MARY: Según Hume, dependemos de la costumbre, no de la necesidad, Frank. Eso quiere decir que cuando crucemos ese túnel quizás nunca más podremos salir de él, o a lo mejor el túnel se hunde cuando estamos pasando, o aparecemos en otro planeta al salir, o en lugar de salir en coche salimos en bicicleta pedaleando en pleno centro de Nueva York. Eso es lo que quiere decir Hume con su filosofía: nada está garantizado en este mundo. El hecho de que las cosas se comportan como se comportan es que se repiten todos los días de la misma manera, pero no porque haya unas leyes escritas en la naturaleza que las garanticen; sino porque la repetición y la costumbre de ver las cosas comportarse de esa manera nos inducen a creer que son leyes inexorables e inmutables. Pero en realidad vivimos en un mundo que jamás sabemos de forma segura y absoluta qué es lo que va a pasar el próximo segundo.
FRANK: Bueno, Mary, ya hemos cruzado el túnel y no ha pasado nada. Para el caso patatas, si esa costumbre se cumple todos los días y años y años, entonces me da igual que sean leyes necesarias o costumbre que hemos adquirido al ver repetirse las cosas de una forma esperada. Hume era muy inteigente, pero no nos sirve para la vida diaria, la vida real.
MARY: No te creas Frank, es mejor vivir con la intuición de que todo puede pasar. De repente podríamos salir volando con este coche al trasmutarse toda la realidad y veríamos allá abajo la ciudad de Tokio en cincuenta colores; o sin darnos cuenta podríamos estar viajando al pasado y hacernos más jóvenes, y ver a la gente que conocimos y la abuela Merlia seguiría viva esperándonos con el te y las pastas en la mesa.... según Hume esa trasmutación extrema bien es verdad que no se podría predecir, pero nada, absolutamente nada, está garantizado que suceda como esperamos. La vida queda abierta a la más extrema contingencia.
FRANK: Tenía un amigo, Mary, que pensaba que en realidad vivíamos dentro de la mente de Dios; y, en esa mente todo lo que estaba sucediendo era Dios mismo actuando a cada instante, pero al ser Dios todo ello: montañas, gente, un pueblo, el mar, etc., cada movimiento, cada insignificancia, cada palabra que estamos pronunciando ahora, cada pensamiento o premonición, cada recuerdo, pues todo ello adquiría una importancia suprema en el todo de Dios (si se puede hablar de todo, es un hablar), ya que ese aire que sopla ahí afuera, o esa montaña, da lo mismo, son absolutamente necesarios para la cohesión de todo el universo-mente divina. Nada tendría una superioridad ontológica sobre cualquier otra cosa: un sapo sería tan necesario como un planeta, una sombre tiene la misma razón de ser que un recuerdo, una lagartija, es tan importante y absolutamente necesaria como una compleja ecuación matemática o el sol. Sería una absoluta inmanencia divino-mental donde nosotros, tú y yo ahora conduciendo este coche, pues sostendríamos el todo absoluto de tal universo, como el neumático de una rueda o la mirada que yo proyecto ahora sobre ti.
MARY: ¡Wow! Sensacional, Frank. ¡Vaya amigos que tienes!
FRANK: Pero eso incluye, y a eso iba Mary, que en cada momento o instante de la mente divina donde estamos incluídos, nada está fijo en un orden absoluto tal como nuestra mente lo entiende. Esa necesidad de que cada cosa o acontecimiento por muy insignificante o soñado o fantasioso que nos parezca hace posible tal universo, ya que si esa sombra o ese gusano existen es porque todo el universo mental de Dios lo necesita de un modo absoluto para que todo funcione en una eternidad. Sería un espacio mental donde no hay juicio moral alguno, donde todo es tan importante y absoluto como cualquier otra cosa. Crímenes, torturas o cosas bellas producto del amor más desinteresado estarían en el mismo plano de igualdad en esta pura inmanencia divina. Y esto es lo inquietante. Mi amigo decía que era la única manera de entender el llamado problema del mal: no hay mal ni bien. Simplemente HAY.
Y ahora acabo con una sorpresa que lo liga con lo que tú decías de Hume y la costumbre y la absoluta contingencia de la misma existencia. Es imposible desde nuestra mente (dentro de la mente divina), saber lo que Dios piensa en cada instante, y lo que en Dios significa absoluto, y lo que todo esta metáfora de la mente divina ES en realidad. En cualquier momento el universo podría transformarse en otro universo, en otra dimensión de leyes inverosímiles e inconcebibles para nosotros, aunque para Dios sería siendo su universo...uff...me entran escalofríos. Podría ser verdad lo que dices Mary sobre Hume y la costumbre en lugar de la necesidad: ahora mismo este coche podría volar o nosotros convertirnos en hierbajos, o aparecer en formas inimaginables en diferentes universos, ahgg. Paro. Sigue conduciendo con cuidado.
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