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sábado, 16 de julio de 2011

ATRAPADOS EN UN SUSURRO DE NOSTALGIA AFRICANA O EL EXTRAÑO VIAJE DE AUTOBÚS NOTTA-SIRACUSA

Cuando cogimos el autobús en Notto para volver a Siracusa, una pareja negra se sentó detrás de nosotros. Tendrían unos 30 años y los dos eran de apariencia atractiva. Ella tenía el pelo algo alisado y vestía unos vaqueros apretados que dejaban ver una figura bien cuidada. No llevaba el autobús diez minutos de viaje cuando de repente creí oír una extraña canción de lamento. Yo llevaba el i-pod puesto y pensé que era la radio del autobús o un CD que habría puesto el conductor. No le di más importancia. Pero unos minutos más tarde vuelve la canción a interferirse con mi música. Normalmente, si la música del autobús se interfiere con mi música lo que hago es aumentar el volumen y seguir escuchando una vez ahogada la interferencia. Pero en este caso la canción que se estaba interfiriendo iba seguida por una voz débil, triste, melancólica. Inmediatamente me vi atrapado por lo que más que una canción era un cántico como salido del alma de una persona o una colectividad lejana. Apagué mi i-pod y me dejé seducir por el cántico que surgía de algún aparato electrónico en forma de voz de hombre y en una lengua africana, quizás en swahili. La canción era más bien una forma de recitación acompañada de fuerte percusión, pero manteniendo un acertado equilibrio de sonido y ritmo. A veces intervenía algún instrumento de viento que no sabría definir. Y al unísono la chica africana iba repitiendo lo que decía entre canto y recitación la potente voz del artista.

El efecto de aquella música era un tanto narcotizante. Me sentí atrapado por una sensación de embriaguez estética que lograba transportarme a no importa qué lejanas tierras tribales o campesinas. El ruido del motor del autobús y el paisaje siciliano quedaban fundidos en la magia del cántico. La voz de la chica era como un susurro de lamento, de pérdida; para luego alcanzar un punto de inflexión donde la voz parecía celebrar, desahogar, atacar, denunciar. Luego unos silencios marcados por la percusión y vuelta al susurro acompañante de la voz negra de aquel artista de la grabación. La hora y media que duró el viaje fue todo un mantra de repetición, de recitación, de cántico, de lamento, de nostalgia; luego de climax, de resolución, de alegría, de celebración. Silencios acompañados de percusión. Ahora denuncia, acusación, ataque. Silencio. Tristeza. Susurro. Todo un ciclo imparable y en infinita sucesión. Aun después de llegar a la estación de Siracusa y observar a la pareja bajarse del autobús, la música seguía sonando en mi mente; quizás ya incrustada en mi alma. Ana y yo lo comentamos. Ella también sintió aquel extraño hechizo. Durante el camino al hotel no paraba de susurrar aquella lejana música africana, aquella música de profunda nostalgia; aquella letra intraducible; pero plena de significados para quien quisiera escucharla de verdad. Aun en la cama fui repitiendo las cadencias: Ahimó, ahimó; deshahi; melutava, melutavah. Ehí!! Ehí!! Melutava mehadish!!

viernes, 15 de julio de 2011

AGRIGENTO

Llegamos a Agrigento y el sol nos iluminaba con alegría, pues al mismo tiempo soplaba una ligera brisa que nos animó al instante a caminar la ciudad con gana. La ventaja de no ir con un grupo organizado es que uno se levanta a la hora que quiere y viaja de acuerdo a los horarios de autobuses más convenientes; y aprovecha el tiempo a la carta. Con un grupo organizado no hay ni tiempo para tomar una cerveza, para caminar por las calles; y hay que comer donde ellos te digan. Todo un agobio, que de no ser porque uno está de vacaciones viendo cosas, sería como si uno estuviese en la mili. A las seis arriba sin compasión porque el grupo se va en el autobús y el guía presiona; y luego venga a ver piedras y más piedras, sin la posibilidad de ver gente nativa, de ver las calles con chiquillos jugando, con las vecinas dando voces y parando en una tasca a tomar una birra en paz y tranquilidad con el “pueblo”.

Pues llegamos a Agrigento y nos pusimos a caminar con ese sentido de libertad que se siente cuando estás en medio de una aventura exploratoria con tiempo a raudales. La ciudad en su parte antigua no es muy diferente de esos pueblos tipo Ciudad Rodrigo, Béjar, Sigüenza, etc.; pero es Sicilia, y Agrigento es una ciudad con sólida historia antigua; una ciudad que fue marco y protagonista de imperios y conquistas que yo ahora no voy a relatar porque desde que existe la Wikipedia no hay nada que nos impida aprender y yo os doy pretexto para ello. Sí deciros que caminando por la Vía Atenas paramos en una heladería, nos sentamos en la terraza y pedimos dos helados de vainilla y fresa que sabían a gloria destilada. Los helados sicilianos saben riquísimos y aunque sea un piccolo en cucurucho o en tarrina te dan cantidad suficiente para cantar poemas de felicidad a la vida. Así que fuimos viendo gente pasar, caminar, hablar; pues los sicilianos son muy expresivos, muy gesticulantes y comparten con nosotros el hablar en alto. Se ve bastante población negra africana y árabes o bereberes del norte del mismo continente. Quizás son estos que últimamente desembarcaron en la isla cercana a Túnez de Lampedusa. Lo que si es llamativo es que todas las ciudades de Sicilia cuentan con ese elevado número de población inmigrante o flotante. Quisimos visitar algunas iglesias barrocas, pero estaban cerradas. No obstante sirvió de pretexto para meternos por callejones y callejuelas con olores fuertes a tiempos pasados; aunque la actual Agrigento o Girgenti, como la llaman los sicilianos, fue construida sobre las laderas de una colina a un par de kilómetros de la que fue la antigua Agrigento griega, actual valle de los Templos.

Luego, decidimos a pleno sol de julio, ir andando a visitar el valle de los Templos a casi cuatro kilómetros bajando en dirección al mar. La caminata fue interesante porque todo lo que se camina es tiempo de apreciación, de ver lo que no se ve cuando uno va en coche o en autobús. Esos detalles de paisaje, esos arbustos, esa persona sentada a la puerta de casa; ese jardín, ese basurero; ese arroyo; ese perro suelto, etc. Llegamos al valle de los Templos y vimos piedras sobre piedras. El templo de Juno, el templo de la Concordia, el de Castor y Pólux, Vulcano, las tumbas helénicas y cristianas de la época bizantina, y por último el templo de Hércules. Paramos a tomar un capuchino y beber agua en una cantina y luego nos fuimos también caminando hasta el museo arqueológico con el sol a cuestas. En el museo vimos vasijas, vasos, bustos, caras, tumbas, ornamentos y piedras y más piedras. Como ya se acercaba la hora de coger el autobús de vuelta a Palermo, pues fuimos de vuelta hacia Agrigento por otra ruta. Al llegar a las afueras vimos que para llegar al centro de la ciudad por esta ruta había que subir escalones y escalones y por fin llegar a la cúspide de la larga colina donde está Girgenti.

Al volver fuimos a la parada del autobús de la empresa Cuffaro que no es más que una placa que indica “bus”, y entonces nos empezamos a mosquear porque no había gente que fuera a Palermo esperando y nos habían dicho que era allí. Preguntamos en un estanco al lado y nos dijeron que no sabían. Entonces de repente vimos a un señor muy pequeño de estatura que gritaba “los que vayan a Palermo que me sigan, yo les llevo”. Inmediatamente nos pusimos nerviosos, “¿cómo? ¿Quién es usted?” le preguntamos, ya que pensamos que era un taxista o cualquiera que nos estaba estafando o quién sabe qué o quién. Pero el señor nos aseguró que él era el conductor del autobús Cuffaro y que nos tenía que llevar al autobús que lo tenía en otra calle no muy lejos. Nos enseñó el logo de la empresa que llevaba en la camisa y al final le seguimos y he aquí que era verdad y el autobús lo tenía medio lleno y nosotros montamos contentos de no tener que pasar noche en Agrigento por un descuido imprevisible. No supimos por qué habían cambiado de sitio. El caso es que volvimos a Palermo.

martes, 12 de julio de 2011

PALERMO, OH PALERMO: LA SALIDA A AGRIGENTO Y OTRAS COSAS

Otra vez que salimos de Palermo en autobús, pero ahora en dirección Agrigento, en el sur oeste de la isla. Otra vez el demencial tráfico para salir. Os recuerdo que en Palermo con la excepción de cuatro semáforos viejos de los años sesenta muy puntuales en el centro; la ciudad carece de semáforos en los cruces y además no cuenta con plazas redondas o rotondas que regulen algo el caos. Entonces los cruces son una selva. Y esta vez la selva nos embotelló de tal manera que el autobús no tenía forma de moverse. Así estuvimos más de un cuarto de hora, hasta que de repente alguien en pantalón corto y niqui se puso a dirigir el tráfico con una energía y dotes de liderazgo que resultó de lo más eficaz. El tío ordenaba a los coches a tirar para adelante, otros para atrás y luego iba mandando pasar a unos y luego a otros y así solucionó el caos demencial. Me hizo pensar en lo necesario que es un líder de verdad, que sepa solucionar problemas en el acto; que se mueva con gana y haga moverse a los demás. Este hombre fue la inspiración del día. ¿Quién era? Yo lo vi marchar por una acera y me quedé con la duda. Pensé en el poco o nulo liderazgo que hay en la España actual. La gente se repliega al conformismo, no se atreven a contradecir al otro con verdades objetivas, en lugar de veleidades subjetivas que se arrogan un inmerecido derecho a ser respetadas.

Pero según íbamos a coger el autobús vimos que el colchón viejo que alguien había dejado ayer en la acera de la Via Vittorio Emanuele seguía interrumpiendo la circulación de los transeúntes y nadie lo había recogido y la gente teníamos que saltar al asfalto para seguir caminando. Luego vimos de nuevo lo que ya nos había llamado la atención días atrás. Hace dos días estábamos cenando en una pizzería de la Piazza Valverde cuando de repente vemos que alguien da una voz desde la ventana del tercer piso llamando a un camarero de la pizzería. Hete aquí que el susodicho señor de la ventana baja un caldero con una cuerda y el camarero le pone dos cervezas y entonces el vecino tira de la cuerda para arriba y se quedó con las cervezas. Pero hoy fue en una calle interior cerca del hotel cuando vemos que unas vecinas bajan calderos y unos chicos les ponen bolsas de fruta o el pan o qué sé yo y tiran para arriba de la cuerda y ¡presto!, ya tienen la compra en casa. Este mundo es la leche.


Visitando el palacio-museo Abatellis nos dimos cuenta que estábamos solos pero que había gente paseando por las salas y eran gente diferente, en especial mujeres de mediana edad. Ana y yo nos mosqueamos un poco, ¿Quiénes eran esas personas que no estaban mirando nada pero que se quedaban mirándonos y a veces nos indicaban que teníamos que ir a otra sala por un pasillo. Pero al seguir las indicaciones de estas señoras nos encontramos con otras que estaban cotilleando en grupo que a su vez nos mandaban dar ña vuelta por donde habíamos venido. Pero al dar la vuelta, las otras nos volvieron a decir que por allí, pues era el recorrido que teníamos que hacer; pero nosotros entonces dijimos que otras personas nos habían indicado lo contrario. Entonces vemos que una de las otras señoras se junta con las mencionadas y hablan entre ellas y al final llegan a un acuerdo de que teníamos que ir por el sitio X y no el Y. Así lo hicimos y en la otra sala había otras dos señoras cotilleando. Pero luego en las otras salas lo mismo. Nos dimos cuenta que todas ellas eran conserjes del museo!!! Menuda plantilla tenía aquel museo que ni siquiera eran capaces de coordinarse. Eso sin contar el personal de oficina de información, el portero y los guías. Todo un ejército de personas para atender un museo sin apenas gente. ¿Cuántos enchufes había allí en ese museo financiado con dinero europeo? Ni se sabe.

Yo siempre oigo decir que entre españoles e italianos nos entendemos sin problemas. No es ese el caso con los sicilianos. Si en la Italia del norte sí es verdad que, en mi experiencia, parecen tener más simpatía con los españoles y les gusta hablar con nosotros; no así los sicilianos. En primer lugar es difícil comunicarse con ellos en dialecto “españolitaliano”; y, en segundo lugar, les somos indiferentes. Saben que eres español pero no te preguntan nada y no hacen esfuerzo alguno por hablar más claro. El siciliano, o, italo-siciliano; como idioma, me resulta oscuro y difícil de entender. No quiere decir que no son amables que sí lo son y parecen gente honrada que compruebas que no te tratan de engañar y te cobran lo que te tienen que cobrar, etc. Pero los españoles les son indiferentes a simple contacto.

Hay muchos africanos que se juntan en muchos rincones de la ciudad, pero en general en toda Sicilia hay mucha población negra, árabe y paquistaní. No hablemos ya de albanos o rumanos. La diversidad de gentes es muy grande en las ciudades y pueblos y se oye hablar todo tipo de idiomas raros. La calle donde está el hotel es una calle-barrio con vecinas sentadas a la puerta ocupando la acera. Con la ropa puesta a secar en los balcones y ventanas y hasta tendales portátiles en la misma acera. Luego, más allá hay unas terrazas de bar-freiduría-pizzería que se llenan de mucha gente del barrio y ahora en verano parece eso una verbena con gente en la calle hablando sin parar, comiendo las fritangas, bebiendo cerveza, etc. Luego hay gente que pone puestos de bocadillos o helados en cualquier sitio ocupando media calle y las motos y coches pasan a veces zumbando y todo tan normal y los chiquillos jugando al balón, etc. Vida de calle a tope. En la misma calle hay tres iglesias que permanecían cerradas cuando pasábamos, pero ayer estaban abiertas y dentro es espectacular por el arte barroco que presentan y los cuadros y el techo todo hecho mural del siglo XVII y todas las tres iglesias lo mismo y fue una gran sorpresa. ¡Vaya barrio! Un barrio como los del Madrid de mi infancia.

Pero hoy estuvimos en Agrigento, a 110 kilómetros al sur de Palermo y eso requiere otra crónica. Pasado mañana llegamos a Asturias donde dicen que no ha parado de llover.

lunes, 11 de julio de 2011

CORLEONE

Llegamos a Corleone y hacía un sol de aplastar los ánimos. Fue un viaje en un autocar que me recordaba los viajes que hacíamos de pequeños a Gijón o a Mieres en el coche línea y que tanto me gustaba porque iba viendo paisaje tras la ventanilla y no había mayor placer para mí que ver el paisaje y sus contrastes. En ese aspecto sigo siendo niño. Pero buscar el horario por internet para ir a Corleone ya es difícil de por sí. Yo no pude y por lo tanto tuve que dejar a la recepcionista que lo hiciera. Había una empresa, la Stasis, que salía a las 12, pero que no tenía horario de vuelta y por lo tanto habría que hacer noche allí. No interesaba. Otra empresa, ATI, ya sólo tenía un viaje a las 2, pero sin embargo la vuelta a Palermo la hacía a las 5. Cogimos entonces a las 12 el autocar de Stasis en la plaza de la Marina y con tan solo 5 viajeros más el conductor, fuimos saliendo para Corleone. La salida de Plermo me recordaba aquellas salidas de Madrid de mi infancia en dirección a Asturias o Extremadura: Eran salidas eternas, pero con esa gana de ver el campo para salir del ruido, del tráfico caótico, de los embotellamientos; de las calles estrechas cruzando barrios escoriados, de barriadas con las fachadas desconchándose y las aceras indefinidas y llenas las cunetas de basura. Luego esa mezcla imprecisa de zona industrial con talleres y fábricas pero que no es exactamente zona industrial porque hay casas y bloques de pisos. Pero por fin cogimos la autopista a Mesina para luego desviarnos por la carretera que tira a Misilmeri, para luego pasar por Marineo y al final después de recorrer un paisaje montañoso, escarpado y seco llegar a Corleone. La distancia es de 58 kilómetros, pero la aspereza del paisaje en persistente subida dejando allá abajo el mar muy en la lejanía, hace que el viaje sea también una meditación muy personal sobre los paisajes físicos del alma de uno. Los paisajes evocan nostalgia. Y mi imaginación no para de trasladarme a esa otra posible vida o infancia que quizás hubiese sido posible ahí en esas aldeas y pueblos todavía un tanto aislados y con sus historias, en el caso de Sicilia, también sangrientas.

La mafia no es precisamente una leyenda. Y por algunos de estos pueblos se movieron y se mueven de un modo más oculto y sigiloso las familias y los clanes de la Cosa Nostra. Llegar a Corleone es llegar a un paisaje singular donde un pueblo cargado de historia ha quedado instalado entre dos peñas que limitan el valle del incipiente río Belice. El pueblo va ascendiendo hacia una cumbre presidida por un antiguo castillo al estilo de los pueblos castellanos o aragoneses; y, va ascendiendo en forma de callejas estrechas de estilo moro. Mario Puzzo no eligió Corleone por casualidad para fijar el origen de Vito Corleone, alias El Padrino. Hay algo en el pueblo que invita a la reflexión sobre el mal. Quizás las caprichosas formas orgánicas de las peñas circundantes que cierran el valle como un embudo y cuando caminas por la carretera en las afueras del pueblo hacia el antiguo convento franciscano situado en ese pináculo; pues piensas que algo perverso y maligno ha tenido que surgir de las entrañas de esas cuevas que se ven profundizando las paredes de los escarpados. Ya que fue en Corleone donde nacieron los más despiadados jefes del clan corleonese: Salvatore “Toto” Riina, Bernardo Provenzano, Luciano Leggio, Michele Navarra y Calogero Bagarella. Pero es también un pueblo cargado de iglesias y en cada calle hay una iglesia que de algún modo todas ellas tratan de exorcizar un mal que ha mitificado este pueblo que de otra manera se parece a cualquier otro pueblo de la España seca.

Caminamos luego por las callejuelas y en una plazoleta con una fuente en medio con cuatro caños bebimos el agua fresca con ansia, ya que el calor andaba rozando los 37 grados. Al lado de la fuente había un viejecito que nos vino a saludar. Al ver que éramos españoles se puso a recitar versos de todo tipo. Unos versos eran sobre los spagnoli y luego muchos más sobre muchas cosas y tradiciones. Nos decía que su padre había sido también poeta. Cuando nos fuimos nos abrazó con un adiós y el último poema. Más tarde vistamos el Museo Antimafia donde un joven de aspecto universitario nos fue enseñando a un pequeño grupo fotos y aspectos de la mafia que hacen ponerse los pelos de punta. Curiosamente es difícil ver turistas. Pudimos vivir la Sicilia profunda. Curiosamente la plaza principal de Corleone está dedicada a los jueces asesinados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

domingo, 10 de julio de 2011

EN NOTO HAY UNA EXTRAÑA CÁRCEL

Pues cogimos un autobús para Noto y el calor nos derretía. Un pueblo de la Sicilia profunda que si embargo a medida que recorríamos la calle principal parecía más un pueblo dormido del oeste americano. Teníamos el programa de piedras que ver. Piedras-iglesias, piedras-edificios del siglo XVII, pues cosas más antiguas fueron destruidas por un terrible terremoto en el año 1693 cuando la isla tembló como un flan. Noto quedó literalmente en ruinas y entonces bajo gobierno español y Borbón, se construyeron iglesias barrocas y una catedral que es una obra de arte, pero que una noche de 1996 la cúpula cayó bajo un estrépito que despertó al pueblo y con ella se destruyó uno de los tesoros más emblemáticos del arte barroco siciliano. Allí estuvimos y la experiencia de estar en una catedral de suelo de piedra blanca y paredes también blancas produce una sensación de estabilidad láctea; una paz espiritual con sabor a café con leche. Bueno, algo inexplicable pero con efectos placenteros para las almas atormentadas y derrengadas.

Luego vimos un edificio muy grande con muchas ventanas parecidas a las celosías de un convento pero con diseño modernista. Como no había letrero alguno fuimos recorriendo el perímetro de dicho inmueble que se iba alargando y con algunas partes con visos de haber sido un monasterio en otras épocas. Misterio. ¿Qué era aquello que no se anunciaba, que no daba la cara, que no mostraba nada relacionado con la cultura, con la religión, o con Hacienda? ¿Sería un cuartel militar a juzgar por los garitos que fuimos viendo colocados a nivel de calle en las esquinas, pero los tales garitos estaban vacíos y eso añadía más intriga a la cosa? Dimos una vuelta y otra sin descifrar el misterio hasta que de pronto vimos a un señor con uniforme de pantalón recogido en botas militares y en la camisa por atrás pudimos leer: Polizía de Instituzione Penintenciaría. El susodicho salía por una puerta tan minúscula como discreta. Solucionado: era una cárcel. Una cárcel en medio de un pueblo, pero una cárcel. Curiosos.

Llama la atención de Noto (20,000 habitantes), la cantidad de iglesias con valor arquitectónico abandonadas o pendientes de reconstrucción por falta de un plan presupuestado o una voluntad política de llevarlo a cabo. Vimos varias y el arte barroco nos dejó perplejos por su retorcida y quejumbrosa belleza de acento siciliano. Caminamos durante horas a pleno sol por calles vacías habitadas por gente aletargada por el calor. Supongo que la mayoría eran familias campesinas que quizás nos estuvieran observando tras las vidrieras. Quién sabe quienes eran esas familias y cómo se llaman y qué historias nos podrían haber contado. Dos botellas de agua de litro más tarde que nos mantuvieron vivos durante el calor, y ya siendo las 6 de la tarde nos fuimos acercando de nuevo a la calle principal. Pero ahora estaba ya reviviendo con gente que iba saliendo de sus casas para dar el paseo del sábado con sus señoras, sus niños; las parejas de jóvenes y sobretodo los viejos. Llamaba la atención el gran número de viejos jubilados que se iban desparramando por las calles y el parque situado en la Porta Reale con sus tenderetes que iban abriendo poco a poco y que vendían almendras, pistachos, cacahuetes y chufas; sobretodo chufas, pues Noto es la patria de las chufas.

Al final el pueblo parecía un pueblo en fiestas lleno de bullicio. En una iglesia céntrica se celebraba una boda y la gente estaba vestida de tiros largos con flores en los ojales y los hombres un lado y las mujeres en otro y los chavales también emperifollados esperando a los novios. Los coches aparcados eran BMV’s y Mercedes y algún que otro Fiat. Por lo general los sicilianos suelen conducir coches de gamma pequeña o pequeñita- Los sicilianos suelen hablar en alto o a voces en ocasiones y los viejos jubilados no paraban de hablar y todos se conocían y bromeaban y las parejas de jóvenes se tanteaban vestidos a la moda del año 2011 de Nuestro Señor Jesucristo que fue quien inconscientemente inauguró esta curiosa época histórica. Antes de coger el autobús de vuelta a Siracusa me metí en otra iglesia rodeada de grupos de jóvenes. Me llamó la atención y quise saber por qué tanto joven a la entrada de una iglesia. Pues al entrar vi que los bancos estaban llenos de gente de todas las edades esperando a escuchar la misa del sábado por la tarde. Cosa ya insólita en España donde las iglesias están medio vacías y los cuatro que van son gente ya mayor.

sábado, 9 de julio de 2011

EL ETNA ME METE MIEDO DESDE TAORMINA

Ya sé la forma de cruzar una calle en cualquier ciudad de Sicilia. En Catania lo llevé a cabo y funcionó. Cuando quiero cruzar me tiro al centro de la calle y los coches al verme van parando y yo voy pasando. Tiene su riesgo, pero os aseguro que funciona. Yo lo fui observando en Palermo y luego en Siracusa. Aunque esta última ciudad tiene una zona civilizada en su parte más turística y por lo tanto hay semáforos, en el resto de la ciudad ya no, a ya casi no. Entonces como no entendía cómo era posible para los sicilianos cruzar una calle, pues me fijé a ver cuál era el secreto. Y el secreto era ese. Como hemos salvado el pellejo por ahora eso quiere decir que así hay que actuar: tirándose al centro de la calle o avenida y luego Dios dirá. Curiosamente las ciudades Marroquíes tienen más semáforos que las sicilianas. Ya que hablé de Catania, pues la razón de la visita a esta ciudad de 350,000 habitantes; es que íbamos en dirección a La idílica ciudad de Taormina y paramos allí un tiempo mientras esperábamos el autobús a dicha ciudad. Más moderna y acicalada que Palermo, pero de tráfico también caótico.

Nunca debí de sentarme en el asiento de la derecha del conductor. Pero allí nos sentamos y entonces me tocó vivir todo un viaje de experiencias límite. Frenazos de intensidad emocional debido a atascos inesperados en carreteras secundarias que se van metiendo por las zonas urbanas y extrarradios y barrios de Giarre, Fiumefreddo, y Guiardini/Naxos que luego a partir de ahí la carretera sube en forma de zigzag hacia la montaña del sistema del Etna, que ya a partir de las cercanías de Catania preside la costa con su majestuosa forma y altitud que cubre como por un cordón de nubes; pero que cuando las nubes se medio diluyen por la tarde, aun sigue una especie de humo que desde luego ya no son nubes. Así que el autobús sube la pendiente hacia una ciudad que ya desde hacía varios kilómetros aparecía allí arriba en la montaña como si a alguien le hubiera dado por urbanizar la Sierra del Cuera y allí arriba montan un pueblo más grande que Candás. Pero así ocurre también con la ciudad de Enna en el centro oriental de la isla. Allí se encarama tal ciudad con todos sus monumentos y barriadas y bancos y centros comerciales y demás.

Una vez en Taormina uno se da cuenta de que es una ciudad turística mimada por los italianos que hacen de ella su modelo de turismo de atracción y allí actuaban Joe Cocker el vejete ese escocés que sigue con la ayuda de sus amigos (With a little help from my friendo, yeah!); y, también Santana y un festival internacional de Jazz y ópera en el teatro griego, etc. Pero mientras sube el autobús la figura siniestra del Etna no deja de preocuparme: ese volcán cualquier día va a producir un cataclismo mayúsculo, pues ese cráter y esas grietas laterales que siguen echando lava y humo es un aviso de lo que podría pasar. Ríos de lava, terremotos colosales, tsunamis demenciales; ruptura y separación de extensiones de paisaje que ahora se abre sin misericordia y todo se convierte en un infierno. El sistema montañoso del Etna me impresiona, me atrae; quisiera subir y verle de cerca y ver lo que se puede ver desde allá arriba. Ese dios de fuego domina gran parte de la isla y poco a poco mientras pensaba en estas cosas llegamos a una heladería y compré un cucurucho de helado de nata sabrosa que me levantó el ánimo también en forma de cono y lava espesa de placer. Taormina fue también griega, como la mayor parte de la Sicilia oriental, la Magna Grecia, de entonces. Pero esas cosas las tenéis que leer ahora que es verano y tenéis tiempo en la Wikipedia; veréis también que el siciliano es una lengua distinta del italiano pero como pasa con estas cosas la gente cree que es un dialecto del italiano y no es verdad, pero la verdad en estos casos como en muchos otros se la come un gato y la mayoría de los jóvenes sicilianos estoy seguro que ya se avergüenzan de hablar siciliano y usan el italiano más que su “dialecto campesino”. Por mí que les den con sus complejos.

En Taormina vimos el teatro griego, recorrimos las calles a 250 metros de altitud sobre el nivel del mar que cuando te asomabas estaba allí abajo y como el día era soleado y despejado pues el paisaje era supremo. Por cierto, Taormina fue motivo de un extraordinario en Il Corriere de la Sera de hoy.

Mañana sigo con Noto y Palermo de nuevo para visitar Corleone pasado mañana y Agrigento el martes.

jueves, 7 de julio de 2011

MÁS SIRACUSA Y LA TUMBA DE ARQUÍMEDES

Pues seguimos en Siracusa y hoy vimos piedra sobre piedra que es lo que obligatoriamente los turistas han de ver. Y además de ver piedras antiguas pues en Italy lo cobran bien. Vimos el teatro griego bajo un sol caliente pero no tanto como en Andalucía o en el desierto del Sahara. Así que bebiendo botella de agua tras botella de agua fuimos caminando de un sitio de piedras a otro. El teatro romano pues está un tanto esquilmado de piedras porque Felipe V el Borbón pues las arrancó para reforzar las murallas de Siracusa (que no Syracusa que está en el New York state). Entonces las piedras arrancadas están sustituidas por bancadas de cemento imitando lo que había para sentar las cultas e ignorantes nalgas de los siracusanos del rey Hieron II del siglo III y II antes de Cristo, y que además era pariente del gran Arquímedes que salió desnudo de la bañera diciendo Eureka! Eureka! Arquímedes era un gran científico que inventó muchas cosas y parece que tenía una dignidad como un caballo ya que cuando los romanos se apoderaron de Siracusa (esto era antes de que apareciera la mafia en Palermo y antes de que existiera el mismo Palermo), pues un soldado le molestó preguntándole algo y él respondió: Dejadme con mis círculos!!

Pero si queréis saber más de Arquímedes id a Wikipedia que ahí está todo.

Luego visitamos el anfiteatro romano que era ya más populachero con gladiadores y pan y circo para la plebe y sangre a borbotones. Pero el anfiteatro está todavía por limpiar y exhumar y lleno de matojos y arbustos y maleza. Estos sicilianos están esperando por alguna subvención europea para hacerlo, o, quizás ya la recibieron e hicieron lo que hizo la mafia en Palermo: desviar los fondos para la cosa nostra y sus negocios alternativos y así está Palermo sin semáforos y sin placas para las calles y sucio y cochambroso y necesitado de más ayuda europea que servirá para seguir dando sangre a las famiglias corleonescas. Un círculo viciosos.

Pero lamentable es ver la presunta tumba de Arquímedes también sin señalizar, sin conservar porque todo el recinto de la antigua Siracusa está por desentrañar; y, por fin llegamos a ver la tumba triangular cavada en una roca en una esquina entre dos avenidas que para cruzarlas no hay semáforos tampoco, pues preguntando a un vendedor de gorras horteras porque eran de poliéster y además doradas como si fueran hechas para el día del orgullo gay; pues nos dijo apuntando que esa era la tumba de Arquímedes que figuraba en las guías de todo el mundo, pero que para Siracusa y sus siracusanos pues que le den al Arquímedes ese y se pudra en su tumba de roca sin señalizar. Si es que es esa la tumba. Por tanto para mí la verdadera tumba de Arquímedes está en mi imaginación mítica impoluta y sagrada. Ala.

Pues también vimos unas catacumbas cristianas de la época de la cristianización de Sicilia que fue en el siglo IV y ahí fue donde los primeros cristianos que todavía seguían ritos paganos y lo mezclaban uno con lo otro y allí en esas catacumbas tan frescas con el calor que hacía pues enterraban a sus muertos y hasta ofrecían vino, aceite y miel para el viaje de las almas al más allá. Era como una ciudad subterránea que apetecía quedar allí para echar una siestecita y quitar la modorra del calor. Luego seguimos andando por la ciudad, paso a paso y kilómetro a kilómetro que es lo que presta. Luego cenamos viendo el apacible mar y la luna y más tarde rendidos de vuelta al hotel. Oh! Siracusa, decía Charles Aznavour en una de sus canciones clásicas.

miércoles, 6 de julio de 2011

EN SIRACUSA

Pues hemos llegado a Siracusa, Hemos cogido un autobús en Palermo al lado de la estación y en un localuco pequeño pero con aire acondicionado hemos comprado los billetes. Palermo tiene su encanto a pesar del caos de tráfico que padece. Una vez que te acostumbras a caminar por unas aceras que sirven de aparcamiento para coches y motos y por lo tanto no tienes más opción que saltar a la calzada y sortear el tráfico infernal que bufa a tu alrededor, pues Palermo tiene el encanto de una ciudad vieja, agotada por la historia; trotada por miles de generaciones; mal gobernada por reyezuelos y politicuelos que todavía no son capaces de poner semáforos en estos cruces de calles suicidas; placas con el nombre de las calles y una mayor limpieza que haga desaparecer los olores mugrientos de muchas de sus calles céntricas. Pues aún así, Palermo tiene su encanto y los sicilianos parecen amables; y los precios son razonables, y sus iglesias y museos son acogedores y sus restaurantes sirven buenas pizzas.

Después hemos subido al autobús en dirección Siracusa a través de una autopista que se mete por el interior y en el interior hay valles con muchos viñedos y plantaciones de todo tipo y zonas secas con ganado pastando hierba seca y montes circundantes escarpados. Se ven en la lejanía pueblos y aldeas o caserías grandes rodeadas de pastizales o plantaciones de hortalizas. En un momento dado el autobús se para en una estación de servicio Esso, y nos hacen cambiar a otro autobús y hay que coger maletas y meterlas en el otro y luego mear y comer un buffalini o un bocata de mortadela, y, vuelta al autobús que ahora es otro. Pero a la media hora el nuevo autobús se tira al arcén de la autopista y se para. Avería. No arranca. Salimos del autobús y los coches y camiones en dirección Catania pasan bufando como abejas gigantes y el autobús parado se mueve. Pongo mi i-pod y escucho Gladiador mientras miro el paisaje y me entrego al ensueño de una infancia mía transcurrida en esa Sicilia profunda en cualquier casería o finca donde mis padres sicilianos se sacrificaban para poder dar de comer a sus hijos y yo entonces me veo corriendo por esos caminos en dirección al pueblo. Detengo el ensueño porque ya llega otro autobús y una furgoneta con dos mecánicos y ahora ya es el tercer autobús y vuelva a cambiar las maletas y esta vez sí, esta vez llegamos a Siracusa.

Y Siracusa es bella. Es una ciudad de unos 140 mil habitantes con mucho encanto, con mucho turismo, con unas calles muy cuidadas. Con unas aceras protegidas por barandillas, con unos pasos de peatones protegidos. Se nota orden, nivel de vida; sentido de la historia y de la limpieza. Ninguna edificación pasa de los tres o cuatro pisos. La avenida principal que va a dar a la isla de Ortigia está poblada de árboles en flor de una belleza sin par. Hemos decidido caminar desde la estación de autobuses hasta el hotel en la zona antigua de Siracusa, Ortigia, y el paseo es un auténtico disfrute viendo a la gente, las plazas, las calles, las casas. El hotel es perfecto: limpio como una patena, la ventana da a la plaza de Duomo y mucha gente está cenando en las terrazas. Nosotros hemos ido a cenar a una pizzería mirando al mar. El anochecer era suave, la mar estaba calma, la luna en cuarto creciente a lo lejos y el lejano recuerdo de Arquímedes nos invade por unos momentos. Siracusa fue griega por varios siglos y aun hoy día hay restos de población griega por sus alrededores.

Nada más por hoy.

martes, 5 de julio de 2011

EN PALERMO Y ESCRIBIENDO CON MALA TECLA

Palermo. Las calles carecen de semáforos y para cruzarlas hay que aventurarse. Todo una aventura. El tráfico es caótico y, en los cruces si vas en un taxi se te pone la boca serrucho. Me recuerda en parte a la España de los años cincuenta. Las calles tampoco tienen placas con el nombre, salvo las de segundo orden. En una avenida puede uno ver gente lavando el coche allí mismo con una manguera o a caderados. Uno va caminando por una calle y ves que de repente queda invadida por coches en ambas aceras y tienes que caminar por la calzada, pero por la calzada los coches y las motos van a la mayor velocidad que pueden alcanzar. Se ve la ropa tendida en balcones y ventanas que dan a las calles céntricas. También se ven los garajes de barrio ocupando las ceras como ya había visto en Marruecos. Y la gente se pone a charlar en las aceras con sillas y chiquillos jugando y toda la familia allí al ventestate.

Pero Palermo tiene su encanto. Tiene muchos monumentos de diferentes épocas históricas. Tiene un museo de marionetas que vale un potosí. Magia, mucha magia. Pura fanatasía. Fantasía mágica. Hay algo en las marionetas que evocan espíritus encarnados. Tiene iglesias barrocas. Tiene una catedral de estilo neocñasico de influencia española. La gente es amable con los turistas y no es verdad que habalndo español se entiende uno bien. Engaña mucho el italuiano por la pronunciación parecida, pero no es verdad. Os dejo, Batería baja y tecla que funciona mal. Arrivedercci.