Mientras pasaba la voluminosa aspiradora por la moqueta
verde creyó ver una figura
escondiéndose entre la ropa colgada en los percheros de exposición de la sección de señoras. Paró la máquina un instante y miró hacia donde creía haber visto la figura o silueta. No veía nada. Pero no estaba conforme. En aquel momento era el único que hacía limpieza en aquellos grandes almacenes con el abultado aparato rodante. Nadie solía ponerse a jugar al escondite a hora tan intempestiva de madrugada. Así que fue hacia los percheros y efectivamente alguien, al verse sorprendido, salía corriendo y se perdía por la oscuridad de los pasillos embaldosados. Pudo ver una figura pequeña de estatura y cubierta por una especie de albornoz blanco. Se quedó perplejo. Era evidente que alguien había logrado burlar la última revisión de seguridad la noche anterior y había pasado la noche oculto en cualquier probador o durmiendo entre los percheros.
escondiéndose entre la ropa colgada en los percheros de exposición de la sección de señoras. Paró la máquina un instante y miró hacia donde creía haber visto la figura o silueta. No veía nada. Pero no estaba conforme. En aquel momento era el único que hacía limpieza en aquellos grandes almacenes con el abultado aparato rodante. Nadie solía ponerse a jugar al escondite a hora tan intempestiva de madrugada. Así que fue hacia los percheros y efectivamente alguien, al verse sorprendido, salía corriendo y se perdía por la oscuridad de los pasillos embaldosados. Pudo ver una figura pequeña de estatura y cubierta por una especie de albornoz blanco. Se quedó perplejo. Era evidente que alguien había logrado burlar la última revisión de seguridad la noche anterior y había pasado la noche oculto en cualquier probador o durmiendo entre los percheros.
Sin pensarlo más se dirigió hacia la oscuridad del pasillo
no sin cierto temor. Ese alguien podría ser peligroso; o quizás pudiera haber más
personas con él o ella. Intentaría mirar. Penetraría la oscuridad nada más que unos
metros. Y así lo hizo.
— ¿Hay alguien ahí?—, gritó un par de veces. Luego fue el
silencio total. Un silencio que le hizo estremecer por un momento. Llamaría a
seguridad cuanto antes. Pero cuando daba la vuelta alguien
lo llamó por su nombre. Fue como un susurro. Un susurro que le hizo sentir un
fuerte escalofrío. Se paró en seco.
—Rick. Estoy aquí. He venido a verte. — El susurro parecía
surgir de detrás de un mostrador apenas perceptible.
—No puedo creer que seas tú. Tú ya no eres nadie. No puedes
estar ahí porque no eres nadie.
—Tú no eres más que una ilusión en mi cabeza. He soñado
contigo muchas veces. A veces te has aparecido como una especie de ángel capaz
de sacarme de los atolladeros; pero otras has sido mi peor pesadilla.
—Rick, déjate de tonterías y ven conmigo. Si te acercas más
podrás verme y tocarme.
Rick se fue acercando hacia la silueta ya más visible del
mostrador. Estaba temblando. Tocó el mostrador y se quedó quieto. Unos metros
más allá seguía dominando la oscuridad. Cerró los ojos y se concentró con
fuerza. Tenía que ser valiente. Era el momento de poder demostrase a sí mismo
que las personas ahí afuera siempre son de carne y hueso; como sus compañeros
de trabajo, como la gente normal de la calle. Si ella era real entonces era el
momento de saberlo.
Dio un par de pasos sigilosamente y entonces sintió cómo
alguien le cogía la mano. Era una mano suave, pero extrañamente fría. Un frío
que se fue apoderando de todo su cuerpo hasta reducirlo a un manojo de convulsiones.
La cabeza se le iba, no podía controlarla.
Mr. Patterson, el supervisor, encendió las poderosas luces
de neón. Había creído oír algo así como susurros
y pasos. Era imposible que
alguien anduviera por la planta principal cuando aun no había entrado el
personal de limpieza por la puerta de servicio. Era casi imposible que alguien
antes del cierre del día anterior se hubiera quedado escondido en ningún
rincón, pues la última revisión de seguridad era exhaustiva. No obstante haría
el recorrido preceptivo en estos casos previo aviso a seguridad. Las luces eran
potentes. Potentes luces de neón que no permitían la proyección de ninguna
sombra; de ningún pliegue y repliegue de mínima oscuridad. La claridad y
transparencia eran absolutas. Mr. Patterson, sin embargo, estaba casi seguro de
haber oído extraños susurros en la oscuridad; quizás hasta haber visto y
sentido algo; pero ante aquella extraordinaria transparencia en un espacio de
perfecto orden era imposible que eso sucediera. Así que todo lo achacó a las
pastillas que le había dado a tomar el Dr. Gimatti para vencer sus continuos
delirios y obsesiones desde que vivía solo después de haber fallecido su mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario