El domingo entramos y salimos del metro de Bilbao una cuantas veces. Luego, paseando por la Gran Vía, había uno disfrazado de Demonio encima de un pedestal de madera. Parecía un aténtico diablo y tenía un sombrero maligno en el suelo dónde le echaban monedas. Yo me acerqué a él y le dije en inglés:
--Satan, you're my god and I worship you (Satán, eres mi dios y te adoro)-- Y eché unas monedas al maligno sombrero.
Entonces cuando me iba me di cuenta que el maligno Satán me hacía señas. Parecía auténtico aquel hijo de puta con aquella mirada insolente y ojos profundos del infierno.
Volví hacia él y me pidió la palma de la mano. Yo se la dí y con mi sorpresa me puso una perla de cristal con cosas dentro. Algo así como una canica de cristal pero en forma de perla. La guardé.
Volvimos al metro y fuimos hacia las afueras en dirección Plentzia.
Íbamos mirando entonces las ciudades satélites bilbainas tan densamente pobladas, con casas de otra época de trabajo duro y poco jornal en los altos hornos o las ferrerías. Otras épocas, otras vidas ya pasadas que pasaron sin pena ni glora y sin huella alguna. Era un viaje de ensoñación, de rememoración, de dar vida a pasadas vidas obreras con cesta de mimbre y lavado de ropa a mano en el lavadero y viviendo al día.
Luego volvimos en metro al Casco Viejo.
Pero el Diablo tenía otras obras que llevar a cabo en el metro al día siguiente.
http://www.elcomercio.es/rc/20111114/mas-actualidad/sociedad/muerto-seis-heridos-apunalados-201111141023.html
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