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viernes, 18 de enero de 2013

EL VIEJO ICE ODIABA EL MUNDO

El viejo Ice odiaba el mundo. Miraba al firmamento y odiaba el firmamento en las noches estrelladas. Cuando cruzaba los mercados de los pueblos entre los territorios indios y la frontera mexicana, sentía profunda compasión por todos los humanos.
Pues los humanos eran las víctimas de un universo diabolicamente trastornado. No había humano sobre la tierra que no estuviera loco. No había conocido a ningún humano que no padeciera de alguna modalidad de locura. Había humanos más inocentes que otros. Había humanos más perversos que otros. Pero todos padecían de alguna tara cerebral o espiritual o mental. Todos estaban locos de remate.
La Biblia era su libro maldito. Capítulo a capítulo iba descubriendo la terrible impotencia humana ante sus dioses; ante su terrible Dios Jehová; la impotencia de los mesías siempre prometidos porque nunca era posible que un Mesías de verdad llegara a imponer un Reino Justo de Dios sobre la Tierra

Por eso, para compensar su enfermiza turbación ante la miseria humana, tenía que acompañar su obsesiva lectura diaria de la Biblia con media botella de whisky. El whisky y la Biblia mezclaban bien. El horror del pecado y la impotencia humana con su Dios requerían de una buena borrachera.
Cuando llegaba al Apocalipsis era el momento de la más terrible violencia vengativa jamás imaginada. Entonces pedía una botella entera para celebrar la destrucción de la Tierra y el día del Juicio Final con sus ángeles vengadores destruyendo bestias horribles, monstruos cataclísmicos y Nuestro Señor Jesucristo allí mismo dirigiendo las tropas celestiales: “Amarás a tus enemigos como a ti mismo”, “Bienaventurados los pacíficos porque ellos verán el Reino de los Cielos”, habían dicho anteriormente los evangelios.
Y luego volvía a empezar por el Génesis.

Otro Génesis.

Salió entonces del pueblo y se dirigió a las montañas. Nunca más volvió, ni se sabe qué fue lo que le aconteció en tan solitarios parajes.

1 comentario:

  1. He aqu los comentarios recibidos sobre este relato:

    • Anónimo19 de enero de 2013 11:29
    Quizá el mundo merezca ser fuertemente odiado. Pero como no tenemos otro, no tenemos más remedio que aguantarlo. Y, haciendo de la necesidad virtud, hasta amarlo: autoconvenzámonos, pues, de ¡qué bonito es el mundo! Eso es lo que hace la inmensa mayoría de la gente.

    ¿La Biblia? ¡Qué bonita es también la Biblia, con su Jehová y todo eso!

    Pedrosa Latas
    Anónimo19 de enero de 2013 19:40
    Son unos relatos extraños. La visión o el arquetipo del universo loco y la humanidad tarada es un tema muy gnóstico. Puede que sea así, o sea, que este mundo en realidad sea una cárcel o un manicomio para goce de algún dios malvado y perro que nos contempla desde algún sitio o no-sitio.

    La liberación entonces es la negación absoluto de la validez de este universo. Hay que negarle validez alguna. Dejar de procrear hasta que nos extingamos.
    Anónimo19 de enero de 2013 19:44
    Por otra parte este es un blog muy peculiar. Una bienvenida rareza. Un disfrute. Gracias Nesalem.

    Nesalem20 de enero de 2013 10:50
    Bueno. Sí hay un pesimismo radical en apariencia, pero hay algo curioso en este personaje que puede dar de sí. Ustedes podrían darle vida, proyectarle en diferentes contextos, etc. No creo que haya ese dios malvado, salvo que sea un recurso lieterario; sino que el universo sí tiene sentido a pesar de todo y es nuestra obligación encontrarlo cuanto antes y adaptarlo como ética universal. Es lo que nos puede salvar de esta confusión moral en que vivimos. Hay Sentido, y ese sentido nos da integridad y valentía.


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