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lunes, 11 de junio de 2012

UNA SÓLIDA Y ABSOLUTA MÁQUINA CÓSMICA

Encontré este documento escrito con letras góticas dentro de un libro viejo sobre divulgación científica que estaba en uno de los rincones más alejados de la sección de libros raros de la Menphistes Grand Library, de la gran ciudad de Hjkplkg. Me puse a leerlo y quedé desconcertado. Decía así:

“Me apasionaba la ciencia. Era magnífico leer los grandes descubrimientos físicos, los grandes descubrimientos astronómicos. Ver cómo la razón a través de la investigación y la intuición llegaban a desentrañar verdades sobre el funcionamiento de la naturaleza. La ciencia requería pasos seguros, certezas probadas; y sobre todo la gran satisfacción de estar en la única verdad posible, demostrable y trasparente para todo ser humano que quisiera conocerla.

“Poco a poco me di cuenta que tan solo éramos máquinas sincrónicas. El cerebro humano, él mismo producto de la naturaleza; buscaba llegar a una perfecta sincronía con su exterioridad, hasta hacerlo funcionar como una manejable identidad. Éramos simples máquinas biológicas en proceso de autodescubrimiento.

“Por eso edifiqué mi ética en la simple precisión de la razón científica. Me deshice de las emociones a base de enfriarlas, de no darles alimento vano; de entenderlas como simple energía descontrolada buscando ser encauzada de un modo seguro, disciplinado, objetivo, real. Las religiones y sus substitutos ideológicos de tipo político ya habían perdido jurisdicción en mi conciencia: las ilusiones vanas seguían ahí como tumores de la conciencia que solo esperan la muerte para desaparecer de una vez y por todas.

“Considerado el universo en su absoluta impersonalidad; en su infinita objetividad y realidad, llegaba a ser un universo maravilloso.

“Yo, Sedrukmer, vivía esa absoluta soledad maquínica y era el hombre más feliz del mundo.”

Discretamente metí el documento en mi bolsillo y salí de la biblioteca. Por fin había encontrado la verdad que tanto ansiaba.

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