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viernes, 22 de junio de 2012

OH, SOL, GRAN SOL; ILUMINA NUESTRA TIERRA

Nunca salía el sol en el verde país de Bhulwep. Todos los días llovía y los cielos eran grises encapotados. Los inviernos eran duros y la nieve nos cubría hasta las orejas. Y así siglos y siglos; muchos siglos. Los habitantes de Bhulwep nos habíamos acostumbrado a vivir en esa permanente penumbra. Nuestro carácter era también gris y melancólico.

Nuestras leyendas nos hablaban de aquellos días pasados cuando la bola de fuego llamada sol alumbraba nuestros territorios, pero un día por orden de los dioses del Consejo de Malkut, el sol dejó de brillar y la penumbra nos cubrió. Nos había caído la maldición por nuestros males y extravíos. Y así por siglos y siglos hasta que la amargura más negra nos fue minando el carácter y vida social. El pueblo del país de Bhulwep se moría de tristeza y amargura.

Pero un día salió el sol.

Un día salió el sol y nadie sabía cómo reaccionar, nadie sabía qué hacer. Las leyendas milenarias hablaban de la bola de fuego llamada sol, pero ya nadie sabía cómo recibirlo. De repente, el cielo se hizo azul y el sol se hizo rey del universo. Pero a medida que tratábamos de mirar y recibirle con nuestros débiles ojos su luz nos fue cegando uno a uno.

El sol había salido con toda su potencia, pero ahora éramos todos ciegos en el país de Bhulwep.

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