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martes, 12 de julio de 2011

PALERMO, OH PALERMO: LA SALIDA A AGRIGENTO Y OTRAS COSAS

Otra vez que salimos de Palermo en autobús, pero ahora en dirección Agrigento, en el sur oeste de la isla. Otra vez el demencial tráfico para salir. Os recuerdo que en Palermo con la excepción de cuatro semáforos viejos de los años sesenta muy puntuales en el centro; la ciudad carece de semáforos en los cruces y además no cuenta con plazas redondas o rotondas que regulen algo el caos. Entonces los cruces son una selva. Y esta vez la selva nos embotelló de tal manera que el autobús no tenía forma de moverse. Así estuvimos más de un cuarto de hora, hasta que de repente alguien en pantalón corto y niqui se puso a dirigir el tráfico con una energía y dotes de liderazgo que resultó de lo más eficaz. El tío ordenaba a los coches a tirar para adelante, otros para atrás y luego iba mandando pasar a unos y luego a otros y así solucionó el caos demencial. Me hizo pensar en lo necesario que es un líder de verdad, que sepa solucionar problemas en el acto; que se mueva con gana y haga moverse a los demás. Este hombre fue la inspiración del día. ¿Quién era? Yo lo vi marchar por una acera y me quedé con la duda. Pensé en el poco o nulo liderazgo que hay en la España actual. La gente se repliega al conformismo, no se atreven a contradecir al otro con verdades objetivas, en lugar de veleidades subjetivas que se arrogan un inmerecido derecho a ser respetadas.

Pero según íbamos a coger el autobús vimos que el colchón viejo que alguien había dejado ayer en la acera de la Via Vittorio Emanuele seguía interrumpiendo la circulación de los transeúntes y nadie lo había recogido y la gente teníamos que saltar al asfalto para seguir caminando. Luego vimos de nuevo lo que ya nos había llamado la atención días atrás. Hace dos días estábamos cenando en una pizzería de la Piazza Valverde cuando de repente vemos que alguien da una voz desde la ventana del tercer piso llamando a un camarero de la pizzería. Hete aquí que el susodicho señor de la ventana baja un caldero con una cuerda y el camarero le pone dos cervezas y entonces el vecino tira de la cuerda para arriba y se quedó con las cervezas. Pero hoy fue en una calle interior cerca del hotel cuando vemos que unas vecinas bajan calderos y unos chicos les ponen bolsas de fruta o el pan o qué sé yo y tiran para arriba de la cuerda y ¡presto!, ya tienen la compra en casa. Este mundo es la leche.


Visitando el palacio-museo Abatellis nos dimos cuenta que estábamos solos pero que había gente paseando por las salas y eran gente diferente, en especial mujeres de mediana edad. Ana y yo nos mosqueamos un poco, ¿Quiénes eran esas personas que no estaban mirando nada pero que se quedaban mirándonos y a veces nos indicaban que teníamos que ir a otra sala por un pasillo. Pero al seguir las indicaciones de estas señoras nos encontramos con otras que estaban cotilleando en grupo que a su vez nos mandaban dar ña vuelta por donde habíamos venido. Pero al dar la vuelta, las otras nos volvieron a decir que por allí, pues era el recorrido que teníamos que hacer; pero nosotros entonces dijimos que otras personas nos habían indicado lo contrario. Entonces vemos que una de las otras señoras se junta con las mencionadas y hablan entre ellas y al final llegan a un acuerdo de que teníamos que ir por el sitio X y no el Y. Así lo hicimos y en la otra sala había otras dos señoras cotilleando. Pero luego en las otras salas lo mismo. Nos dimos cuenta que todas ellas eran conserjes del museo!!! Menuda plantilla tenía aquel museo que ni siquiera eran capaces de coordinarse. Eso sin contar el personal de oficina de información, el portero y los guías. Todo un ejército de personas para atender un museo sin apenas gente. ¿Cuántos enchufes había allí en ese museo financiado con dinero europeo? Ni se sabe.

Yo siempre oigo decir que entre españoles e italianos nos entendemos sin problemas. No es ese el caso con los sicilianos. Si en la Italia del norte sí es verdad que, en mi experiencia, parecen tener más simpatía con los españoles y les gusta hablar con nosotros; no así los sicilianos. En primer lugar es difícil comunicarse con ellos en dialecto “españolitaliano”; y, en segundo lugar, les somos indiferentes. Saben que eres español pero no te preguntan nada y no hacen esfuerzo alguno por hablar más claro. El siciliano, o, italo-siciliano; como idioma, me resulta oscuro y difícil de entender. No quiere decir que no son amables que sí lo son y parecen gente honrada que compruebas que no te tratan de engañar y te cobran lo que te tienen que cobrar, etc. Pero los españoles les son indiferentes a simple contacto.

Hay muchos africanos que se juntan en muchos rincones de la ciudad, pero en general en toda Sicilia hay mucha población negra, árabe y paquistaní. No hablemos ya de albanos o rumanos. La diversidad de gentes es muy grande en las ciudades y pueblos y se oye hablar todo tipo de idiomas raros. La calle donde está el hotel es una calle-barrio con vecinas sentadas a la puerta ocupando la acera. Con la ropa puesta a secar en los balcones y ventanas y hasta tendales portátiles en la misma acera. Luego, más allá hay unas terrazas de bar-freiduría-pizzería que se llenan de mucha gente del barrio y ahora en verano parece eso una verbena con gente en la calle hablando sin parar, comiendo las fritangas, bebiendo cerveza, etc. Luego hay gente que pone puestos de bocadillos o helados en cualquier sitio ocupando media calle y las motos y coches pasan a veces zumbando y todo tan normal y los chiquillos jugando al balón, etc. Vida de calle a tope. En la misma calle hay tres iglesias que permanecían cerradas cuando pasábamos, pero ayer estaban abiertas y dentro es espectacular por el arte barroco que presentan y los cuadros y el techo todo hecho mural del siglo XVII y todas las tres iglesias lo mismo y fue una gran sorpresa. ¡Vaya barrio! Un barrio como los del Madrid de mi infancia.

Pero hoy estuvimos en Agrigento, a 110 kilómetros al sur de Palermo y eso requiere otra crónica. Pasado mañana llegamos a Asturias donde dicen que no ha parado de llover.

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