Palermo. Las calles carecen de semáforos y para cruzarlas hay que aventurarse. Todo una aventura. El tráfico es caótico y, en los cruces si vas en un taxi se te pone la boca serrucho. Me recuerda en parte a la España de los años cincuenta. Las calles tampoco tienen placas con el nombre, salvo las de segundo orden. En una avenida puede uno ver gente lavando el coche allí mismo con una manguera o a caderados. Uno va caminando por una calle y ves que de repente queda invadida por coches en ambas aceras y tienes que caminar por la calzada, pero por la calzada los coches y las motos van a la mayor velocidad que pueden alcanzar. Se ve la ropa tendida en balcones y ventanas que dan a las calles céntricas. También se ven los garajes de barrio ocupando las ceras como ya había visto en Marruecos. Y la gente se pone a charlar en las aceras con sillas y chiquillos jugando y toda la familia allí al ventestate.
Pero Palermo tiene su encanto. Tiene muchos monumentos de diferentes épocas históricas. Tiene un museo de marionetas que vale un potosí. Magia, mucha magia. Pura fanatasía. Fantasía mágica. Hay algo en las marionetas que evocan espíritus encarnados. Tiene iglesias barrocas. Tiene una catedral de estilo neocñasico de influencia española. La gente es amable con los turistas y no es verdad que habalndo español se entiende uno bien. Engaña mucho el italuiano por la pronunciación parecida, pero no es verdad. Os dejo, Batería baja y tecla que funciona mal. Arrivedercci.
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