Sentí que tosía, pero estaba fuera de la habitación. Así que
salí de la habitación al pasillo, pero volví a oír su tos profunda afuera en el
rellano de la escalera. Abrí la puerta de la casa pero ahora la tos surgía del
ascensor. Esperé a que subiera el ascensor y cuando bajé al portal la tos ahora
procedía de la calle: era una tos profunda, cargada de impurezas. Salí a la
calle, pero ahora la tos era claro que venía del parque más arriba. Fui
corriendo al parque, pero tampoco había llegado a tiempo; la tos ahora venía
del camino que salía de la ciudad. Corrí como un endemoniado en busca de Mirkal
que seguía tosiendo en profundidad y recorrí el camino de salida de la ciudad
hasta llegar a cruzar huertas y prados, pero la tos ahora surgía de bosques
lejanos. Me dirigí a los bosques lejanos y su tos ahora resonaba con un eco
expansivo que llenaba el bosque de tristeza y angustia. Buscaba su origen
corriendo de allá para acá, pero era imposible llegar a ella. Entonces la tos
volvió a resonar con lejana fuerza allá en los picos de las montañas. Subí con
gran esfuerzo las montañas siempre siguiendo la estela de la tos y su profundo
carraspeo, pero aun en las cimas nevadas y solitarias no era capaz de descubrir
el origen, la figura de Mirkal se desvanecía a lo lejos sin yo poder
alcanzarla. Y así ocurrió que ya su tos procedía de los aires, de más allá de
las nubes. Cerré los ojos con fuerza y sentí que flotaba en las nubes y que la
tos provenía todavía de más allá de las nubes, incluso más allá de los
planetas. Me sentí lanzado con inusitada fuerza hacía los confines del espacio
visible cruzando las órbitas de los planetas y dejando el sol brillando como
una tenue centella; pero la tos de Mirkal seguía sonando con fuerza más allá de
las galaxias, más allá del universo. Y llegué a los confines del universo. Allí
me rendí y me desmoroné en la más angustiosa desesperación: la tos seguía
emanando de un infinito desgarrador al cual era ya imposible seguir:
simplemente ya todo se transformaba en una nada, en un absoluto silencio, en
una total oscuridad donde los sentidos perdían su jurisdicción. Me retiré a
tiempo desconsolado, pero cuando volvía a mi normal existencia aquella tos
sonaba con todavía mayor estrépito, pero ahora era más allá de toda existencia,
más allá de mis sentidos; era una tos que provenía de las ignotas profundidades
de mi mismo ser.
Una tos que muy bien podría llamarse, Sr. Nesalem, TOS CÓSMICA.
ResponderEliminarPedrosa Latas