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sábado, 26 de febrero de 2011

EL BARRIO DE MIRAVALLES

En aquellos años vivíamos en una ciudad que recuerdo con cariño. Teníamos una casa con jardín y garaje y nuestros vecinos eran los Pérez-Sanon. El señor Pérez-Sanon trabajaba en la fábrica de aviones como ingeniero técnico. Era un hombre agradable y educado. Además tenía un pequeño taller en su garaje con el que nos hacía aviones de aeromodelismo, coches que andaban con un motor eléctrico y cosas por el estilo. Nuestro padre se llevaba muy bien con él y solían a veces en las mañanas soleadas del sábado, hablar de política, cultura, y cosas que yo cuando las oía me resultaban muy interesantes. Mi madre también se llevaba bien con Claudia, la mujer del señor Pérez-Sanon. Era una señora muy agradable y también bastante guapa. A veces venía a casa y cocinaba con mi madre algún tipo de tarta. No hará falta decir que tanto mi hermano Josías como yo hacíamos buenas migas con Antonio y Maribel, los hijos de los Pérez-Sandon. Maribel era muy guapa y yo estaba enamoradamente perdido de ella, pero ella me trataba como un buen amigo y vecino. Recuerdo los día de sol cuando jugábamos con todos los muchachos del barrio de Miravalles, por las tardes o los fines de semana y vacaciones.

En la casa de al lado vivía un matrimonio ya mayor. Él se llamaba Federico y ella Milagros. Los dos estaban ya jubilados y habían sido profesores de instituto. Sus hijos vivían en otras ciudades y a veces les venían a visitar algún que otro fin de semana. Se veía que tenían buenos trabajos a juzgar por los coches y la forma de vestir. También denotaban buenos modales y un saber estar cuando hablaban con mis padres u otros vecinos. Don Federico nos solía hablar de la guerra en la que había luchado cuando era joven. También sabía contarnos a los chavales que a veces íbamos a saludarlos, relatos sobre personajes de la historia y anécdotas de aventureros de África u los conquistadores españoles. A mi hermano Josías y a mí nos gustaba mucho oír aquellos relatos. La señora Milagros solía traernos unas pastas hechas por ella y pasábamos unos momentos muy agradables que ahora recuerdo con mucha nostalgia.

No sé qué problemas podría tener aquel barrio de Miravalles, pero mis recuerdos de infancia y temprana adolescencia eran muy gratos, muy entrañables. Eran vecinos con cierto nivel cultural, con cierta educación y buen trato. Todos los chavales que jugábamos juntos manteníamos lazos de fuerte amistad y lealtad. Era muy común ir a casa de uno y otro sin ningún problema y todos como si fuéramos de casa.

Me queda este recuerdo de una vida agradable, sana y enriquecedora en ese barrio de clase media. Recuerdo también que siempre solía hacer mucho sol y el cielo estaba azul la mayoría de los días.

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