La caminata sigue. He entrado en el club de amigos y me
siento mientras la música de tocadiscos suena con
las canciones de moda del
momento. Hay tres parejas bailando. Dos chicas me miran mientras bebo mi
cerveza. Una es Lida Isandrop, pequeña, morena; cara guapa y sonriente. Parece
que el mundo nos sonríe y el mundo es muy extenso y hay mucho camino que
recorrer en cualquier dirección que escojamos. Lida
y yo estamos bailando y ya somos cuatro parejas. La canción dice algo de un
amor traicionado, pero cuando acaba un rock extraño inunda la sala. Es Jim
Morrison rompiendo y estirando la realidad hacia el otro lado desconocido. Lida
y yo ahora nos volvemos ritmo. Somos ritmo. El ritmo nos arrebata y escogemos
un camino. Las calles de la ciudad nos quedan pequeñas. La realidad se va
estrechando y el camino parece claro. Estoy confuso. ¿Es ese mi camino? ¿Por
qué me dejo arrebatar con tanta facilidad? ¿Por qué dejo que la pasión nos
envuelva y entonces el camino se va fijando en algo cada vez más rutinario y conocido? Hemos
salido del club de los amigos para seguir una ruta falsa sin salida; una ruta de inocencia,
de engaños, de ilusiones que se desvaneces tan pronto como aparecen. ¿De verdad
creemos en todo esto?
Dejo a Lida en el club con su amiga y me alejo por las
calles solitarias de una ciudad anochecida. Me voy a casa. Es todo provisional.
Me recuerdo que es todo provisional. Que estoy en un viaje infinito. Pero la
imagen de Lida es otro fantasma más que apunta hacia ese horizonte de cielo
relampagueante y sonido de truenos. Más allá de la tormenta hay otra realidad,
siempre hay otra realidad más allá del mar, del río, del desierto, de la
pradera, de la ciudad.
En el club se juega al ajedrez. El club es para jugar al ajedrez. Si Ud. hubiera jugado, como está estipulado, al ajedrez, no le pasarían esas cosas raras y desagradables que le pasan. El ajedrez es reflexivo, no hace falta hablar ni gesticular, es sosegado y amable. Juege Ud., pues, al ajedrez. Es un consejo bueno y gratuito.
ResponderEliminarPosaeru