte uno de
los espíritus que estaba apareciendo en ese instante era un bárbaro equipado con una porra de hierro y empezó a dar mazazos a la cuadrilla, los cuales al ver el poder real de aquel espíritu pensaron que era alguien de nosotros disfrazado. Yo les dije que se fueran cuanto antes, pues no nos haríamos responsables de lo que pudiera suceder ya que no podíamos controlar ese espíritu en concreto. Les dije que las fuerzas del más allá eran impredecibles en algunas ocasiones. Ellos entonces me empezaron a llamar irracionalista, tramposo, oscurantista de mierda y me amenazaron con llevarme, en cuanto tuvieran ocasión, a un centro de rehabilitación mental para borrarme mis ideas equivocadas y reprogramarme con una visión científico-racionalista de la vida. Yo les dije que se fueran a tomar por el culo y nos dejaran en paz y si no pues les volvería a echar sobre ellos al espíritu bárbaro con su porra de hierro como si fuera un perro rabioso. Ni que decir tiene que salieron de nuestro salón cagando hostias.

(De las crónicas de Mirko Melkano)

SEGUNDO ATAQUE

---Y ahora, agobiado y encadenado por la opresiva y la despótica Razón, me retiro a mis fríos
aposentos poblados de chinches y ratas nauseabundas---dijo el conde Kjadrtw---. He abierto el ventanuco y afuera una indomable tormenta ruge con fuerza destructiva. Los ejércitos de la Razón y la Ciencia rodean mi triste palacio. Vienen equipados con potentes luces y con brillantes espejos. Poco a poco van entrando sus soldados equipados con sofisticadas maquinas que van destruyendo y disolviendo mi antiquísima fortaleza ya abandonada. Muy pronto estarán aquí en mis mismos aposentos una vez mis escualidos siervos y famélicos esclavos se hayan rendido ante tan formidable ejército. A medida que van entrando la luz va iluminando los lóbregos pasadizos de mi fortaleza. Incluso cuando miro afuera por el ventanuco veo que la tormenta va cediendo a la brillante luz del sol. Creo que me estoy volviendo ciego. Tanta luz es insoportable. Pero ¿qué es lo que oigo? ¡Ah! Mis escuálidos siervos están cantando y mis famélicos esclavos gritan que son libres. ¡¡¡Agghh!! No puedo más, parece que me ahogo ante tanta luz, claridad, libertad, conocimiento. Incluso mi ventanuco es ahora un inmenso ventanal de claridad y transparencia y puedo ver entre las escamas de mi perturbada vista a una humanidad alegre que bailan en corro y se divierten viendo mi fortaleza invadida y ya casi destruida. Agggghhhhh!!!

( Las crónicas de Hsntrw Mklsotyr)

lunes, 6 de mayo de 2013

AGÁRRESE A LA REALIDAD ANTES DE QUE DEJE DE SERLO

Mientras pasaba la voluminosa aspiradora por la moqueta verde creyó ver una figura
escondiéndose entre la ropa colgada en los percheros de exposición de la sección de señoras. Paró la máquina un instante y miró hacia donde creía haber visto la figura o silueta. No veía nada. Pero no estaba conforme. En aquel momento era el único que hacía limpieza en aquellos grandes almacenes con el abultado aparato rodante. Nadie solía ponerse a jugar al escondite a hora tan intempestiva de madrugada. Así que fue hacia los percheros y efectivamente alguien, al verse sorprendido, salía corriendo y se perdía por la oscuridad de los pasillos embaldosados. Pudo ver una figura pequeña de estatura y cubierta por una especie de albornoz blanco. Se quedó perplejo. Era evidente que alguien había logrado burlar la última revisión de seguridad la noche anterior y había pasado la noche oculto en cualquier probador o durmiendo entre los percheros.
Sin pensarlo más se dirigió hacia la oscuridad del pasillo no sin cierto temor. Ese alguien podría ser peligroso; o quizás pudiera haber más personas con él o ella. Intentaría mirar. Penetraría la oscuridad nada más que unos metros. Y así lo hizo.

— ¿Hay alguien ahí?—, gritó un par de veces. Luego fue el silencio total. Un silencio que le hizo estremecer por un momento. Llamaría a seguridad cuanto antes. Pero cuando daba la vuelta alguien lo llamó por su nombre. Fue como un susurro. Un susurro que le hizo sentir un fuerte escalofrío. Se paró en seco.
—Rick. Estoy aquí. He venido a verte. — El susurro parecía surgir de detrás de un mostrador apenas perceptible.
—No puedo creer que seas tú. Tú ya no eres nadie. No puedes estar ahí porque no eres nadie.
—Rick, tienes que venir conmigo; deja esa puñetera máquina y ven conmigo.
—Tú no eres más que una ilusión en mi cabeza. He soñado contigo muchas veces. A veces te has aparecido como una especie de ángel capaz de sacarme de los atolladeros; pero otras has sido mi peor pesadilla.
—Rick, déjate de tonterías y ven conmigo. Si te acercas más podrás verme y tocarme.
Rick se fue acercando hacia la silueta ya más visible del mostrador. Estaba temblando. Tocó el mostrador y se quedó quieto. Unos metros más allá seguía dominando la oscuridad. Cerró los ojos y se concentró con fuerza. Tenía que ser valiente. Era el momento de poder demostrase a sí mismo que las personas ahí afuera siempre son de carne y hueso; como sus compañeros de trabajo, como la gente normal de la calle. Si ella era real entonces era el momento de saberlo.
Dio un par de pasos sigilosamente y entonces sintió cómo alguien le cogía la mano. Era una mano suave, pero extrañamente fría. Un frío que se fue apoderando de todo su cuerpo hasta reducirlo a un manojo de convulsiones. La cabeza se le iba, no podía controlarla.

Mr. Patterson, el supervisor, encendió las poderosas luces de neón. Había creído oír algo así como susurros
y pasos. Era imposible que alguien anduviera por la planta principal cuando aun no había entrado el personal de limpieza por la puerta de servicio. Era casi imposible que alguien antes del cierre del día anterior se hubiera quedado escondido en ningún rincón, pues la última revisión de seguridad era exhaustiva. No obstante haría el recorrido preceptivo en estos casos previo aviso a seguridad. Las luces eran potentes. Potentes luces de neón que no permitían la proyección de ninguna sombra; de ningún pliegue y repliegue de mínima oscuridad. La claridad y transparencia eran absolutas. Mr. Patterson, sin embargo, estaba casi seguro de haber oído extraños susurros en la oscuridad; quizás hasta haber visto y sentido algo; pero ante aquella extraordinaria transparencia en un espacio de perfecto orden era imposible que eso sucediera. Así que todo lo achacó a las pastillas que le había dado a tomar el Dr. Gimatti para vencer sus continuos delirios y obsesiones desde que vivía solo después de haber fallecido su mujer.