Llegaba a Nartsonville con el alma vacía y el cuerpo cargado
de pecado. Había salido del pueblo hacía casi 40 años. Era todavía joven
cuando se dio cuenta que no podía seguir viviendo en Nartsonville. Que posiblemente lo acabarían matando. Su
padre era un maldito alcohólico que le hacía trabajar como si fuera uno de los esclavos negros de Murphy Brown, el
dueño del rancho Conchita Plains. Además, él mismo, ya empezaba a matar su tiempo libre
bebiendo matarratas en el saloon de Debbie MacCoullogh e intentando coger
gratis a Louisa Tindal la prostituta coja con la cara llena de dudosas cicatrices.
Nadie sabía qué edad tenía Louisa, pero todos en Nartsonville sabían que llevaba
demasiado tiempo como para acordarse nadie del día en qué llegó al pueblo. Quizás podía ser su
misma abuela, pero él era todavía demasiado joven y con demasiados impulsos pendejos
para distinguir edades o despiadadas cicatrices.
A veces se peleaba recio con los hermanos Folkson o se iba a
cazar coyotes al mero desierto con el mexicano Joe Garza. En ocasiones tardaban
en volver dos días y cuando llegaban a casa estaban medio muertos de hambre y
sin ninguna señal de haber cazado nada. Sí, en Nartsonville la vida era dura y perra. Tan solo le gustaba la guayabita Jane, la hija tan bonita del Reverendo Cullman que tantas veces le sonreía cuando alguna vez se dejaba caer cerca de la iglesia o en el colmado de John Buchanan. Qué linda era la Jane. Cuántas veces la tenía presente antes de caer dormido. Tan linda ella y con un padre tan ojo de culo y tan estirado como el coyote disecado que tenía el barbero Tom "Furry" Fergusson en la vitrina.
Un día el Reverendo Cullman le citó a su oficina para supuestamente darle un recado para su padre. pero una vez en la oficina el Reverendo le dijo que como intentase seducir a su hija Jane lo acabaría matando como a un perro. Dicho esto el pastor se levantó de la silla y acercándosele por detrás disimuladamente le dio un par de fuertes bofetones que lo dejaron aturdido por un tiempo. "Ahora váyase de aquí y no se le ocurra mirar a mi hija, hijo del Diablo", dijo el cabrón del predicador lleno de encendida ira. Fue ese mismo día cuando
quemó la iglesia del Reverendo y luego decidió no volver jamás a su casa. Galopó
como el viento hacia el norte con Wino, el caballo más apreciado de su padre,
y nunca más se supo del muchacho.
Ahora volvía ya chingo viejo y con el rostro arrugado de
profundos surcos que indicaban una vida de duro trabajo, o quizás de puro
desgaste pendenciero por los bajos fondos de muchas ciudades; o quien sabe pues
sino habría estado navegando por los mares de Dios y retozando con puras viejas pedorras en cualquier puerto lejano. Nadie lo supo. Simplemente ató
su mula cubierta de polvo delante de la tienda de Mary Buchanan, la hija de John y dijo a Clermon
Morgan que en aquel momento se cruzó en su camino, que su alma estaba vacía y
su cuerpo lleno de pecado y que volvía a su pueblo para dejarse morir, pero
que lo mismo lo podía haber dicho a un perro o al primer borracho tumbado en la
cuneta, porque le daba igual a quien o a qué se lo decía. En lugar de saludar y
presentarse como lo hacen los forasteros decentes, simplemente le dijo al viejo
Clermon eso del alma y el cuerpo y las ganas de morirse. Luego se dirigió al
saloon que ahorita regentaba Polly, la hija mayor de Debbie MacCoullogh, y pidió
una botella de whisky.
Algunos dicen que de puro pedo que estaba trató de molestar
a Polly y que entonces el sheriff Williams se vio obligado a intervenir y que
así comenzó la balacera. Otros dicen que de tan puro pedo que estaba
simplemente cayó por las escaleras y se lastimó tan feo que murió al momento al
golpiar una piedra con la cabeza. Otros dicen que todo eso era mentira y que el
cuate simplemente se disparó a la cabeza cuando ya estaba chingo pedo de whisky.
Nunca nadie supo la verdad, pero tampoco nadie supo porqué a la mañana
siguiente su cadáver apareció medio comido por los buitres a la misma vera del
desierto, el cuerpo lleno de agujeros y la boca llena de páginas impresas de la
Biblia King James que un día había estado en el atril de la vieja iglesia
metodista chamuscada hacía muchos años..
En Nartsonville hay cosas que pasan que nunca nadie sabe
por qué pasan.
Es la clase de literatura que no se aprecia en su d'ia, y que termina mereciendo un Nobel despu'es que el autor ya no pueda disfrutarlo...un Don Quijote de nuestro d'ia.
ResponderEliminarCreo que el t'itulo es tan c'inico como la gente de Nartsoville, porque all'i todos saben todo lo que pasa y exactamente el porqu'e.
Kousinski
Algún día deberías poner todas estas historias en un libro. Yo lo compraría.
ResponderEliminarFran (Sevilla)