Ayer estaba en Bilbao y tomando un vino en una taberna vieja de un barrio viejo y decadente oí esta conversación entre dos currantes.
A: Pues estábamos soldando subidos encima de la estructura y teníamos varios tablones algo sueltos. Yo seguía soldando y Paco y Antonio estaban cortando un par de aristas con el soplete. Pero, joder, se puso a llover. Y debajo de la estructura estaba uno nuevo que estaba más despistao que una cabra en un garaje. Yo me di cuenta que un tablón estaba fuera del borde y a punto de caerse. No lo habían sujetado bien y estaba suelto.
B: ¿Pero por qué no avisasteis a seguridad? Yo cuando veo que algo no va bien mando que venga el de seguridad y así no me complico la vida y me tomo un descanso mientras viene y toma nota.
A: ¡Qué seguridad y qué mis cojones! No puedes ponerte a avisar a nadie cuando está lloviendo y tienes que abandonar la estructura. Así que grité al tío de abajo que se quedara en el sitio, Que no saliere de dónde estaba. Que no abandonara la estructura. Pero me cago’n dios, el tío aquel salió precisamente cuando veo que el tablón se cae y ¡¡pammm!! le cayó el tablón encima y allí quedó todo jodido.
B: Hay la madre que lo parió. ¿Cómo se le ocurrió? Y ¿qué le pasó?
A: Pues allí quedó y luego vinieron el encargado y otros y nosotros bajamos y estaba jodido. ¡Joder! yo le había dicho que no saliera de la estructura. Es que le cayó el tablón de lleno, ¡¡¡plommm!!!
B: Cojones, pobre hombre. ¿Supisteis más de él?
A: Sí al cabo de unos días supimos que le habían dado la absoluta. Debió de quedar bien jodido. ¡Joder! mira tú que le dije que no saliera de la estructura.
B: Bueno, las cosas pasan. ¿Te tomas otra caña? (Al camarero) Oye, ponnos otras tres cañas. Qué putada, El lunes ¿qué turno te toca el lunes?
Y bla, bla, bla, bla….
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