Vivía en la frontera. La frontera entre la ciencia y religión.
Entre el mito y la realidad. Entre la razón y la imaginación. Siempre en la
frontera.
Ya cuando era niño le entusiasmaban las películas y los relatos de fronteras.
La frontera entre los indios apaches y la civilización del hombre blanco; la
frontera entre Israel y los filisteos; la frontera entre las aldeas profundas
de las montañas y los pueblos o ciudades. La frontera entre el desierto árido,
inhóspito, letal; y los oasis verdes y frondosos. La frontera entre el mar y
las costas.
Más tarde fue también el vivir en el “entre”. Asumió el protestantismo no
conformista como ideología mutante de frontera y estuvo siempre entre una
iglesia y otra; entre una denominación y otra; entre una secta y otra y todas
aparecían como territorios ya poblados, habitados, delimitados; pero sin llegar
a ser nunca Estado, nunca unión de iglesia y Estado; todos afortunadamente
separados por algo, por alguna oportuna diferencia de matiz teológico,
doctrinal, interpretativo. Afortunadamente separados unos de otros, pero lo
suficientemente unidos para reconocerse como un pueblo mutante, en extraña e
inestable relación con el resto del mundo. Y, él, siempre en la frontera: ni
unos ni otros, siempre “entre” y feliz de estar en lo posible con todos.
La frontera entre el arte y la política, entre la producción estética y la
producción industrial de las fábricas y talleres. También las fronteras
políticas y sus sectas e ideologías. Ni a gusto con las izquierdas, pero
tampoco con las derechas; a caballo entre un liberalismo individualista amante
de la visceral independencia, y el tentador apegado a la tradición lejana y
nostálgica de relatos milenarios de pueblo tribal bajo un dios celoso. Entre el
politeísmo disgregador de experiencias, y el más intransigente monoteismo.
Evidentemente, un personaje de esta calaña no puede gozar de la confianza ni
estima de nadie. Puede que hasta resulte un estorbo. Un personaje sin lealtad
de partido, de iglesia, de secta, de nación, de rancho, de familia, de tribu,
de territorio delimitado por el Gran Estado, el Gran Cónclave, el Gran Sínodo,
el Gran Secretariado, el Gran Comité Central; ese elemento no es más que un
cuatrero, un fugitivo, un forajido, un vagabundo errante, un mutante... quizás
hasta un loco perdido en su imaginación nómada, irresistiblemente nómada.
Condenadamente nómada.
Fronterizo. Esquivo. Mutante.¡Maldito cuatrero fronterizo!!
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