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jueves, 9 de febrero de 2012

HAY FRONTERAS QUE NO CONVENDRÍA TRASPASAR

Seguimos deslizándonos por las avenidas. Vimos los rascacielos a lo lejos. Un indicador nos decía que podíamos ir a otro país siguiendo las indicaciones. Joy dijo que por qué no. Que sería una experiencia interesante visitar otro país. Decidimos salir por la siguiente salida. Efectivamente, estaba anunciada la carretera a un país lejano, pero a medida que nos internábamos en ella empezaba a sufrir angustia. Era una sensación de adentrarnos donde no debíamos. Sabíamos que había territorios donde uno no debía de adentrase a pesar de los recuerdos, a pesar de las nostalgias.

De repente frené en seco. Abrí el coche y decidí sentarme a pensar allí mismo en la cuneta. Joy me dijo que solamente era intentar abrirnos camino en otro sitio. Yo entonces le cogí la mano y la invité a caminar por las praderas. Fuimos corriendo por las praderas hasta llegar a unas colinas. Subimos a la cota más alta de las colinas y desde allí vimos el paisaje. No solamente lo vimos sino que al mismo tiempo lo estábamos viviendo. Alguien nos dijo que si ya habíamos leído el periódico. Era un hombre con aspecto de estar enfadado con alguien. Y, pronto nos dimos cuenta que estábamos en una plaza al estilo de los pueblos o ciudades mexicanas. Le dijimos que ya no leíamos periódicos. Él nos enseñó un titular y comenzó a hablar en voz alta defendiendo cierta política y ciertos hechos que le irritaban en grado sumo. Yo le dije que no sabía nada de aquello y que solo estábamos allí de visita y por casualidad. Me respondió que entonces éramos unos cretinos sin conciencia de clase y que así iba el mundo con gente como nosotros que no nos preocupábamos por salvar el mundo de tanta injusticia e inmundicia. Joy se quedó mirando fijamente a aquella persona. Pero la persona se iba desvaneciendo y desapareciendo a medida que Joy quería comprenderle con la mirada. De pronto la plaza se fue llenando de gente que gritaba y levantaba pancartas pidiendo algo que nos resultaba muy familiar y extraño al mismo tiempo. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

Joy fue quien esta vez me cogió de la mano y nos adentramos en la masa de gente. Miramos a una torre cercana y vimos cañones de fusiles. Miramos hacia las ventanas de otro edificio y había más cañones de fusiles. Hubo una fuerte descarga y parecía que toda la masa de gente se desvanecía. Después de un momento de silencio aterrador pudimos ver al señor que nos había increpado subido a un bidón de gasolina. Allí mismo empezó a bailar y bailar como si se hubiera vuelto loco. Bailaba sin música o quizás la música le sonaba dentro en el cerebro. Todo olía a pólvora y el suelo parecía estar cubierto de cadáveres. Pronto vimos que un grupo de siervos o esclavos empujaban una especie de escenario como los que utilizan las bandas de rock. Se iba haciendo de noche y poco a poco los supuestos cadáveres masacrados por los fusiles de los poderosos malvados, se iban levantando. El escenario ya estaba a punto y la banda de heavy ya empezaba a hacer sonar sus densos y voluminosos acordes. La plaza del pueblo creyó enloquecer. Todos bailaban como zombies frenéticos bajo una luz espectral de luna llena. Desde la torre unos focos de luz roja lanzaban haces hacia la plaza. Desde las ventanas del edificio se veían las siluetas de grandes barrigas chocar unas con otras.

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